'Álamos a orillas del río Epte, atardecer', en 1891. / Claude Monet
ARTE

Paisajes de impresión en el Thyssen

Propone un vivificante e intenso viaje de más de un siglo, de los pioneros y los apóstoles de la pintura al aire libre

MADRID Actualizado: Guardar
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Un siglo antes de que los impresionistas hiciera de la naturaleza su único taller fueron muchos los pintores que optaron por trabajar al aire libre con sus paletas, pinceles y caballetes. Para aquellos pioneros era un ejercicio de estilo, y la pintura de rocas, ríos, montañas, campos, mares, cielos y jardines no se exhibía en galerías y salones. Con la revolución impresionista a finales del XIX la pintura al natural de paisajes y entornos naturales se convirtió en un credo aceptado en toda Europa. Es ese viaje de los pioneros a los apóstoles de la pintura en entornos naturales el que realiza la exposición 'Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh' que acoge el museo Thyssen-Bornemisza. Es uno de los grandes hitos de una temporada que ha arrancado con alto voltaje impresionista y que generará tantas colas como la muestra de la vecina fundación Mapfre que ha trasplantado al paseo de Recoletos el corazón impresionista del museo de Orsay.

"Son dos muestras muy distintas. Nuestra vecina es una selección de obras maestras de Orsay y la que inauguramos en el Thyssen es una exposición con argumento" aseguró Guillermo Solana, conservador jefe del Thyssen, arrimando el ascua a su sardina. El suyo se concibió como un proyecto mucho más ambicioso, pero la crisis dejó en la cuneta la alianza entre el Thyssen y la maltrecha Fundación Caja Madrid, de modo de que las 170 obra previstas se quedan en 113. Pero cree Solana que no hay mal que por bien no venga y que su reducida dimensión "hace que la muestra gane en intensidad". "Nos hemos ceñido a las piezas esenciales, prescindiendo del relleno que a menudo lastra las grandes muestras" apuntó Solana.

Y es cierto que hay muchas piezas de espectacular brillo, entre ellas cinco pinturas de Vincent Van Gogh de distintas épocas, más de una docena de Claude Monet, diez de Constable, siete de Coubert, cuatro de Corot, tres telas soberbias de un insólito Sorolla, dos de Sisley y sendas y únicas 'joyas' de Turner y Renoir.

Son pintores de muy distinto origen e intención pero unidos por el denominador común de su afán por pintar al aire libre y del natural. Sus obras demuestran que ese interés por la pintura en parajes naturales que culminó en el impresionismo fue un fenómeno casi global en la plástica de la época. No se quedó en Francia, recorrió Europa y marcó incluso la pintura de los pioneros artistas estadounidenses. En España el introductor del paisaje fue Carlos de Haes, de quien la exposición ofrece dos obras.

Abecedario del paisaje

El comisario del muestra, Juan Ángel López-Manzanares, conservador de la colección Thyssen, ha divido la muestra en siete apartados. Son los mismos en los que el pionero de la pintura exterior Pierre Henri de Valenciennes (1750-1819) dividió un manual que fue una suerte 'cartilla' para los paisajistas europeos del XIX: ruinas, azoteas y tejados; rocas; montañas; árboles y plantas; cascadas, lagos, arroyos y ríos; cielo y nubes, y el mar.

Y esos epígrafes y paisajes son exactamente los que se recogen en los siete apartados de la muestra en los que se reparten 113 pinturas, dos tercios de ellas nunca antes vistas en España y cedidas por muy diversas instituciones. Demuestran que dio de sí ese afán por huir de los lóbrego talleres donde academicistas y neoclásicos pintan paisajes inertes como decorado de escenas bíblicas para celebrar el estallido de la luz, el color y la vida en la naturaleza.

Una intención que verbalizaron muchos de los pintores presentes, como Paul Cézanne, quien asegura en una carta a Zola en 1868 que "todos los cuadros de taller no valdrán nunca lo que valen las cosas al aire libre". O Van Gohg, que en 1888, instalado ya en Arlés explica como "siempre he pintado en la naturaleza". "A veces cambio el motivos; pero, en fin, no pinto todo el cuadro. Al contrario, me lo encuentro hecho pero sin desbrozar en la naturaleza" aclara el holandés. Claude Monet va más allá y clama en 1880: "yo no he tenido nunca un taller, y no comprendo que alguien se encierre a una habitación".

"Cien años antes de la exposición impresionista de París la pintura al aire libre ya ha cubierto un siglo largo de trayecto" plantea el comisario López-Manzanares. "La muestra pone en perspectiva el movimiento impresionista que abandonó el taller para pintar al aire libre, demostrando como carecía de sentido encerrarse en el siglo XIX, y como dieron un paso crucial para la pintura del siglo XX al abrir la caja de pandora del paisaje" asegura el comisario. Renunciando a la ordenación cronológica y apostando por la temática ha tratado de hacer un "diccionario del paisaje" que va desde 1780 a 1900 y que ilustra con aportaciones italianas, británicas, españolas, nórdicas y estadounidenses.

El color y entusiasmo impresionistas trasladan al espectador una confortante sensación muy de agradecer en tiempos aciagos como los que vivimos, pero Solana advierte que "no se buscó" este efecto analgésico y euforizante que es bienvenido en tiempos de crisis. "Comenzamos a trabajar en esta exposición cuando la crisis apenas se atisbaba y es cierto que el impresionismo es un buen analgésico contra la crisis", reconoce. "Fuimos, somos y seremos partidarios del impresionismo, como demuestra esta exposición, que no es simplemente otra sobre el impresionismo, sino sobre sus semillas", precisa un Guillermo Solana que saluda a la vecina muestra de los tesoros de Orsay y que seguirá trabajando en este ámbito pictórico "con lluvia o con sol, como decía la canción de Ray Charles". "Expusimos a Sisley, a Manet, a Van Goh y Monet y haremos Pissarro, Cézanne y Renior", adelantó.