Martin celebra su victoria de etapa. / AFP

Nibali le deja el amarillo a Gallopin

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Los caminos del Tour de Francia escogieron este domingo la ruta de Alsacia, una tierra rica que formó parte de Alemania históricamente y que mantiene algunas de las raíces de la cultura a la que perteneció durante muchos años. Desde 1945, concretamente, después de muchas disputas, guerras incluidas, es territorio francés. En Mulhouse ganaba un tanque de ciclista, Tony Martin, uno de esos corredores que derrocha fuerza en cada una de sus pedaladas.

El triple campeón del mundo contrarreloj conseguía su cuarto triunfo de etapa en el Tour, el primero en una jornada en línea, después de atacar en el kilómetro dieciocho junto a De Marchi (Cannondale). Luego se iría en solitario a 59 kilómetros de la llegada. Es como una trituradora que va llenando de segundos el asfalto.

Martin fue capaz de rodar con seis puertos por delante durante 162 kilómetros a una media de 40,9 kilómetros por hora. Unos números que hablan de la fortaleza del ciclista del Omega, en un día en el que Nibali dejó, ¡por fin!, su maillot amarillo sobre las espaldas de otro Tony, este francés, Gallopin, el ganador de la Clásica de San Sebastián el año pasado que saldrá hoy, 14 de julio, día de la fiesta nacional francesa, vestido de amarillo.

Un maillot que para un francés es algo especial, muy especial y más en una fecha tan señalada. Tenía esa idea en la cabeza después de la etapa que realizó en el pavés, que le dejó a 1:45 de Nibali. Astana, que este domingo se lo tomó con más tranquilidad, espera coger aire de cara a los Alpes.

Gallopin, hijo de ciclista profesional, con dos tíos que también fueron profesionales, uno de ellos Alain, director del Trek, que fue su director el año pasado cuando ganó en San Sebastián, decidió irse al Lotto belga por dos razones: una de ellas deportiva, la de su amor a las clásicas, y la otra sentimental, puesto que su novia, Marion Rousse, corre en el equipo Lotto femenino. Ha sido campeona de Francia y es una buena corredora.

Era la chica rubia de rojo que este domingo no se despegaba de él ni en la llegada, ni en el podio. Astana midió muy bien los tiempos porque también permitió que Pierre Rolland y Tiago Machado se incrustasen entre los primeros de la general gracias al tiempo que logró la escapada que perseguía a Tony Martin. Se trataba de implicar a más ciclistas y equipos en los primeros lugares y les salió bien. Rodaron a un ritmo tranquilo, pensando en La Planche de Belles Filles.

Contador, desaparecido

A Contador ni se le vio, ni a su equipo, tampoco. Ni era su etapa, ni tenían la necesidad de hacer más movimientos de los necesarios. Y no los hicieron. El Tour es otra guerra, deportiva, continua, en la que los límites del campo de batalla los ponen los ciclistas y los equipos. Contador volverá a señalarlos este lunes.

Los Vosgos en esta ocasión, la segunda etapa en este terreno, cumplieron el guión que se esperaba. Tal y como funcionan los conceptos en el mundo del ciclismo no era difícil adivinar que era el día idóneo para que se produjese una escapada multitudinaria, con buenos corredores metido en ellas, ciclistas que ya saben lo que es ganar y pertenecientes la mayoría de ellos a formaciones que no se han estrenado en el Tour.

Hablamos de Purito Rodríguez, Lars Boom, Sergio Paulinho, Dumoulin, Rafa Valls, Van Avermaet, Rolland, Dani Navarro o Sylvain Chavanel, entre otros, en una lista que se nos iba hasta la treintena de nombres.

Era el juego que le convenía al equipo de Nibali, que estabilizó la diferencia en torno a los seis minutos, un tiempo cómodo para Astana que no quería dejar que cogiesen un tiempo de escándalo, lo que mantenía abiertas las ambiciones en el grupo perseguidor mientras los puertos iban desfilando sobre las piernas de los ciclistas.

La vida, en algunas ocasiones, ofrece segundas oportunidades. Tony Martin tuvo este domingo una de ellas, muy parecida a la que se le escapó el año pasado en la etapa que finalizó en Cáceres en la Vuelta a España, con 175 kilómetros por delante. Atacó entonces nada más darse la salida. En los primeros veintiséis kilómetros sumaba una ventaja de 7 minutos y 24 segundos. En la primera hora de carrera cubrió 46 kilómetros, una media comparable a las que suele lograr en las contrarrelojs. Su ventaja iría descendiendo hasta dar la sensación de que ganaría con el tiempo justo, con pocos segundos.

Un ataque de Fabián Cancellara en el kilómetro final llevaría al límite su agonía y le dejaría sin el triunfo a diez metros de la meta.

Cancellara, una pesadilla

Cancellara avivó las cenizas de un pelotón que cogería a Martín y le daría la ocasión de vencer al entonces campeón de Dinamarca, Morkov. En Mulhouse, Fabian Cancellara era segundo. El más encarnizado rival que tiene Tony Martin en las cronos mundialistas se limitó a estar. Lo que hizo en Cáceres no le sentó nada bien a Tony Martin, que luego se vengaría ganando su tercer mundial contrarreloj.

Alberto Contador sabe que cuando se presenta una llegada en alto siempre es su momento. A Valverde con tener más fortuna en esa meta que en 2012 le puede servir.

Y este lunes toca La Planche des Belles Filles. Para Bernard Hinault, uno de esos exciclistas que siempre suele dar recetas de lo que tienen que hacer los ciclistas, Contador está obligado a atacar cuanto antes. «No puede esperar a la contrarreloj del último día por varias razones. La primera es que Nibali hace normalmente malas contrarrelojs y la segunda es que ninguno de los dos sabe en qué estado físico llegarán allí», explica el cinco veces ganador del Tour.

Para Hinault, «en La Planche des Belles Filles se eliminarán corredores». «Contador tendrá que atacar. Los dos se van a quedar solos al final, al menos después de lo visto en Gérardmer. Ningún compañero de equipo va a poder estar con ellos. Contador tiene en Rogers y Roche dos buenos compañeros, pero en la parte final sólo estará él. A Nibali le veo peor rodeado, salvo que vaya recuperando a ciclistas que deben de estar a su lado en determinadas etapas de montaña».

El Tour sigue dibujando sus momentos claves, que muchas veces llegan donde menos se espera.