EL MAESTRO LIENDRE

TIPICARNAVAL EN INVIERANO

La convocatoria de agrupaciones y coplas para el fin de semana próximo no es espontánea ni novedosa

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Enfrentarse, así, en plan cabreo, a una fiesta, mayor o menor, parece una memez. A no ser que la convocatoria dañe algún derecho ajeno (a la circulación de personas o a dormir y vivir sin gritos ni ruidos) cualquier cachondeo sólo merece dos posturas: ir o no. Pero es difícil considerarse ofendido por su celebración. Si crees que no te va a gustar, no vas y dejas al resto en paz. Pero ausentarse de una cita festiva que no se comparte resulta compatible con su comentario. Una cosa es acudir y otra opinar. Forma parte del rito. Todo tiene partidarios y detractores. En el caso de los asuntos sin importancia, ambas partes ponen algo de teatral para provocar un divertido juego de debate.

Así que juguemos. No comparto la convocatoria del supuesto carnaval de verano fijado para el próximo fin de semana. Soy de los que no irá y no lo entiende. Tampoco se trata de considerar violada ninguna tradición ni creer que quieren recuperar las fiestas típicas ni rasgarse el disfraz de Quince Piedras. Simplemente es que no lo pillo. De hecho, sólo le veo una novedad: el nombre.

Durante los últimos años, las citas carnavalescas en verano se han multiplicado de tal forma que se puede decir que suenan más coplas entre julio y agosto que entre enero y febrero. Son festivales o encuentros bastante más informales (perdón por la redundancia) que los de invierno. Este año han dado un bajón por la crisis, pero son muy frecuentes. Y han regalado ratos memorables. Cualquier aficionado guarda en su antología de momentos una noche en el Pemán, como la que bordaron Los Fantasmas. O el recorrido de Los Trasnochadores por la Noche en Blanco. O El Gómez improvisando un romancero sobre un panel informativo de la playa como solo puede hacerlo el mayor creador vivo de esa forma de rimar humor. O una ilegal que ha decidido acompañar a un coro. O los tangos que suenan en esos carruseles orientados (¿y qué?) al turista.

Los cuplés de manga corta existen desde hace tiempo. Disgregados, despiezados y desorganizados como deben, pero ya existían. Lo novedoso en la cita del próximo fin de semana es, sobre todo, el nombre. Eso de llamarlo carnaval de verano, sin anestesia, es, quizás involuntariamente, pretencioso. Será una quedada, una movida, puede que un movidón. Quizás, inolvidable para los que lo vivan, pero carnaval, carnaval, 'estrictu sensu', no. Esa fiesta tiene un inevitable componente temporal y religioso (es el prólogo de la cuaresma o no es).

Viajar en el tiempo

La repetición es enemiga del placer y resulta imposible clonar instantes. Si el carnaval pasado llovió queda secarse y joderse. Parte del encanto de casi todo es que puede salir bien, o no. Eso de que se estropeó y lo repito me recuerda al pueblo que celebra el Año Nuevo en agosto porque un 31 de diciembre se le fue la luz. Se habrán inventado una fiesta graciosa, con uvas en verano, pero resulta molesto repetir la obviedad: no es Nochevieja.

Todos nos hemos perdido carnavales (de los de verdad). Añorarlos y lamentarlo no hace más que ensalzar el enorme, insustituible, encanto que tiene para muchos de nosotros. Podemos repetir la final del Mundial para los que se quedaron sin TDT el domingo pasado pero, me temo, esos damnificados habrán oído palabras como «prórroga» «gol» e «Iniesta». Incluso puede que se huelan que ganó España. Así que el brinco que dimos los que lo vimos en su momento ya no será el mismo que den los que pretendan echar el tiempo atrás.

El hecho de convocar por Facebook aporta gracia participativa, pero sólo es una herramienta más (eso sí, potentísima) al servicio del mensaje. La idea sería la misma si el personal se hubiera avisado por SMS o código Morse con nudillos.

Por último está el supuesto encanto de la improvisación. Ya se han escuchado ilegales y romanceros bajo la luna de julio y agosto en los últimos años. De forma natural, sin que nadie lo pidiera ni lo esperase. Sin convocatoria. Este gran carnaval de verano parece menos improvisado. Está anunciado hace meses y ha sido tan comentado que ha dado tiempo a la intervención administrativa y a la planificación. De sorpresa, menos. Si hasta el Ayuntamiento va a poner tablaos.

En cualquier caso, la anarquía del Carnaval precisa matización. A la parte más controlada de la fiesta en febrero, el Falla, puede que le sobre rigidez (lo de seguir dando clasificaciones y premios por puntos no tiene el menor sentido) y a la parte supuestamente caótica, las ilegales, le vendría bien algo parecido a la previsión. Nada de influirles ni reglamentarlas, me refiero a acotar zonas sin coches, eliminar altavoces, instalar servicios, propiciar una sombra de horario de inicio y final que ayude a los que cantan y a los que oyen. La improvisación es un mito. Si fuera absoluta, propiciaría que casi nadie escuchara nunca esas efímeras obras maestras de la sátira.

Este presunto rechazo al carnaval de verano es tan firme que si la idea resulta ser un éxito, si la gente se lo pasa en grande y los asistentes descubren un encanto que ahora no resulta visible, me reservo (completamente del todo) el derecho a apuntarme el año que viene por la cara. Para anárquico, el menda lerenda.