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Luis Alfonso, rey de Francia

La boda monegasca le ha colocado la corona que antes le fue negada por el resto de casa reales europeas y también, claro, por la república gala

MADRID Actualizado: Guardar
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Su Alteza Real Monseñor Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú, duque de Anjou y jefe de la Casa Real de Borbón de Francia. Legítimo sucesor de la corona como Luis XX. Ahí es nada. Y sin corona. Bisnieto de Alfonso XIII y de Francisco Franco. Poco más hay que añadir. Y sin palacio. Primogénito varón de todos los descendientes de Enrique IV, el primer Borbón de la dinastía de los Capetos designado para ser entronizado. Y sin reino.

Así se dibuja, en medio centenar de palabras, la carta de presentación de Luis Alfonso de Borbón. Nunca se le ha escuchado reclamar lo que los monárquicos legitimistas franceses piden cada equis tiempo para él. Sí que acude a sus llamadas, sí que acepta el tratamiento que entiende le corresponde. Pero en su infancia, juventud y ahora madurez le han hecho ver, unos y otros, que su destino no está ligado a regir los designios de nuestros vecinos franceses. Y así, sin engaños ni sueños vacíos, va trazando su día a día. Hasta que, claro, alguien vuelve a recordarle que nació en cuna real.

Y ese alguien ha sido ahora Alberto de Mónaco. Envió el príncipe ya desposado más de 4.000 tarjetas de invitación. Las cursó a todas las casas reales europeas. A todas. La respuesta, ya se sabe, de lo más variada. Y una iba dirigida al rey de Francia. Sí, Mónaco le ha colocado la corona a Luis Alfonso de Borbón que antes le fue negada por el resto de casa reales europeas. No es uno de ellos. No lo consideran un igual. Guste o no. No ha sido convidado a las bodas de los herederos. A ninguna. Bueno, la de los príncipes de Asturias no cuenta. A la catedral de la Almudena entró del brazo de su abuela, la marquesa de Villaverde, como primo segundo de don Felipe. Y, sobra decirlo, otro tanto de lo mismo ocurrió el día que dijo "sí, quiero" a Margarita Vargas. Allí los miembros de familias reales brillaron por su ausencia.

Un rey sin corona. Sin palacio. Sin reino. No es el único, pero sí al único al que la realeza europea le ha cerrado las puertas. Nada que ver con los también reyes sin trono de Grecia y sus herederos. Que, ellos sí, son unos más. Y eso que reinan desde Londres en el país heleno. Pero Luis Alfonso, rey de Francia (con permiso de los Orleans, claro, pero es otra historia), sí es padre de príncipes. Inscribió a su primogénita como Su Alteza Real la princesa Eugenia de Borbón, al igual que años después hizo con sus gemelos Luis y Alfonso. La familia crece. Y es real, aunque no todos reconozcan que son Reales.