iPic Theater en Boca de Ratón. Un camarero sirve sus bebidas a unos espectadores que ya ordenaron su cena en Florida.
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Hoy cenamos en el cine

La alfombra roja le espera a la entrada. Alguien recoge su abrigo, le lleva a la sala y sirve una copa. Está en el cine

SAN SEBASTIÁN Actualizado: Guardar
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Ahora que todos sabemos que las películas pueden verse no ya en casa, no ya en el televisor y ni tan siquiera ni tan solo en el ordenador sino también en los dvds portátiles, en los móviles, los iPods, iPads, Smarts o tabletas, distribuidores y exhibidores cinematográficos buscan mil maneras de reinventar el acto de ir al cine, a las películas, el 'go to the movies' que dicen británicos y neoyorquinos; nuestro 'hacernos un cine'. La tecnología digital ha propiciado el bombazo representado por la retransmisión de grandes óperas a las cuatro esquinas del planeta y ha atraido a las salas a un público que considera la buena música en un entorno agradable y con unos parámetros de calidad bien altos un puro y adorable acto social.

Pero no va a ser únicamente la ópera lo que devuelva a los cines su importancia suprema como lugar de ocio y placer. De sitio al que ir no solo a ver una película sino para encontrarse, ser agasajado y mimado. Para beber cócteles deliciosos y degustar exquisiteces culinarias creadas por chefs que han bajado de sus restaurantes-templos y cocinan para tí antes de que la sesión empiece.

Un ejemplo: estamos en el 225 de la Ku'Damm, una de las avenidas principales de Berlín. Estamos a la puerta del Astor, una de esas salas magníficas que, aunque haya perdido otras como el Gloria o el Alhambra (donde, por cierto, se proyectó una película sonora en 1922, ¡cinco años antes del estreno de 'El cantor de jazz'!) ha conservado y recuperado muchas: Colosseum, Urania... Hay una alfombra roja a la entrada, porteros uniformados en las esquinas y una iluminación de gran estreno. Pero la Berlinale acabó, Angelina Jolie ya estuvo aquí, lo vimos en los periódicos; e 'Intocable', el filme que clausuró el Zinemaldia 2011 y arrasa actualmente en Euroopa, lleva ya una semana en cartel.

No, no es noche de gala. Los porteros, la alfombra, las luces son maneras de seducir al espectador. De decirle que eso nunca lo tendrá en casa ni, hoy por hoy, existe aplicación tecnológica que le permita bajarse tanta clase, distinción o glamour. Pase. Recogerán su abrigo o su paraguas inmediatamente. Si ha llegado en coche, se lo aparcarán en el parking privado del cine. Tome, aquí tiene su copa. Acompáñenos a la sala. O contemple la exposición sobre los viejos cines de Berlín que adorna el vestíbulo. Acomódese en la butaca. ¿Quiere un reposapiés? ¿Le encendemos la luz, íntima, recatada, de la mesilla colocada en su reposabrazos? Durante los anuncios, el camarero tomará nota de lo que desee tomar. Pero acaso en esta 'film lounge' no haya anuncios. Entonces, usted habrá podido acomodarse en la sala treinta minutos antes de la sesión. Para degustar la copa gentileza de la casa y leer sobre la película programad.

No, claro. Todo lo que la carta ofrece está pensado para su comodidad y la de quienes le rodean. Platillos que no hacen ruido, sin salsas que manchen la cara piel de las butacas ni, faltaría más, su ropa. Por supuesto, puede dejar encendida su lamparilla. No, no molesta. Su luz es especial, muy tamizada. Como las de emergencia pero más cálida. ¿Prefiere que le tomemos nota para cenar después de la proyección? En el restaurante del hotel cercano. No,nosotros pasamos el aviso al maitre. Les esperarán, no hay problema. Saben perfectamente a qué hora acaba la proyección. Disculpe, aquí tiene su cerveza Berliner Kindl Jubiläums acompañada por estas pequeñas boulettes (albóndigas franco-berlinesas) suavemente picantes. La sesión va a comenzar. Sí, en Alta Definición. Disfrute, meine Dame, mein Herr...

Carne con jalapeño

Así sucede todos los atardeceres en Berlín. Y en Munich. Y en Ginebra. El cine entendido como un compendio de placeres absolutos y no solo como algo que se te escurre entre los dedos en un escaso par de horas. Pasas la tarde en una ceremonia oficiada en torno a una película. Una película que, huelga decirlo, no es un trozo de celuloide cualquiera. En el Astor se estrenó 'Cisne negro'. En estos Premium Kinos se ha degustado 'Drive'. Y los domingos, en matiné, acompañados con un brunch, un buen café o una taza de chocolate, los grandes clásicos. En febrero ofrecieron 'La hija de Ryan'. Doscientos seis esplendorosos minutos y un aperitivo.

Esa es la manera europea de reconvertir el cine en gala y orgía para los sentidos. La neoyorquina presenta variantes pero mismo objetivo: en ningún otro sitio podrás vivir lo que vas a experimentar en este bar y en este cine. O en este cine que es restaurante. O en este comedor con cine. En Nueva York quien te aconseja y te sirve tu copa puede ser una enóloga ganadora del premio Food&Drink y no hay nada que supere esa chapiata rellena de carne aderezada con jalapeño que sirven en el Elinor Bunin Film Society antes de recuperar 'Fausto' de Murnau con música en directo.

El espectador programa

Regal Entertaiment, AMC y la ya citada iPic Theaters, tres grandes de la exhibición cinematográfica en USA, han apostado fuerte por esta idea de la cine-cena. Más de 400 de sus salas ofrecen película y menú tras haber acondicionado su espacio y butacas a esta penúltima aventura. Los costos pueden ser altos. La remodelación del Astor berlinés obligó a sus propietarios a un desembolso de 800.000 euros. Ya los han amortizado.Por ejemplo con fastuosas sesiones durante las fIestas navideñas. Pero cuando en 2010 tomaron la decisión de convertir ese Film Palast en una Film Lounge, todos les creyeron locos.

Como a los dueños del Astor ginebrino cuando pensaron que habría gente que quisiera reservar toda el edificio y sus servicios (proyeccionista, acomodadores, camareros) para ver en compañía de amigos, clientes o ese socio extranjero a quien hay que agasajar antes de firmar un contrato, la película soñada y acompañarla con platos de cangrejo ruso y medallones de buey de Kobe. Y sí, hubo ciudadanos y empresas que alquilaron el Astor. En nuestas cercanías, hermoso es el café de Le Select de San Juan de Luz que ofrece sopas y ensaladas a un paso de sus salas. Y el Corner, pegadito al Trueba donostiarra. Pura cuestión generacional: los adolescentes no pisan los gastro cines. Prefieren los multis, las palomitas sin queso, el refresco con gas y los vestíbulos donde jugar con las máquinas.