Fran Carreras, profesor de ESADE experto en redes sociales, analiza la figura de Steve Jobs. / Vídeo: Michael McLoughlin / Virginia Carrasco
ANUARIO 2011 | TECNOLOGÍA

Adiós al corazón de la manzana

Steve Jobs falleció tras una dura lucha contra el cáncer que no le impidió revolucionar los sectores de la música, la telefonía móvil y el de las tabletas

MADRID Actualizado: Guardar
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Steve Jobs siempre pretendió tenerlo todo bajo control. Que estuviese todo bien atado, incluso después de su muerte. Intentó adelantarse a cualquier eventualidad e incluso dejó preparada la respuesta para el día que sus hijos se preguntasen realmente quién era su padre. De ahí nació el encargo a Walter Isaacson que forjó, tras un sinfín de encuentros, la biografía del difunto padre de Apple. El lanzamiento editorial -pocas semanas después de su fallecimiento- completó el puzzle con las piezas más personales del que fuese uno de los mayores prestidigitadores tecnológicos de todos los tiempos. Afloraron entonces sus rarezas y sus excentricidades. Se conoció que cuando arrancó su batalla contra el cáncer se encomendó a la homeopatía o que el actual avance de Google despertaba en una reacción marcial y que estaba dispuesto a gastarse todo su dinero para acabar con su rival de Mountain View.

Estas son algunas de las pinceladas de la faceta más extraterrestre de Jobs. Detalles que han ayudado a alimentar la leyenda que se ha forjado alrededor de su figura. El cataclismo emocional que vivió la fiel parroquia de Apple fue tan grande como singular. En cuanto la compañía de Cupertino dio el anuncio de su fallecimiento el pasado 5 de noviembre, las muestras de pésame se sucedieron a lo largo y ancho del planeta. Su clientela volvió a mostrar su devoción llenando las tiendas de mensajes e improvisados altares, mientras que miles de personas compraban uno de los productos de Apple como si de una reliquia se tratase. Pero las condolencias llegaron más allá ya que numerosas autoridades a lo largo y ancho del planeta, incluidos sus más acérrimos enemigos, reconocieron el legado que dejaba el genio de Palo Alto tras su desaparición.

El sentimiento, en líneas generales, es casi unánime: de una manera u otra Steve Jobs fue vital en la configuración del actual paradigma de la industria tecnológica, especialmente gracias a su labor en su segunda etapa en la empresa que él mismo fundó. Una época que coincidió con el despegue de Apple hasta la posición cuasi hegemónica que ostenta hoy en día. Un éxito que se ha basado en tres pilares: la revolución de la industria musical, la reinvención del teléfono móvil y la creación del mercado de las tabletas. iTunes, el servicio de venta de música por Internet, fue una sólida base sobre la que se sustentó el lanzamiento del iPod en 2001. Aquel hito "que permitiría llevar más de 1.000 canciones en el bolsillo" supuso el inicio de los años dorados de la compañía de Cupertino. El iPhone llegaría en 2007. El dispositivo introdujo en el mercado un nuevo concepto de lo que se podía hacer con un teléfono. Las llamadas de voz y los mensajes comenzaron a convivir en los terminales con las posibilidades que ofrecía la conexión a Internet, algo que ha obligado, entre otras, a las grandes teleoperadoras a replantearse su modelo de negocio para adaptarse a la era de los 'smartphones'.

El capítulo más reciente fue el del iPad. No fue un invento de Jobs, pero tanto él como su equipo rediseñaron este concepto y lo llevaron a una nueva dimensión que, a pesar de nacer como un estadio intermedio entre el móvil y el ordenador personal, ha terminado por consolidarse como un instrumento autónomo. Todavía está por ver el alcance de la tableta de Apple, que ya prepara su tercera entrega, de la que aún no se sabe si será una actualización de la segunda versión. De momento, Apple ha conseguido situarse como la referencia en un encorsetado mercado en el que nadie ha conseguido lanzar un producto alternativo al iPad, un logro que para muchos analistas está más cerca de Samsung que de otras marcas. Revisando el imaginario colectivo recupera la primera etapa de Jobs y Apple, que duró hasta 1985, cuando su principal obsesión fue humanizar los ordenadores y hacer de ellos una tecnología amigable para el común de los mortales. Mucho menos mediática resultó ser su etapa fuera de la compañía que mordió la manzana, a pesar de haber estado involucrado en los estudios Pixar, uno de los referentes de animación cinematográfica de la industria cultural de hoy en día.

¿Fin de una era?

Simplemente, para Apple, Jobs lo supuso todo. Un líder que impregnaba con su esencia hasta el último de los lanzamientos, por los que solía mostrar un interés obsesivo. Los títulos bursátiles parecían una extensión genética del fundador de la compañía. Las dudas de los inversores fueron siempre en paralelo a los rumores sobre su salud. El debate sobre la sucesión terminó de destaparse en agosto, cuando anunció que renunciaba al cargo de consejero delegado que pasaría a ocupar Tim Cook, el hasta entonces brazo ejecutor de sus proyectos e ideas. En ese momento y más aún tras su fallecimiento, muchos invocaron el caso de Microsoft y la complicada transición del reinado de Bill Gates al gobierno de Steve Ballmer, que llevó a perder ocho valiosos años en mercados como las redes sociales o la telefonía móvil. El equipo que acompañó a Jobs durante los últimos años sigue intacto.

La factoría cuenta ahora con un gobierno en el que están Philip Schiller al frente de todo lo relacionado con el marketing; Jonathan Ive, el ingeniero encargado de moldear los dispositivos de la compañía; y el responsable de programación, Scott Forstall, que se ha ocupado de unificar todo el software del universo Apple. Todos ellos cuentan ahora con una peligrosa arma de doble filo: el legado del carismático Steve. En el corto plazo, parece ser una herencia que beneficia a los planes respecto a mercados como el de la telefonía o las tabletas, donde cuentan con opciones y liderato consolidados. Sin embargo, las dudas aparecen a la hora de afrontar revoluciones futuras, como puede ser la de la televisión inteligente. Muchos son los que esperan impacientes a ver cómo responden Cook y sus gregarios a los retos de una competencia cada vez más feroz y experimentada.