MUNDO

Dos ataques contra mezquitas dejan 80 muertos en Pakistán

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando no son los talibanes son otros integristas, sin olvidar a los narcotraficantes, las luchas entre señores de la guerra o la contienda latente con el hermano indio desde el desmembramiento del imperio británico. Pakistán es el escenario permanente del infierno. No ha sido necesaria una invasión para desencadenar violencia. Estaba allí, desde siempre. Ha bastado el efecto contagio del vecino Afganistán para convertir al país en cantera inagotable de violentos, adscritos o no a la multinacional Al-Qaida.

Los protagonistas de la última barbaridad inexplicable no se presentaron como representantes de la franquicia de Osama bin Laden. Adujeron a su dios, Mahoma, para protagonizar la enésima salvajada que acoge Pakistán. Lo hicieron, según defendieron, para acabar con los impíos que sostienen que Mahoma no tiene la exclusiva de los profetas en el mundo musulmán, esa secta minoritaria que responde al nombre de ahmadi.

Ocurrió en el noroeste, en Lahore, la segunda ciudad más poblada del país. Concretamente en los vecindarios residenciales de Model Town y Garhi Shuha. Dos ataques más o menos coordinados contra mezquitas que acogían a miles de feligreses que asistían a las plegarias de los viernes.

El primero fue breve. Cuatro fundamentalistas repartieron muerte y sufrimiento pertrechados con chalecos llenos de munición y explosivos, y armados de fusiles automáticos y granadas. El segundo se prolongó durante varias horas y fue llevado a cabo por tres terroristas que retuvieron a rehenes y se enfrentaron a la Policía desde el minarete. Convencidos de que su misión había terminado ya, algunos optaron por la inmolación y otros -dos, según las últimas informaciones- se entregaron. Varias hipótesis hablaban también de que miembros de los comandos lograron escapar y perderse en la espesura humana. El balance de la sinrazón de este terrorismo interconfesional se elevó a ochenta muertos y decenas de heridos, según cifras optimistas.

El objetivo del ataque fueron los ahmadi, una secta minoritaria islámica fundada en India en 1889 por Mirza Ghulam Ahmad, considerado por sus seguidores un profeta. La mayoría de los musulmanes no reconocen a los ahmadi como minoría islámica. Cuatro millones de seguidores desarrollan sus actividades en Pakistán, a pesar de que el Gobierno de Islamabad persigue la secta desde 1974.