Las zonas más deterioradas son el torreón y la trasera de las bóvedas de Santa Elena. :: E. LINDBERG
CÁDIZ

La última batalla de las murallitas de Cádiz

El edificio defensivo, que no sufre daños estructurales, precisa de una intervención superficialEl paso del tiempo ha abierto llagas en el lienzo de las Puertas de Tierra

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Aquel 18 de agosto de 1947, en el que la ciudad se despertaba aún con los sones de Antonio Machín en su cabeza, las Puertas de Tierra salvaron la vida de muchos gaditanos. Las murallas de acceso a la ciudad libraron su penúltima batalla y salieron airosas. Pero la última partida se juega en estos días. Y esta vez su enemigo es más etéreo. No son tropas inglesas, ni explosiones sorpresivas. El enemigo de las murallitas de Cádiz más famosas es el tiempo y sus indeseables efectos estéticos.

No es que existan daños estructurales. «Ni problemas de calado», como explica el reputado arquitecto Juan Jiménez Mata. Todo pasa por lo estético. Las últimas lluvias, sumadas a los fuertes vientos y la ausencia de una conservación en los últimos tiempos, ha descarnado diversas zonas de las murallas.

De todo el lienzo amurallado, el espacio más afectado es el del torreón. La pérdida del mortero de cal ha abierto grandes llagas y ha dejado al descubierto los ladrillos de las garitas superiores o de la mampostería del cuerpo de la torre.

En los lienzos bajos de las Puertas de Tierra, el deterioro es menos visible ya que está compuesto de sillares de piedra ostionera vista. Sin embargo, los efectos del tiempo también ha dejado su huella entre la fábrica de piedra. Males, todos ellos, que aunque no ponen en riesgo al edificio defensivo, sí suponen un problema estético.

El origen de todo el desperfecto es la base de uno de los argumentos más defendidos por Jiménez Mata para cualquier construcción. Las actuaciones exigen una conservación: «Se deterioran porque no se cuidan». En este caso, la última restauración del lienzo de las murallas fue en los primeros años del 2000 cuando se rellagueó la fábrica de piedra y se renovó la mampostería de la torre. Una intervención que «dejó las Puertas en perfecto estado», como explica Miguel García Díaz, experto en arquitectura militar.

Sin embargo, aquellas actuaciones no se acordaron de la trasera de las bóvedas de Santa Elena, colindantes al aparcamiento de la estación de tren. Nunca se intervino en esa zona y ahora su estado es peor que el del resto de la muralla. Una imagen que recibe al visitante nada más llegar a la ciudad y que el Colegio de Arquitectos ha tratado en el último curso de verano. Su restauración supondría un trabajo superficial, pero necesario para devolver su mejor sonrisa a la puerta de entrada de la 'ciudad que sonríe'.