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«¿El Papa? No puede ser...»

En la Catedral de la Almudena se mezclan los fieles que oraban por Benedicto XVI y el futuro de la Iglesia con turistas que ni siquiera conocen al Pontífice “¿Es Rajoy?”

MADRID Actualizado: Guardar
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“¿El Papa? No Puede ser...”. Carlos Arturo, 41 años, religioso peruano de vacaciones en España tiene que pedir el ‘smartphone’ del reportero y acudir a una agencia católica de información para asimilar que realmente, Benedicto XVI ha renunciado a su pontificado. Levanta las cejas y mira el cielo gris y helador de Madrid, en la explanada de la catedral de la Almudena, tomada por un ejército de turistas con cámaras compactas. ¿Sorprendido? “Si el propio Lombardi se ha sorprendido, imagínese cómo me he quedado yo”. Carlos Arturo y José David, su compañero, también religioso, fueron dos de los cientos que se acercaron este lunes a la catedral madrileña, algunos para rezar, la mayoría para hacer fotos y tachar un monumento más en el mapa de Madrid.

José David confía en que la del Pontífice es una decisión tomada “después de mucha oración y meditación, después de consultar a gentes sabias y prudentes”, pero el asunto no deja de quebrarle el viaje. Religioso en Ecuador, el colombiano ha venido a Madrid con Carlos Arturo, y el día 16 parten hacia Roma para una audiencia con el Papa. “¿Durará?” Cuando se enteran de que mantendrá su agenda hasta el día 28, se alegran: “Estaremos dos meses en la ciudad, con lo que igual conocemos al nuevo”.

Julián venía con la noticia aprendida de casa. Soltero de 40 años, se había sorprendido esta mañana con la información en una web de noticias. Entonces tomó una decisión: “Tenía que venir a la iglesia a pedir para que las cosas vayan bien”. “Ha sido una noticia fuerte, pero después de meditarla, me parece coherente con quién es Benedicto XVI, con un hombre alemán, pragmático. Se ha visto mayor, sin fuerzas y tenía que dar un paso atrás. Es un momento de renovación y yo pido para que venga un buen papa, que se ajuste a las necesidades de la iglesia y del mundo”. Dentro, es una excepción. En los bancos catedralicios hay personas orando, pero son más los demás: parejas de jóvenes rezando, gentes revisando su cuenta de Facebook, fotografiando tal o cual encuadre e incluso una tertulia con media docena de participantes que descansan de una jornada de turismo.

A algunos que venían a rezar, el maremoto católico les pilló en fuera de juego. Bekh, ucraniana de 30 años, no sabía de la renuncia y tampoco la creyó. Saito y Tachibana, estudiantes japoneses de vacaciones en España, no supieron reaccionar. Ni siquiera sabían quién era el Papa. “¿El jefe de la Iglesia? ¿Rajoy? –respondían en esforzado inglés-. ¿No? Pues no lo conocemos”.