MÁLAGA | EXPOSICIÓN

El Museo Picasso se adentra en el lado oscuro del arte

La institución malagueña inaugura mañana la ambiciosa exposición 'El factor grotesco'

MADRID Actualizado: Guardar
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No tiene historia la belleza. Es siempre la misma. Inalterable. Y cuando hablamos de belleza, hablamos de belleza clásica. No hay otra. Porque se trata del resultado de una fórmula matemática, filosófica, incluso metafísica. Distinto es lo grotesco. Ya su nombre da pistas. Procede del italiano 'grutesco', derivación de gruta, como aquel pasadizo oscuro que desembocó a finales del siglo XV en la Domus Aurea, el palacio de Nerón junto al Palatino romano.

Allí, las paredes estaban decoradas con motivos extraños, dormidos hasta entonces. Algunos artistas bajaron y los copiaron en dibujos y grabados. Al poco se convirtieron en una de las señas de identidad del Renacimiento. Y justo en aquellas obras, realizadas entre los escombros de la antigua vivienda imperial, comienza la historia de 'El factor grotesco', la ambiciosa exposición que mañana inaugura el Museo Picasso Málaga (MPM) y que está llamada a convertirse en uno de los acontecimientos culturales del año en la escena nacional e internacional.

Nombres y números acompañan la enorme expectación que ha levantado el proyecto. No en vano, el catálogo de 'El factor grotesco' supera las 270 piezas de más de 70 autores. Una relación que va de Franz West a Leonardo da Vinci, de Francis Bacon a Gutiérrrez Solana, pasando por René Magritte, Paul Klee, Willem de Kooning, Cindy Sherman o Bill Viola, por citar algunas de las referencias reunidas a partir de mañana en el Palacio de Buenavista.

En pleno montaje de la exhibición, SUR ha reunido a dos de los principales artífices de 'El factor grotesco': el director del MPM y comisario de la exposición José Lebrero y el profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Málaga Luis Puelles, a la sazón asesor científico de la muestra. La biblioteca del museo malagueño sirve de escenario para una conversación apasionada y apasionante entre Lebrero y Puelles. El director museo malagueño destaca en primer lugar la «solidez académica» de la exposición. «Hemos tenido la posibilidad de trabajar como queríamos, siempre dentro de nuestras posibilidades», acota Lebrero en referencia a un proyecto rumiado durante más de tres años.

El asalto a la belleza

«No es una exposición que se proponga la espectacularidad, sino que tratar de formar a la gente», acota Puelles, quien esclarece el marco teórico del proyecto: «No hay una evolución de la belleza, sino una evolución del gusto, de la sensibilidad del gusto. Lo que entendemos por belleza permaneció casi inalterable desde el siglo V a. C. hasta finales del XVIII. Sin embargo, entre finales del siglo XV y principios del XVI se produce lo que llamo el 'asalto a la belleza'».

Entonces Puelles regresa al comienzo de lo grotesco: el hallazgo de la Domus Aurea bajo el suelo de Roma. «A partir del XVI empiezan a gustarnos cosas que ya no participan de esa gran idea de belleza. Lo importante no es el descubrimiento de la vivienda edificada por Nerón en el siglo I y de sus pinturas decorativas, lo importante es que esos elementos se convierten en el gusto de moda», esgrime el profesor de la UMA.

«Cosas grotescas existían antes, pero no existían ni el término ni la manera de abordarlas, porque no eran del gusto general. Esos motivos ornamentales de la Domus Aurea que copiaron algunos artistas de la época se canonizaron en su vertiente más dulce, menos crítica y oscura, hasta llegar a las paredes del Vaticano de la mano de Rafael», acota el director del MPM.

Ese gusto se propaga con la velocidad de la moda, con su poder para descafeinar cualquier esencia. Sigue Puelles: «A la vez que vamos avanzando en los tiempos modernos, cuanto tiene lo grotesco de inquietante va quedando esterilizado bajo la forma de la monería, de la 'bagatelle' del siglo XVIII, un tipo de decoración que permanece hasta nuestros días».

Y salta Lebrero: «Yo diría que una deriva de ese grotesco ornamental lo encontramos ahora en la tarjeta postal que vemos por todos lados y que tiene algo de resto ornamental de lo que puede ser la arquitectura de una ciudad». Entonces Lebrero se queda un instante pensativo. Y bromea: «No hay postales en la exposición, ¿eh?».

Se va animando el diálogo entre director y profesor. Ambos coinciden, por ejemplo, a la hora de desterrar la definición de un artista o una corriente como grotesca o feísta. «Esas no son categorías estilísticas, no están presentes en la Historia del Arte. Son categorías del gusto, de la sensibilidad», sostiene Puelles. «Y eso -hila Lebrero- nos permite unir en la exposición determinadas obras, determinados artistas que habitualmente no casan pero que en un momento determinado, se encuentran».

¿Cuáles son esas nuevas relaciones entre autores que plantea 'El factor grotesco'? Lebrero sonríe y no suelta prenda. Emplaza a la inauguración de mañana en el MPM. Quien quiera descubrirlas, tendrá hasta el 10 de febrero para visitar el montaje. Un proyecto que, según sus promotores, no es una «exposición de tesis» -expresión que causa especial desagrado en Lebrero- sino una exposición de hipótesis: «No partimos de una convicción, sino de una intuición que tratamos de poner en pie».

Evolución y mutación

¿Y qué intuición es esa? A grandes rasgos, consiste en comprobar cómo a través de lo grotesco, de su evolución y mutación, puede trazarse una historia de Europa. «Cuando uno pasea por los corredores de lo grotesco se descubre la Historia de Europa y todas sus mascaradas», apuntala Puelles. «Basta con mirar alrededor para comprobar que nunca como ahora la rana quiso ser tan gorda como el buey», remacha el profesor de Estética en alusión a la fábula de Esopo.

Unas «zonas oscuras» del arte, en palabras de Lebrero, por las que pasea 'El factor grotesco'. «Junto a lo grotesco comienza lo barroco, lo feo, lo bizarro.», adelanta Puelles. El profesor de la UMA marca el comienzo del discurso en la Divina Comedia de Dante, en la pérdida de la naturalidad, de la inocencia, en la caída en desgracia del ser humano: «Lo grotesco se desarrolla a través de tres vectores: lo ornamental, lo abismático o terrorífico y lo risible o caricaturesco».

Tres caminos de senderos que se bifurcan y que trazan el planteamiento de 'El factor grotesco'. «Hemos partido de una genealogía que intuíamos y a la hora de articular la exposición hemos comprobado que unas se confirmaban y que otras salían al descubierto», añade Lebrero mientras Puelles espera su turno para salir al quite: «Se ha intentado componer un coro en el que, al mismo tiempo, cada obra tenga voz propia». Y de nuevo Lebrero: «Es una exposición más para aprender de ella que para buscar el regocijo estético».

El gusto dominante

Un proyecto que, según Lebrero, no habría podido realizarse hace, por ejemplo, 50 años, cuando propuestas como 'El factor grotesco' «no estaban en la ideología dominante de los museos». El director del MPM recuerda que hace medio siglo no se habían publicado los estudios de Wolfgang Kayser o Frances Connelly -esta última participa en las conferencias que acompañan a la exposición del MPM- claves en su opinión para entender lo grotesco en el arte. «Y además, era difícil también porque no estaba el gusto dominante de los museos, porque no se hubiera aceptado, al menos en mi opinión, poner en la misma exposición determinada obra de Leonardo da Vinci con Picasso. Eso sí ha evolucionado en este tiempo», según Lebrero.

Así que el montaje que mañana abre sus puertas en el MPM se presenta como una mirada a la historia de Europa, pero también como espejo y tensiómetro del mundo actual: «Estamos en un tiempo en el que lo grotesco emerge constantemente. Ahí tenemos fenómenos como el de Lady Gaga, que bien podría estar en esta exposición», reflexiona el director del MPM.

Una intención por tomar el pulso de lo actual, por ofrecer el museo como lugar de reflexión sobre el pasado, pero también sobre el presente y el futuro, que marca la ambición de 'El factor grotesco'. Lo resume Lebrero: « Se trata de una apuesta de museo que no va a lo seguro y que se dirige a un espectador que sabe cómo llegó pero que no sabe cómo saldrá. Por eso tenemos una gran curiosidad por ver cómo va a reaccionar la gente». La respuesta, a partir de mañana en el Museo Picasso Málaga.