análisis

Cambio de partitura en el Sinaí

Testigos confirmaron la novedad de que aviones participaron en el ataque, especialmente en Sheik Zuaid, baluarte de los yihadistas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Más de veinte activistas islamistas armados murieron en las últimas horas en la zona fronteriza entre Egipto, Gaza e Israel tras la entrada en acción de fuerzas militares egipcias desde el atardecer de ayer. Los tiroteos esporádicos seguían esta mañana y no hay un balance oficial sobre el total de muertos.

Testigos presenciales confirmaron la novedad de que aviones participaron en el ataque, especialmente en Sheik Zuaid, considerado un baluarte de los yihadistas, mientras fuertes contingentes de policías y militares con medios blindados peinaban la zona y en El Cairo el gobierno y el ministerio de Defensa coordinaban el esfuerzo de explicación informativa sobre los hechos, que suscitan cierta confusión y polémica entre el público.

Lo sucedido es en primer lugar una obvia respuesta al ataque sin precedentes de milicianos – políticamente no identificados pero con seguridad procedentes de Gaza – del domingo pasado, cuando murieron 16 guardias fronterizos egipcios acribillados mientras tomaban su cena de ruptura del ayuno por el vigente Ramadán. Los terroristas en dos vehículos intentaron entrar en Israel y en los enfrentamientos subsiguientes murieron varios de ellos cuyos cuerpos fueron repatriados al lado egipcio con una velocidad inusual.

La exhibición de autoridad

El incidente es muy grave en sí mismo, por el elevado número de bajas y el recurso a fuertes medios militares, pero su importancia es aún mayor en términos políticos: es el debut del gobierno islamista del presidente Mursi ante el crónico problema del orden público y la vida diaria en una región inestable que parecía casi fuera de control desde la caída en enero del año pasado del régimen del presidente Mubarak.

El goteo de incidentes y de muertes, los atentados contra el gasoducto, el auge del contrabando y la indisciplina creciente de las comunidades beduinas que campan por sus respetos habían aumentado de modo espectacular, pero el desorden reinante en El Cairo y la indefinición institucional daban alas a los rebeldes. Con todo ,el gobierno islamista de Gaza, con el primer ministro Ismail Haniya, del Hamas y “hermano musulmán” como el presidente Mursi, mantenía el orden en Gaza y el problema era más propiamente egipcio. Pero el comando que mató el domingo a los militares egipcios procedía de Gaza y llegó por los túneles excavados con éxito durante años para burlar el cierre de la frontera.

El gobierno egipcio sabe que, con toda probabilidad, los milicianos que abrieron la crisis el domingo no son militantes del Hamas, es decir, hermanos, sino de organizaciones menores y mucho más radicales, como la Yihad Islámica o los “Comités de Resistencia Popular”, pero ni Haniya en Gaza-ciudad ni mucho menos Mursi en El Cairo podían aceptar sin más el desafío. Es probable que aunque sin gran placer, el presidente aceptara rápidamente la propuesta de los militares, el ministro de Defensa mariscal Tantaui y el jefe del Estado Mayor, general Sami Anan, de responder enérgicamente.

La retaguardia política

Con todo, la animadversión de la calle egipcia hacia Israel es tan profunda que aún se digiere mal que su ejército mate a milicianos árabes que intentaban, aunque torpemente, lanzar un ataque en suelo israelí. En realidad es políticamente incomprensible que para hacerlo mataran a 16 egipcios que cenaban tranquilamente. Los uniformados, que organizaron ayer un funeral de gran empaque en honor de los fallecidos, propusieron, pidieron o tal vez exigieron una respuesta rápida y contundente.

El presidente Mursi no acudió al funeral, aconsejado por sus asesores de seguridad, y la reacción popular mezcla la rabia de la mayoría con la comprensión de los medios informados sobre la necesidad de asentar al nuevo régimen – relativamente nuevo, a falta de nueva Constitución y de fin de toda presencia militar orgánica en el gobierno – y de hacerlo creíble y en ejercicio de su legítima autoridad.

Más al fondo está, además, el hecho de que la situación en la península del Sinaí como un todo y la seguridad allí es un test para evaluar política y diplomáticamente la nueva situación. El gobierno de Gaza condenó sin vacilar las muertes del domingo y prometió duplicar la vigilancia de los extremistas y en Washington hay satisfacción. En Israel siguen los hechos con una atención sin precedentes y aunque se felicitan en tono menor por la conducta egipcia, no se hacen ilusiones: el gobierno islamista mantendrá su política de paz fría a que obliga el Tratado bilateral vigente… si no termina, una vez bien asentado, por proponer un referéndum sobre si debe ser mantenido en los términos actuales…