Imagen de archivo de Murillo.
lucha antiterrorista

Murillo, en estado puro

La juez pacense volvió a montarla con uno de sus comentarios poco ortodoxos dirigido a los acusados

MADRID Actualizado: Guardar
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De nuevo Ángela María Murillo Bordallo, en estado puro y a pesar de las serias advertencias de sus superiores por su incontinencia verbal en los juicios contra ETA. La juez pacense volvió a montarla con uno de sus comentarios poco ortodoxos dirigido a los acusados. Una de esas frases que le están convirtiendo en la magistrada más mediática de la Audiencia Nacional, incluido club de fans en Facebook. Pero también uno de esos exabruptos que provocan que el Supremo eche para atrás los juicios que preside por subjetividad manifiesta. Su única defensa, esta vez, es que el comentario fue captado por un micrófono ‘traicionero’ y no fue una expresión voluntaria y pública.

Aun así, en la Audiencia Nacional dan por seguro que la defensa de los presuntos asesinos del concejal José Javier Múgica Astibia recurrirá ante el alto tribunal si el fallo es condenatorio alegando los prejuicios de la presidenta. Y ya se temen que los magistrados del Supremo obliguen a repetir el juicio, como ya hicieron el pasado febrero cuando anularon la sentencia de dos años de cárcel contra Arnaldo Otegi por enaltecimiento a ETA durante el homenaje a un etarra, al entender que Murillo había exteriorizado "un prejuicio acerca de su culpabilidad.

En aquel juicio por el homenaje al preso José María Sagarduy, Murillo instó a Otegi a decir si condenaba “rotundamente” la violencia de ETA. Cuando el exlíder de Batasuna le dijo que no iba a responder a esa pregunta, ella respondió un sonoro:"Ya sabía yo que no iba a responder". Los rifirrafes en aquella vista oral en enero de 2010 fueron continuos. De aquel juicio son las famosas frases de “¡A mí como si bebe vino!” (cuando la abogada de Otegi pidió agua para su defendido) o las de “¡la Sala no ha entendido ni papa!”y “¡ vamos a traducir esto y luego veremos lo que hacemos» (a cuenta de los problemas con la traducción del euskera al castellano).

Aún después de recibir la amonestación del Supremo, la naturalidad castúa de Murillo ha seguido brotando en la sala de vistas. El pasado junio, durante el proceso de ‘Bateragune’, la juez se mostró especialmente cuidadosa con Otegi, pero no con el resto de los acusados. Entonces le espetó a la procesada Miriam Zabaleta si “un tiro en la nuca a seres inocentes es violencia política”. También la tomó con el portavoz de la izquierda abertzale Rufi Etxeberria, a quien le preguntó si tenía algún interés en la causa. Etxeberria admitió que su deseo era que todos fueran absueltos. "Entonces, usted de imparcial poco, ¿no?", fue la respuesta de la juez.

Igualmente sonada fue su intervención en el juicio por el asesinato del guardia civil Juan Manuel Piñuel, cuando cortó de raíz el alegato final del jefe del ‘comando Vizcaya’ Arkaitz Goikoetxea, mientras usaba su turno para hacer una glosa de los “objetivos políticos y sociales” de ETA. “¡Ya vale de objetivos!¡ Si eso es de lo que va a hablar, puede volver otra vez dentro!” (de vuelta a la cárcel).

Brillante trayectoria

Mucho menos conocida que sus desafortunadas frases es su brillante trayectoria profesional. En abril de 2008 se convirtió en la primera mujer en presidir una sección de la Sala de lo Penal, la Cuarta, de la Audiencia Nacional. A principios de los noventa también fue la primera mujer en ser magistrado en el tribunal de la calle Génova.

De su puño y letra son sentencias históricas contra el narcotráfico como la de los casos Nécora, Charlín o Temple.

Juez desde 1980, soltera y sin hijos, ejerció en San Sebastián y en Valencia, antes de ser inspectora delegada del Consejo General del Poder Judicial y antes de llegar a la Audiencia Nacional. Sólo unos años después de desembarcar en los tribunales, en 1997, se descubrieron los planes de ETA para matarla en una cafetería cercana a los juzgados donde cada mañana desayunaba.