La sentencia. Xavi celebra el 2-0 obra de Iniesta, con Claudio Bravo impotente en el suelo. :: AFP
LA CRÓNICA

España salva el tipo

Entra en octavos tras un mal partido que se decantó con los goles de Iniesta y VillaEl equipo de Del Bosque deberá mejorar la imagen que dio ayer si quiere tumbar el próximo martes a Portugal

PRETORIA. Actualizado: Guardar
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España está donde quiere, en octavos de final como primera de grupo. El accidente del estreno ante Suiza no ha acabado teniendo las consecuencias fatales que muchos se temían. 'La Roja' ha salvado el tipo. Lo consiguió ante Chile en un partido lleno de aristas que los de Vicente del Bosque decantaron con dos golpes de talento en la primera mitad y cerraron con un besamanos durante el último cuarto de hora, cuando a ambos equipos les valía el 2-1 que registraba el marcador y decidieron dejar correr el tiempo. Más allá de las toneladas de alivio que provocó el triunfo, la selección causó ayer una floja impresión. La peor de lo que se lleva de Mundial. Se le vio acartonada y ansiosa, por momentos a la deriva, como si llevara encima un peso excesivo de responsabilidad. En realidad, ayer en Pretoria le libró la clase de Villa e Iniesta, espléndidos en los goles.

Las dificultades de Chile no eran ninguna alarma infundada, propia de las angustias del partido y de la imaginación de los periodistas. Desde el pitido inicial , la selección española comprobó que iba a tener un trabajo enorme para superar el tinglado de Marcelo Bielsa. Aquello iba a ser como descifrar la piedra Rosetta o la combinación de una caja fuerte. Chile corría y presionaba con un sentido coral del juego digno de aplauso. Y cuando el sistema no le alcanzaba, siempre tenía un voluntario para dar cera. Estrada, demasiado concienciado de su trabajo oscuro, acabaría pagando muy caro su exceso de celo. El árbitro le perdonó la segunda amarilla en el minuto 23, pero en el 37, justo durante la jugada del 2-0, Marco Rodríguez, 'Draculín', no quiso contemporizar más y le mandó a la calle. España entera suspiró. En cierto modo, se podía decir que el partido había acabado. Desde luego, iba a ser otro.

Hasta ese momento, España sufrió de lo lindo. Durante muchos minutos, los pupilos de Vicente del Bosque anduvieron al garete, confundidos y alarmados. Hacía mucho tiempo que la selección no se encontraba con un rival tan complejo de desentrañar. La claridad de ideas de los chilenos contrastaba con la obcecación de los españoles, que en en el minuto 10 vieron de cerca el 1-0 de Chile en un remate de Mark González a pase de Beausejour. España no tocaba, ni pescaba un mal rechace. Todo eran cortocircuitos en su juego y acabó abusando de los balones en largo, que en este equipo pueden ser una alternativa puntual para dar versatilidad al juego, pero nunca una apuesta constante. Una cosa, en fin, es no abusar del 'tiqui taca' hasta dormir a las ovejas y otra entregarse malamente al pin-pam-pum.

Un golpe de fortuna

El fútbol, sin embargo, tiene sus caprichos. Si en los partidosante Suiza y Honduras a la selección le faltó suerte, ayer un golpe de fortuna le devolvió el color, que ya iba pareciendo el de un espectro. En el minuto 23, un rechace con el pie de Claudio Bravo lo cazó David Villa a cuarenta metros de la portería, escorado a la banda izquierda. El asturiano, hasta entonces desaparecido, se volvió a coronar con un gol magistral. Su zurdazo tuvo todo lo que tenía que tener: calidad, temple, dirección. Pese a la ventaja, España siguió penando fuera de sitio y Chile estuvo a punto de empatar en una llegada de Valdivia que Piqué acertó a desviar con la uña, en el último instante. Poco después llegaría el gol de Iniesta, tras una de las pocas jugadas en las que el fútbol de España recordó al que le ha hecho famosa y campeona de Europa. La acción del barcelonista, además, sirvió para devolverle la moral, decaída en los últimos días. Y ya se sabe que el de Fuentealbilla, cuando sonríe, es un arma de destrucción masiva.

Todo parecía hecho con dos goles de ventaja y contra diez. Tras el descanso, sin embargo, Chile se encontró con el 2-1 en un disparo del recién incorporado Millar desde la media luna que se envenenó tras tocar en Piqué. De modo que no cabía relajación alguna. Los olés que se habían escuchado en los últimos minutos de la primera parte se convirtieron en un silencio contenido. España necesitaba tocar, recuperar sus mejores esencias, y Vicente del Bosque no tardó nada en dar entrada a Cesc Fábregas en lugar de Fernando Torres, que sigue poco a poco con su puesta a punto, muy lejos todavía del futbolista que es.

En un primer momento, pareció que el cambio iba a ser muy productivo. La circulación se hizo más rápida y el 3-1 comenzó a intuirse. Fue una falsa impresión. A la selección volvió a faltarle vuelo para aprovechar una coyuntura propicia y terminó firmando un pacto de no agresión con los chilenos, a los que la derrota por la mínima les podía servir incluso con una victoria del mismo calibre de Suiza, que empataba con Honduras. El espectáculo, al que se incorporó Javi Martínez, no fue muy gratificante que se diga. Uno se imagina a los jugadores chilenos hablando a los españoles de la melancolía de sus abuelos cuando piensan en su patria chica y a éstos informándoles de que tienen un primo en América, en Valparaíso, concretamente. Habrá a quien lo sucedido le parezca algo muy feo. Seguro que se escuchan críticas y voces estridentes. Pero, cuando está en juego la supervivencia, ¿quién dice que no es legítima la confraternidad.