El primer ministro heleno sufre las quejas de sus compatriotas. / Archivo
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Papandreu, el Atlante del euro

El primer ministro se ha convertido en el hombre clave para evitar que la quiebra griega provoque un terremoto en la economía europea

MADRID Actualizado: Guardar
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En la mitología griega, el dios Atlante era el joven titán que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros con los pilares que mantenían a la Tierra separada de los cielos. Hoy, el primer ministro Yorgos Papandreu es el encargado de sostener el cielo de la quiebra de Grecia y evitar que se desplome y hunda en el atraso y la miseria, no solo a miles de ciudadanos helenos, sino a también a amplios sectores de población de esas naciones europeas que muy finamente se nos califica de ‘periféricos’.

El dirigente socialista, al igual que su país, está atado a un destino trágico en el que no tiene opciones: un nuevo plan draconiano de ajuste que impondrá severos sacrificios a la mayoría de los griegos o la quiebra que puede suponer mayores sacrificios aún y un recorrido por el desierto entre los parias económicos del mundo. Pero Papandreu no está solo en este drama. Europa tampoco tiene opciones: se salva Grecia o el euro se va al garete y las siete plagas del desplome financiero se ceban sobre la UE, con especial incidencia en los más frágiles, entre ellos España.

Mientras, los mercados, o sea los acreedores de lo que debe Grecia, mantienen la soga tan apretada como vaya el asunto, según sus intereses: si los ajustes progresan y Papandreu va salvando los obstáculos en el Parlamento de su país, se afloja un poquito, las bolsas suben y la presión de la deuda baja levemente, pero a la menor temor aprietan y vuelven los temblores y el rechinar de dientes. Se nos dice que ellos no son los culpables. El sistema y la vida son así. Tú pides dinero prestado y tienes que devolverlo. No hay vuelta de hoja. Si no, se cierra el grifo y ahí te las arregles.

Dosificar el castigo/sacrificio

Sin embargo, una regla de oro en estas cuestiones es que si se quiere recuperar el préstamo no puedes ahogar al deudor con unas condiciones imposibles de cumplir, por muy tramposo y fullero que haya sido. El FMI y la UE tienen que dosificar el castigo/sacrificio, en este caso a Grecia, para evitar el desenlace fatal, pero ¿cómo? Muchos analistas y no precisamente apocalípticos dan por hecho que la economía griega no tiene capacidad para pagar y tarde o temprano quebrará.

En este panorama, el papel de Europa tampoco ha sido muy eficaz. Sus parálisis y la falta de recursos ante este tipo de situaciones han quedado al descubierto. Se trataba de remar en una dirección única, pero los problemas domésticos de cada país han llevado a una falta de acuerdo, incluso con la tormenta sobre nuestras cabezas, que hacen temer lo peor. El mes de julio es la fecha tope, al menos de momento: si Papandreu no logra encarrilar los nuevos préstamos, los rayos y los trozos de cielo comenzarán a caer.

Mientras, al fondo del escenario de la tragedia griega, ‘indignados’ manifiestos y otros sufrientes más silenciosos consideran que algo no funciona en el sistema de democracia liberal. Las crisis periódicas y los terremotos financieros que se van produciendo de forma cíclica y con efectos cada vez más destructivos parecen darles la razón. Para otros, es una cuestión de funcionamiento, de violación de las reglas de juego, de la corrupción de las normas en las que debe desarrollarse. Está claro que hay que corregir, ajustar y ahorrar, pero ¿dónde, cómo y por cuánto tiempo?