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Y el 'loco' se hizo mito

Abreu es el nuevo héroe nacional de Uruguay tras su penalti a lo 'Panenka'Marcó igual a Brasil en semifinales de la Copa América y en un duelo contra el Flamengo que dio la Copa de Río al Botafogo

JOHANNESBURGO. Actualizado: Guardar
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El nómada Sebastián Abreu (Minas, Uruguay, 17-10-1976) ya no será recordado sólo por sus excentricidades en la vestimenta, ni por los cambios de tinte en su cabello, ni por haber jugado en 18 equipos de siete países diferentes, ni por haber marcado más de 230 goles, ni por amargar la existencia al bueno de Jabo Irureta. Pasará a la historia como el Aladín charrúa que imitó a Panenka, el checo más ilustre por lanzar un penalti despacio y picadito en la final de la Eurocopa'76 contra Alemania. O al Zidane que adelantó a Francia en la final del Mundial'06.

El 'loco' salió del vestuario del Soccer City sin la chaqueta del traje puesta. La traía en una mano. En la otra, sostenía en alto una cámara de vídeo con la que apuntó a un grupo de periodistas uruguayos que lo esperaban al final de un largo pasillo y lo vieron venir lentamente, al tiempo que gritaba: «¡Hoy todos son míos; hoy los tengo a todos para mí». «Gracias a Dios, tomé la decisión correcta porque era un penalti que tenía a todo un país en vilo. No lo tenía pensado. Son corazonadas del momento. Analicé la situación, vi que el portero se anticipaba en sus movimientos y traté de hacer lo mejor. Cuando decides algo, hay que ir a muerte».

Acostumbra a ejecutar así las sentencias sólo «en momentos especiales». Con el Botafogo, transformó así una pena máxima ante el Flamengo que valía una Copa de Río. Con la 'Celeste', batió a Brasil de idéntica forma en unas semifinales de la Copa América. Tuvo suerte de que Kingson, el portero ghanés que ejerce de tercer guardameta en el Wigan, no lo hubiera estudiado. Si se queda quieto, al 'loco' lo habrían querido ejecutar en la Plaza Matriz de Montevideo.

Agarró el balón, lo miró fijamente y le habló. «Tranquilidad, tranquilidad... porque sabía que nadie me iba apurar, que el pensamiento era sólo mío, que tenía que jugar un poco con los tiempos del portero. Estaba muy seguro». ¿Suerte? «No, aquí no hay nada al azar, a uno le gusta, se dedica, se entrena física y mentalmente». No parecía muy emocionado. «Claro que lo estoy. Pero cuanto más viejo, uno más sensible se pone, y, entonces, igual por ahí afloja».

Su entrenador, el 'Maestro' Óscar Tabárez, defendió su determinación. «Yo no diría que fue una locura, sino que fue un gol. Para mí eso es clase, categoría. Los que le critican no se atreverían a hacer algo igual. ¿Por qué no va a poder 'patearlos' así si los mete? Otra cosa sería si los fallase. ¿Miedo?, el que pasó Forlán. «Fue algo impresionante, no tengo palabras. Era como si te desmayaras en cada penalti. Cuando fue el 'loco', todos decíamos: 'la va a picar, la va a picar, que no la pique. Pero entró...'».

De 'insensato' a ídolo

Antes de ser un héroe, Abreu ya era un ídolo tanto en su país como en Argentina, donde ha trabajado como actor en telenovelas y en televisión. Poco queda de ese 'insensato' que se entrevistó a sí mismo cuando jugaba al baloncesto y se declaró el MVP del partido. Hasta hace poco entraba a rematar los córners gritando '¡llega el tsunami del área!'. «Hasta los rivales se morían de risa», confiesa. Juega con una camiseta debajo de la oficial cosida a retales, con recuerdos de otros clubes y fotos de sus cuatro hijos.

Del Abreu que vistió la camiseta del 'Dépor' apenas quedan la fama, los 1.200 millones de pesetas que costó, los diez años de contrato que le firmó Lendoiro, uno de sus máximos defensores. Irureta nunca lo quiso. Ni siquiera a su regreso en 2004, después de finalizar como máximo goleador el campeonato mexicano. «No triunfé en España porque hubo un entrenador que ni siquiera quiso conocerme. Por eso me da rabia», subrayó al ser traspasado al Nacional. Instauró la famosa canción de La Mosca, cuya letra decía «yo romperé tus cartas para no verte más», y la cambió por «yo romperé tus gafas.». Jabo tuvo que escucharla todas las mañanas cuando iban y volvían de entrenar.

Abreu ha borrado el 'loco' de su camiseta, ya no echa Coca Cola al vino caro, ni se fractura los dedos golpeando a una bota suelta tras marcar un gol. Hay un acontecimiento que hace ocho años le cambió la vida. Un accidente en el que falleció un amigo suyo que viajaba como acompañante. Sigue pensando en ello y reviviendo la película de aquel día. Lillo coincidió con él en su etapa de entrenador del Dorados de México. Lo definió como «el loco más cuerdo» que había conocido.