FERIA DE ÁBRIL

Jugando con el toro bajo la lluvia

Padilla regresa a la Maestranza compartiendo cartel con 'El Cordobés' y 'El Fandi', protagonista de la tarde

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Ayer el cartel de Sevilla era el cartel de la felicidad, la tradicional corrida pop de sábado de feria. Pero, tras un primer toro muy soso que mató un Cordobés algo cabizbajo, irrumpió la lluvia y el vendaval en La Maestranza, convirtiéndose la tarde en algo no sé si más feliz, pero seguro que más interesante y auténtico. Con el ruedo progresivamente empapado y las líneas de picar tiñendo el albero de rojo, los tres toreros adquirieron un repentino aire de cowboys, de personajes de Howard Hawks batiéndose con el toro y los elementos. Padilla que es intuitivo para todo lo que tiene que ver con el corazón y la épica, lo vio muy claro, y cedió uno de sus pares de banderillas a un colosal Fandi que retrocedió lo indecible carrera atrás con el toro, para colocar un grandioso par en los medios de auténtico poder a poder.

Qué gesto de torero el que tuvo Padilla pidiendo ayuda en la consecución de la gloria a quien sabe mejor que él en este arte de banderillear. El toro se vino abajo en el tercer tercio, pero la tarde subía en interés a medida que arreciaba el diluvio. Y es que lejos de tener que simular sobriedades, la lluvia permitió a los toreros mostrar su personalidad más genuina y torera. Ya en pleno río rojo, Fandi devolvió el gesto a Padilla, para banderillear a la par. Pero lo bonito no fue que compartieran los palos, sino que compartieron el albero. El Fandi se dejó llevar por su infantil energía y se puso a jugar con el toro, colocándolo en los terrenos a pecho descubierto, haciendo el quite a golpe de zancada y cerrando el tercio con un sobresaliente par al violín. La faena del Fandi fue caótica y poderosa, desde las chicuelinas y trafalleras con las que recibió al toro, hasta los derechazos de rodillas con los que inicio su faena de muleta. El toro, el mejor del encierro de Torrestrella, se sumó al juego acudiendo embarrado a los toques de un Fandi, no puro, no sobrio, pero sí alegre de repertorio y siempre jugando con el toro al amparo de su valor y condición atlética. En días como ayer uno piensa que si el canon de la tauromaquia fuera la plena gracia apolínea y atlética, el puro juego, El Fandi sería uno de los escogidos. La estocada fue de ley y el trofeo otorgado generoso pero a la par legítimo.

El Cordobés lidió su segundo bajo un imparable vendaval que no le permitió ni un instante estar cómodo, y en esto precisamente estuvo la gracia de la faena. Y es que al Cordobés se le presentó la dificultad de someter a un toro en el sentido más literal de la palabra. Había que aguantar una muleta progresivamente calada que el viento quería arrancar de las manos, había que no tropezarse en un ruedo fangoso, y además había que salir indemne de las acometidas imprevisibles de un animal que perdía el rumbo de la embestida al resbalar sus pezuñas. Era necesario el juego y la lucha con el toro y el Cordobés hizo todo eso y, por ello, se puede decir que se portó como un auténtico matador de toros, con todos los adjetivos honorables que esta expresión conlleva. Lo mismo, podemos decir del señor del western taurino, el heroico Juan José Padilla, quien se quiso comer a su quinto de la tarde, toreando en puro Padilla, tal y como anunciaron sus largas cambiadas y sus eléctricas chicuelinas. El toro se desfondo en el fango, para desesperación de este torero que no imagina la tarde sin el triunfo. Nada grave, Padilla cabalga.

El sexto del Fandi fue la confirmación de que el torero había entendido la tarde. De nuevo los recortes, las rodillas en el suelo, las banderillas puestas en plenitud de gracilidad y entrega. En En definitiva, los juegos con el toro. Buscó el Fandi la emoción en el último tercio de todas las maneras, pero el animal pronto se hundió en el pozo en el que se había convertido La Maestranza, aun así, tras otra fantástica estocada, hubo petición de oreja, bien denegada, y una merecida vuelta al ruedo bajo el diluvio. La lluvia no estropeó la tarde. Al contrario, gracias a ella La Maestranza se convirtió en Río Rojo, para poder ver a El Cordobés, Padilla y Fandi como lo que son, matadores de toros.