escándalo en la cia

El 'Petraeu's Affair'

Héroe de libro y con una fantástica carrera detrás, ha terminado como centro de una historia en la que los colegas norteamericanos buscan el gran eslabón perdido

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El día en que, según su versión, él presentó al presidente Obama su dimisión como director de la CIA, el general David Howell Petraeus cumplía 60 años. Fue el pasado miércoles, 7 de noviembre y en la breve nota pedía su relevo tras haber mostrado “un pobre criterio” por haber emprendido una aventura amorosa extramatrimonial.

Notable es que en su breve escrito el general dice que su conducta “es inaceptable como marido y como jefe de una organización como la nuestra”, lo que suscita dos hipótesis: a) la imagen de pecador cogido “in fraganti” es incompatible con la solvencia moral tradicional que se atribuiye oficiosamente al jefe de Inteligencia; b) el oficio no le permite, sencillamente, una vida paralela y mentirosa porque él es depositario de secretos nacionales cuya custodia exige todas las limitaciones.

La clase política casi al completo -salvo la opinión de la influyente senadora demócrata por California Dianne Feinstein, que no juzgaba obligatoria la renuncia y escribió que ella habría deseado que Obama no la aceptara- lo entiende todo: la dimisión, la conducta ahora honrosa, pues muestra arrepentimiento, la aceptación por el presidente de la marcha. Y su interés central parece pasar hoy rápidamente a su condición de argumento político.

Seguridad Nacional y política a ras de suelo

La cuestión esta mañana ya es si se manipuló el calendario del episodio que, en realidad, es bastante antiguo hasta donde ha podido ser reconstruido: investigando una denuncia femenina (no se dice de quién) por “acoso vía internet”, el FBI se topó (el verbo utilizado en inglés, to stumble across es exactamente eso, encontrarse de golpe con algo o descubrirlo por casualidad) con que uno de los ordenadores afectados correspondía a Paula Broadwell, biógrafa del general, lo que aconsejó tirar del hilo y apareció entonces que Petraeus, utilizando casi siempre una cuenta de correo personal, no de la CIA, se relacionaba con ella en un contexto de aventura extramatrimonial.

El director del FBI, Robert Mueller, como el fiscal general, Eric Holder, no abrieron una investigación específica sobre Petraeus porque una relación extramarital no es un delito y su única preocupación fue la de saber si la situación podría afectar de algún modo al deber de reserva del director o indicar algún peligro para la seguridad nacional. Nada de esto fue constatado al parecer y el interesado no debió considerar precisa una renuncia inmediata.

Aquí viene la pregunta del principio que suscita las especulaciones del día: ¿no fue informalmente informado el presidente? En el Congreso, donde se han emitido ciertas quejas sobre la poca diligencia del FBI en alertar reservadamente a los comités de Inteligencia del Senado y la cámara de diputados, algo se sabía, confusamente porque alguien no identificado, y descrito en algunas informaciones como el clásico importuno o chiflado aguafiestas, llamaba por teléfono pidiendo ser oído para un asunto relacionado con la seguridad nacional…

Un calendario impreciso

Todo eso ha sucedido “en las pasadas semanas”, tal vez no más de dos según informaciones de prensa pero el relato disponible parece sugerir que el general, más o menos a salvo de iniciativas oficiales por innecesarias tras las comprobaciones mencionadas y su perfil bajo, decidió una de dos: o esperar a que todo se calmara (incluida la posibilidad, nunca mencionada sin embargo, de romper con Paula) o presentar su dimisión en cuanto se celebrara la elección presidencial porque otra cosa habría sido convertida en un argumento electoral.

Si tal cosa sucedió se puede creer que Petraeus no lo hizo por solidaridad política ni desde luego ideológica con Obama. El es hombre de conocidas simpatías republicanas, su carrera progresó fuertemente en los años Bush, tanto que se especuló brevemente con que podría considerar una candidatura presidencial conservadora, y su nombramiento en Afganistán se produjo por la necesidad imperativa de cesar a su antecesor, el general McChrystal, por comentarios inaceptables que hizo sobre el gobierno en junio de 2010.

Petraus, que había hecho un gran trabajo planificando la última fase de la guerra en Irak y la concluyó técnicamente, ahora, fue destinado a Afganistán para hacer allí lo mismo. Y cumplió, con la ayuda de la OTAN, en un año y dejó el calendario y los medios en orden. En septiembre de 2011 fue nombrado director de la CIA, pero ya había cometido el error de su carrera: cooperar con Paula Broadwell para escribir una laudatoria biografía en la que la ayudó otro colega, Vernon Loeb, el más desacretidao reportero de los días gloriosos de la invasión de Irak: fuel que se inventó a la “marine” heroína Jessica Lynch… que nunca existió.

Héroe de libro y con una fantástica carrera detrás, ha terminado por ser el centro de una historia en la que ahora los colegas norteamericanos están intentando buscar el gran eslabón perdido, Paula. Paula. De nuevo el clásico “cherchez la femme”….