CARTAS AL DIRECTOR

A mi sobrino David

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Esta vez sí David, sobrino bueno, generoso y humilde, me dirijo a ti con tristeza recordando aquel 12 de agosto 2.009, cuando nos dejaste, para irte a un lugar más feliz según tus pensamientos. Claro que esto no es fácil de asimilar cuando se tiene la inmensa suerte de poseer una gran familia, con una Luna (Marta) y un Sol (Davicito) que durante las 24 del día, eran la luz de tus ojos.

No, no es fácil David, créeme, ponerme delante del ordenador y recordar los recuerdos y añoranzas de un tío bueno, como tú eras. Martita, tu hija, que es un encanto, cada vez que vamos a verlos, tanto los abuelos, que van muy a menudo, como tus hermanos, tus tías, primos y sobrinos, siempre nos llevan a la terraza y mirando hacia el cielo nos señala hacia las estrellas y dice: Mirad abuelos, ¿veis aquella estrella allí en el cielo?. Pues ahí está mi Padre iluminando nuestras vidas y cada vez pienso que algún día volverá. Sería bonito ¿Verdad abuelos?. Y, su hermanito Davicito contesta: Cuándo, cuándo, Mamá, para esperarlo despierto.

En fin, paso a otro tema. Tu primo Javi, amigo y defensor del alma, el que no había un día que dejara de llamarte para saber de ti, el que te sigue queriendo allá en el otro mundo, nos decía hace unos días: Cada vez que se nos muere un ser admirable como era mi primo David, nace algo para vivir por siempre en nosotros. Nace ese algo para quedarse, como un ente que se hace sombra de nuestro cuerpo, implacable en su presencia e inalterable con el paso del tiempo. La vida a veces, nos sorprende con noticias personales que te desmarcan en algunas ocasiones y en otras, como la de nuestro David, te rompen el corazón en mil pedazos y te invitan a olvidarte de las menudencias domésticas ó económicas y, a centrarte en lo que realmente tiene validez en esta vida, en la que estamos de paso pese a que muchos de nosotros nos sigamos matando por otras razones.

En este día 12, vuelven los recuerdos del amor perdido, como vuelven las flores en primavera; vuelven los olores añorados, vuelve el dolor a transformarse en belleza.

Recuerdo a su padre (Juan Vega) decirnos: No debemos vivir de recuerdos, debemos mirar hacia adelante, pero sí es maravilloso tenerlos presente e incluso alguna que otra vez amarlos.

Ante de despedirme, mi admirado sobrino David, quiero que sepa que toda tu gran familia te quiere con locura, que no te olvidan, pero tus primos Javier y María, cada uno tiene un hijo maravilloso, precioso, uno se llama Javier (como su padre) y el otro José María, que aunque tu no los conoces, también nos escuchan cuando hablamos de un ser bueno y admirable, como eras tú. Tan sólo reprocharte una cosita David, te fuiste sin el consentimiento de tus seres queridos, pero aún así, seguimos queriéndote.

Yo no canto por cantar, ni por sentirme la voz. Canto pa que no se junten la pena con el dolor. Allá en el cielo, sobrino David, reza por todos nosotros..

francisco J. Carrillo.