Sin medalla por la patria

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No fue el Mundial de Chile un ejemplo de organización, sincronía y previsión. De hecho, fue un torneo tan singular que hasta el que iba a ser campeón no quiso serlo.

Para empezar, el ciclo de cuatro años se rompió por problemas con la sede. El comité organizador se comprometió a construir un nuevo estadio que albergara el torneo, pero los plazos no se cumplieron y se tuvo que pedir un aplazamiento a la FIBA. El máximo organismo del baloncesto lo concedió y el tercer campeonato del mundo pasó a disputarse en 1959... aunque no en el nuevo estadio, que vió de nuevo retrasada su construcción.

Finalmente, la fase final se disputó, entre otros, en el Estadio Nacional de Santiago: un torneo de baloncesto jugado en campos de fútbol y al aire libre. Como no hay mal que por bien no venga, el jugar en canchas tan grandes permitió un éxito de asistencia, con encuentros que contaron con más de 30.000 aficionados. Superados los contratiempos organizativos, los problemas más serios llegaron más adelante.

El torneo transcurría por los cauces adecuados y el éxito deportivo parecía asegurado con un trío de aspirantes -Brasil, Estados Unidos y URSS- que aseguraban la calidad. De hecho, los soviéticos se convirtieron en el primer equipo en superar los 100 puntos en un partido mundialista -lo hicieron ante México-, justo la jornada anterior de que los norteamericanos alcanzaran los tres dígitos.

La competición se torció en la fase definitiva y, como en tantas otras ocasiones, la política se impuso al deporte. El normal desarrollo del campeonato apuntaba a una victoria final de la Unión Soviética que, con una segunda fase impoluta, sólo necesitaba derrotar a la inferior Formosa para lograr su primer título.

Sin embargo, las autoridades soviéticas ya habían avisado de que se negarían a jugar si el adversario era el equipo taiwanés. La misma postura defendía Bulgaria, uno de sus estados 'satélite'.

La URSS no reconocía a la autodenominada República de China y no estaba dispuesta a darle legitimidad con un choque oficial.

La organización apuró sus opciones hasta el último momento y preparó un calendario que dejaba para las dos últimas jornadas los enfrentamientos entre Formosa y los dos representantes del Bloque del Este. La FIBA pensaba que el brillo del oro doblegaría las convicciones políticas de los soviéticos, pero las férreos principios y el miedo a posibles represalias gubernamentales a la vuelta de Chile acabaron por provocar lo que nadie quería pero todos esperaban.

La URSS no se presentó y se quedó sin la primera plaza al ser sancionada y relegada -al igual que Bulgaría- por su incomparecencia.

Brasil aprovechó su oportunidad y se alzó con su primer título mundial,... mientras los jugadores soviéticos eran recibidos en su país como aunténticos héroes y campeones sin corona.