Cartas

Lágrimas artificiales

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Xsx sx sSegún la edad, a lo largo de la vida, hemos comido mejor o peor. En mi caso, mis padres, de ideas fijas, llevaban a cabo lo que decían pese a mis lágrimas de cocodrilo. Se comía lo que había, y no había más discusión. Bueno sí, la cocina o mi cuarto. Llegado el momento de valorar, sólo puedo darles las gracias a mis padres. De vez en cuando tomo porquerías. Es un buen hábito inculcado. Tampoco es cuestión de buscar la tableta de chocolate en el abdominal. Eso no va conmigo aunque intente seguir un canon más que establecido: cultivar el cuerpo. Y ya de paso, la mente y el alma. Eso de ir a la par. Por supuesto, hay pequeños placeres de la vida que no dejo atrás. Es la salsita de la vida.

El caso es que ahora veo muchos niños gorditos, amos y dueños de sus padres. Un berrinche, y el trono de los regentes es conquistado por lágrimas artificiales de un imberbe maquinador. El otro día no pude evitar pensar lo que pensé. ¿Qué será de aquel chaval cuya madre lo incita a comer un 'bollicao' a las 14:15 de la tarde, a parte de patatas fritas, coca cola por doquier, etc., que previamente se había echado al buche? La sociedad no perdona; es malévola, y más aún, a edades tempranas entre grupos de iguales. El niño gordito suele ser el marginado, insultado, etc., y, claro, luego vienen los complejos y las inseguridades cuando son mayores, los sucedáneos psicosomáticos y otros malestares. Preguntón: ¿el culpable es el niño o los padres? Lo dicho: cuiden la alimentación de sus hijos. Es por ellos. Si lloran, que les den morcilla.