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VIENTO FRESCO

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Contra todas las previsiones meteorológicas y económicas, nos ha llegado una ráfaga de viento favorable, como si alguien se hubiera dejado entreabiertas las puertas del paraíso. La banca española, que ni siquiera algunos banqueros han conseguido desbancar, tiene aún un colchón extra de 20.000 millones de euros, que las entidades que han merecido su nombre han sabido reservar. Es sin duda una buena noticia, como lo es que ETA lleve meses sin creer que sus aspiraciones pueden cumplirse sin matar a nadie. Con un poco más de dinero y un poco menos de sangre todo puede irnos mejor, pero quizá nos pille algo roncos para cantar victoria.

El viento fresco nos ha llegado gracias al deporte, mejor dicho gracias a algunos deportistas. El tercer Tour de Alberto Contador, que supone el quinto consecutivo español, nos da mucha moral incluso a los que no sabemos montar en bicicleta, pero sí admirar a los llamados «gigantes de la ruta». En mi larga vida he seguido, en calidad de intruso literario, bien acompañado por expertos, dos grandes Vueltas. Una, a España, la ganó Gabica, y otra, a Italia, Felice Gimondi. No conseguí aficionarme, pero sí logré admirar a estos héroes, generalmente modestos, que atraviesan países sin darse cuenta del paisaje. Ellos sólo ven la inversa testuz del manillar, pero saben que les está vedado el desánimo. El ciclismo es un deporte que no se ve más que en televisión. Por eso, hasta que no se retransmiten las grandes carreras, había que refugiarse en la leyenda, que etimológicamente se refiere a lo digno de ser leído.

Nuestros grandes deportistas nos han traído estos buenos vientos. Después de la victoria de la selección nacional ha llegado el Wimbledon de Nadal y el triunfo de Alonso. Qué más quisieran nuestros políticos que a un cuerpo sano se uniera una mente sana.

Quizá sea mucho pedir.