RELEVO EN LA JUNTA

La esperanza de Triana

Susana Díaz tiene solo 39 años, ascendencia obrera y es definida como trabajador "estajanovista" por sus colaboradores

SEVILLA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando culmine la operación Susana Díaz y esta se convierta por derecho en baronesa territorial del PSOE, el acento andaluz volverá, como en tiempos de Felipe y Guerra, a escucharse de otra manera en la sede de Ferraz. Ni Griñán ni Chaves hablan auténtico andaluz como ella, sin eses, pero vocalizado y rotundo. A Susana Díaz le habrá dolido que Felipe González diga que no la conoce como para valorarla e incluso que critique el proceso acelerado de las primarias que la han aupado como candidata a la presidencia de la Junta sin votación de la militancia. Se ha pasado toda la campaña de recogida de avales reivindicando los gobiernos de González. «Pude estudiar gracias a las becas de Felipe», repitió en cada acto.

Una manera de recordar su edad, 39 años, y su ascendencia de clase obrera. Su padre, al que adora, es fontanero en el Ayuntamiento de Sevilla. Ella nació, se casó y vive en el popular barrio de Triana. En todas sus acepciones es trianera: cofrade de la Esperanza, del Betis, taurina, le gusta la feria, la Semana Santa, paseó en coche de caballos por su barrio el día de su boda y fue Baltasar en la cabalgata de Reyes Magos.

Si en breve, como se prevé, asume la Presidencia de Andalucía, será no solo la primera mujer en presidir la comunidad más poblada de España y la segunda en presupuesto. Será la primera en jurar el cargo, ya que todos los presidentes lo prometieron. Díaz, que no estudió en colegio de monjas sino en uno público, fue catequista y se confiesa católica creyente.

Todos estos matices biográficos que chirrían a algunos de los del 'antiguo testamento' de su partido, acunados en la burguesía intelectual de izquierdas (lo fueran o no) y que hubieran preferido a Luis Planas, pueden trabajar a su favor en la que a partir de ahora es su principal misión: Recuperar el voto de la mayoría social, perdido en las tres últimas elecciones. Que consiga administrar esos matices populistas con éxito en su contacto con la ciudadanía es lo que más teme el PP, partido hegemónico ahora en Andalucía después de 30 años de mayorías socialistas. Díaz no es una oradora especialmente brillante en el Parlamento, pero en los mítines se crece y atrapa al auditorio. Son su gran fuerte, lo que sedujo a Griñán.

También su capacidad de trabajo. «Es una estajanovista», la define uno de sus colaboradores. Trabaja las 24 horas si hace falta, se lleva deberes a casa y algunos domingos cruza el puente de Triana para trabajar en San Telmo. Griñán, que quiso que fuera la número dos de Chacón, le concedió un gran poder dentro del Gobierno cuando la nombró hace un año consejera de Presidencia y coordinadora del pacto con Izquierda Unida. Ya le había echado el ojo como sucesora y la puso cerca para que se entrenara. «Es una esponja», suele decir el presidente, quien le recomienda libros de cabecera cual Pigmalión.

Licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla, sus detractores subrayan que no ha trabajado más que en política. Fue concejala de Sevilla desde 1999 a 2004, diputada en Cortes en 2004 y desde 2008 diputada autonómica. Ella defiende sin complejos ser «una mujer de partido», en el que ha sido sobre todo cocinera antes que fraile.

Fue secretaria de Organización en las Juventudes Socialistas, una forja de dirigentes en la que se aprende a utilizar todas las armas de filo. Dicen que ella las puso en práctica cuando ocupó el mismo cargo en la dirección provincial de Sevilla y sobre todo cuando saltó en marzo de 2010 a la dirección regional también como secretaria de Organización y se empleó a fondo en minar el poder orgánico de los críticos de Griñán. En pocos meses pasó de ser una desconocida a la número dos del PSOE andaluz y de ahí a la número dos del Gobierno de la Junta, desde el que ha limado aristas de su imagen de mujer temida para parecer más institucional y cercana.

Llana, simpática y alegre en el trato es también dura, rocosa e implacable con sus adversarios y una negociante de éxito con dotes de paciencia y de convicción. Lo demuestra en las negociaciones día a día con IU, como las que tuvo para que el decreto antidesahucios no saliera demasiado «bolivariano». Y sobre todo lo ha demostrado estas primarias en las que ha conseguido el apoyo de todo el poder orgánico de su partido, incluido el crítico de Jaén, lo que ha facilitado que avale su candidatura casi la mitad de la militancia, 21.179 afiliados de 45.733. Su liderazgo nace con fuerza y ha generado ciertas esperanzas en su partido. A ella le toca ahora demostrar que acertaron.