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El placer de dejar de ser la primera dama

Para Sarkozy dejar la presidencia es perder el poder, pero para Carla Bruni significa recuperar su propia voz

MADRID Actualizado: Guardar
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Qué siente una primera dama cuando deja de serlo. ¿Se entristecerse por abandonar un lugar privilegiado? Lejos de ello, para aquellas que tienen una profesión puede significar la recuperación de un espacio propio, es decir, el regreso a una existencia personal, basada en sus aspiraciones más que en las impuestas por el lugar de su marido.

En nuestra cultura, la primera dama casi siempre aparece junto a su cónyuge en los actos públicos. No ocurre lo mismo con los esposos de las primeras ministras, a los que no se les pide que las acompañen en eventos oficiales. Como son hombres, se les supone una vida propia más allá de la de ellas, aunque sean presidentas. Ni siquiera sabemos cómo se llaman. ¿Acaso solemos ver al marido de Angela Merkel acompañándola? Sobre ellas se habla a veces más que sobre sus maridos, pero siempre acerca de cómo van vestidas o peinadas y si eso da o quita votos. Pocas veces nos interesamos por lo que piensan.

¿Perder o ganar?

Mientras que para el hombre dejar de ser presidente representa perder el poder, para su mujer puede representar ganar el poder de hacer algo que no tenga relación con su marido.

Tomar la palabra como mujer puede ser un placer para algunas cuya subjetividad ha quedado oculta para ponerse al servicio del puesto que ocupaba su pareja. Nadie las ha elegido, excepto su marido y, sin embargo, representan a su país. Ellas han elegido a un político y saben lo que conlleva. A muchas les gustará colaborar y utilizar su puesto para realizar las funciones que no podrían llevar a cabo si no compartieran la vida con un hombre que tuviera tanto poder. El primer país en utilizar el título de primera dama, para distinguir a la anfitriona de la Casa Blanca, fue EE.UU. Debido a su influencia, se ha extendido a otros países. Muchas esposas de presidentes han tomado un papel muy activo en la política y algunas, como Hillary Clinton, han hecho carrera. Así pues, dejar de ser la primera dama se sentirá como una pérdida o como una ganancia en función del placer que les proporcionara la permanencia en ese segundo plano al que también llegan muchos de los privilegios del poder. La última ex primera dama de la que tenemos noticia es Carla Bruni. ¿Qué sabemos de ella?

Experiencias pasadas

Carla Bruni se casó con Nikolas Sarkozy hace cuatro años, al poco de ser nombrado presidente de Francia. Nacida en Turín hace 44 años, su familia se instaló en Francia cuando era una niña. Su padre, Alberto Bruni, fue un hombre de negocios, con una gran fortuna, y compositor de ópera. Su madre Marisa Borini, 15 años menor que él, era actriz y pianista.

Cuando Carla tiene 26 años de edad, muere su padre y su madre le revela que su padre biológico se llama Mauricio Remmert, que contaba 20 años cuando Carla nació, ya que era 17 años menor que ella. Curioso vaivén en relación a la edad a las parejas de la madre. Primero elige a un hombre mucho mayor, con el que tiene dos hijos, y después inicia una relación con uno mucho menor, de la que nace Carla. Sin embargo, vuelve con el primero y Alberto Bruni adopta a Carla y la trata como a una hija más.

¿Qué efectos tiene en el psiquismo descubrir que el padre biológico es otro del que siempre has pensado? ¿Por qué no se le dijo la verdad? ¿Por qué se le informó precisamente cuando su padre había muerto? ¿Cómo vive una hija enterarse de que la han querido como tal a sabiendas de que no lo era? En una de sus últimas entrevistas, Bruni dice: "La muerte, lo real, es lo que te hace cambiar. Ser la esposa del jefe del Estado no supone un cambio profundo". Ciertamente, la muerte del padre, cuando los hijos son jóvenes, marca mucho. Solo tres años más tarde, abandona el mundo de la moda y se dedica a la música y empieza a componer canciones. No le habían puesto palabras a la verdad sobre su origen, pero ahora iba a hacerlo ella misma a través de sus canciones para decir lo que sentía, quién era, hacia dónde iba.

Al poco de enterarse de que su padre biológico era otro distinto del que ella creía, mucho más joven que su madre, tiene su primer hijo con un hombre siete años más joven que ella. ¿Se identifica acaso con su madre? Cerca ya de los 40 años se casa con Sarkozy, 12 años mayor, una diferencia parecida a la de su madre y el que ella consideró siempre su verdadero padre, Alberto Bruni, que tenía poder económico, mientras que Sarkozy tenía poder político.

Una situación especial que ha tenido que vivir como primera dama es que ha sido madre por segunda vez. Además, colabora con The Global Found, que se dedica a luchar contra el sida. ¿Una forma de recordar a su hermano mayor, Virginio, muerto de sida a los 46 años? Además son las labores sociales y humanitarias las que las primeras damas realizan más.

Ser primera dama coloca a cualquier mujer en un lugar por el que debe pagar un precio. "Cuando se tiene el honor y la responsabilidad de representar a un país –dice Carla–, se deja de hablar en nombre propio". Aunque también tiene su lado bueno: "Es una aventura extraordinaria que no pasa por mí sino por Nicolas. He hecho viajes apasionantes, he tenido encuentros excepcionales". En estas declaraciones, de algún modo Bruni se contradice, el hecho de acompañar a su marido también pasa por ella y, desde su lugar, la vida le va dejando experiencias que no hubiera tenido de no ser primera dama.

La sucesora de Carla Bruni, Valerie Trierweiler, pareja de François Hollande, aclaró en una entrevista: "Yo no elegí tener una vida pública. Yo elegí a François". "Pero me adaptaré", añadió. En esa adaptación que las primeras damas hacen a la situación de su marido, siempre se les exige mucho más que a los consortes de las primeras ministras. ¿Por qué?

La mirada psicológica

Volver a tener voz propia. Dejar de ser la primera dama puede ser un regalo para alguien como Carla Bruni, ya que podrá volver a aquello con lo que se identifica. "Yo soy música", comentaba en una revista. Ha anunciado que sacará un disco pronto y que comienza una gira en diciembre. Hasta los 26 años, no pusieron palabras a la verdad sobre su origen. Poco después se dedicó a componer canciones y tomó la palabra para decir quién era. Curiosamente, la primera canción que se le conoce se llamó "Alguien me ha dicho que nuestras vidas no valen gran cosa". Ahora parece que es ella la que quiere decir algo, cantando. Ha sido criticada, ensalzada... Carla Bruni puede vivir como una liberación dejar de ser un escaparate sobre el que los demás ponen sus fantasías y volver a ser alguien que dice lo que quiere. Ante la salida de su nuevo disco ha declarado: "Ahora el álbum puede salir con total libertad, sin ser examinado a través del prisma político". Vuelve a tener palabra propia. (Más información en MujerHoy.com)