a los 71 años

Muere Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao

Tras quince años en el cargo, ha fallecido a causa de las complicaciones derivadas del tumor de próstata que le diagnosticaron hace una década

BILBAO Actualizado: Guardar
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Hay veces que las ciudades, como las personas, se quedan huérfanas. Y hoy es uno de esos días. Bilbao acaba de perder a su alcalde. Esta noche hacia las 20.30 horas ha muerto en su casa Iñaki Azkuna a los 71 años, rodeado de su familia y de su entorno tras sucumbir a las complicaciones del tumor de próstata que arrastraba desde hace más de una década y que en el último año le había obligado a ingresar varias veces en el Hospital de Basurto. Antes de fallecer, Azkuna ha querido despedirse de la ciudad y de sus habitantes y ha enviado un mensaje a los bilbaínos: "Gracias a todos por haberme ayudado y soportado. Sois estupendos".

En las próximas horas se convocará una Junta de Portavoces y un Pleno Extraordinario del Ayuntamiento de Bilbao, pero por expreso deseo del alcalde se realizarán unas exequias privadas, en la intimidad de las personas más allegadas, y no habrá capilla ardiente ni libro de firmas. El funeral está previsto que se celebre el lunes 24, a las 12:00 horas en la catedral de Santiago de Bilbao. "En nombre del alcalde, pedimos que se respete su voluntad y transmitimos su agradecimiento al pueblo de Bilbao", informan desde el Consistorio en una nota de prensa.

Nada más conocerse la muerte del regidor, diferentes personalidades se trasladaron a su domicilio, situado en el Campo Volantían, frente al Guggenheim. El director del gabinete de Alcaldía, Andoni Aldekoa, que pasó las últimas horas con Azkuna, bajó visiblemente emocionado al portal, donde se abrazó a los escoltas del hasta hora jefe del gobierno municipal. También agradeció a los medios la atención presentada "en estas últimas y difíciles semanas".

Minutos después recibió a Andoni Ortuzar, presidente EBB, y a Itxaso Atutxa, presidenta del EBB, que se acercaron sobre las 21.25 horas. Él, con la voz entrecortada, lamentó la pérdida. "Se nos ha marchado el alcalde, pero sobre todo se ha ido una persona especial, un gran abertzale, un amigo". Con la voz entrecortada, añadió: "En este momento, el mejor homenaje que podemos hacer es seguir su camino".

Pasadas las 22.00 horas, partió de la casa del alcalde un furgón con sus restos mortales para trasladarlos al Tanatorio Nuestra Señora de Begoña, en Bolueta. Su llegada ha sido discreta, únicamente le acompañaba sus guardaespaldas y la jefa de protocolo del Ayuntamiento, Begoña Ibargüen, que han abandonado el recinto poco después muy afectados.

Varias hospitalizaciones

La salud de Azkuna, muy deteriorada en los últimos tiempos, no le alejó, sin embargo, de lo que él definía siempre como "su gran amor": la villa que dirigió durante quince decisivos años y que ha dejado convertida en una urbe mucho más cosmopolita, bella y humana, ya que ha sido el regidor que ha capitalizado la transformación de Bilbao. Y todo ello pese a su enfermedad. que no logró ensombrecer su segundo mandato. El 28 de mayo de 2003, sólo dos días después de las elecciones municipales, Azkuna desvelaba su "pequeño problema personal": un cáncer de próstata que le causaría numerosos problemas de salud y por cuyas secuelas tuvo que ser operado en Estados Unidos. A partir de ahí, sesiones de quimioterapia y ausencias más o menos prolongadas como la que le apartó de la alcaldía durante mes y medio en 2008 para ser operado.

Hace casi un año, en abril de 2013, tuvo que ausentarse al encadenar varias complicaciones. Se sometió a tres operaciones para corregir las secuelas de los tratamientos -en la última le extirparon el riñón izquierdo- y delegó en el primer teniente de alcalde, Ibon Areso, durante cerca de seis meses. Tras este período de ausencia, Azkuna volvió a su despacho en el Ayuntamiento muy debilitado, aunque con la firmeza de seguir en el cargo y mantener su agenda pública. «Después de la que he pasado, que no quiero para nadie esa penalidad, me está costando, pero me voy encontrando», comentó en una entrevista radiofónica a mediados de enero.

En sus últimas apariciones -no ha dejado de acudir al Consistorio hasta que hace apenas unas semanas se agravó seriamente su salud-, no ha eludido pronunciarse sobre temas polémicos con la misma claridad con la que lo ha hecho siempre, al margen de que sus opiniones coincidieran o no con la línea oficial del PNV, su partido. Sus choques con compañeros jeltzales por poner sus aspiraciones soberanistas por encima de los intereses de Bilbao con temas como la disputa de la Eurocopa 2020 en San Mamés, que supondría acoger a la selección española en el nuevo campo; su colleja a la izquierda abertzale -y al PNV- por la marcha en favor de los presos que recorrió la ciudad en enero y que no fue tan silenciosa como prometieron -"yo con estos no voy ni a heredar", dijo- y su rechazo a sacar del Consistorio por la puerta de atrás los retratos de los alcaldes franquistas han sido algunas de las últimas polémicas en que se ha visto envuelto.

Visita del Rey

Pero, el pasado 22 de febrero, el alcalde ingresaba en el servicio de urgencias del Hospital de Basurto, tras sufrir un pequeño desvanecimiento en un restaurante. Azkuna fue tratado de un hematoma producido por la caída pero lo cierto es que, tras ser dado de alta, ya no volvió a salir de su domicilio. Ni tan siquiera por la celebración del Foro Global España 2014 el pasado 4 de marzo, una cita económica de transcendencia internacional en el que llegó a participar la directora del FMI, Christine Lagarde y el Rey don Juan Carlos que no dudó en visitarle en su casa. Todo un síntoma de que el primer edil no se encontraba bien de salud. Finalmente, el viernes 15 de marzo la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, movilizaba a la plana mayor del PNV en Bizkaia para informarles del empeoramiento de la enfermedad del regidor. "Está consciente y ha pasado buena noche. Bilbao todavía tiene alcalde", informaba la dirigente nacionalista el sábado. Finalmente, el corazón del alcalde dejaba de latir días después rodeado de sus seres queridos.

Hoy, el 'botxo', "la ciudad angosta" -como él la llamaba con cariño parafraseando al crítico de arte Juan de la Encina-, llora al regidor que supo seducir a nacionalistas y a muchos no nacionalistas con su personalidad arrolladora y su apertura de miras, más allá de fronteras ideológicas. Porque la palabra 'chirene', ese vocablo autóctono tan socorrido para describir el talante campechano y echado para adelante, parece hecha a su medida. Pero, sobre todo, supo ganarse a la gente con los hechos, porque si algo es indiscutible es que deja la casa de los bilbainos mucho mejor de lo que la encontró -siguiendo las líneas marcadas por su antecesor, Josu Ortuondo-, mérito que le reconocen incluso sus detractores, ya que, como todas las personas que no se andan con medias tintas, suscitaba también ciertos odios. Algunos, procedentes del seno de su propio partido, algo de lo que era muy consciente y que consideraba un 'peaje' por decir siempre lo que pensaba sin que le amordazasen las siglas. De hecho, le gustaba especialmente la frase bélica "cuidado, que vienen los nuestros", que pronunciaba con su característica sonrisilla socarrona. Un gesto que, junto a otros muchos, quedarán para siempre en la memoria de los bilbaínos, huérfanos desde hoy del que fue el mejor alcalde del mundo.