Televisión

César Millán, el psicólogo de los perros de Beverly Hills

Creció pobre en México y fue espalda mojada. Ahora educa a los perros de Oprah Winfrey y Nicholas Cage y da clases en Yale

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Antes de ser una superestrella, vivió su propia vida de perros. Nació en 1969 en una noche en la que un huracán arrancó el techo de su vivienda. Creció en un rancho de Sinaloa (México) dentro de una casa de adobe, cruzó la frontera perseguido por la Policía, se arrastró por las calles de Estados Unidos, sufrió el racismo, la miseria y los trabajos para esclavos. Se sobrepuso y triunfó en la vida. Ahora, César Millán –chaparro, dientes blancos, ojos grandes y mirada directa y amable–, ha revolucionado el mundo de los animales en televisión con un ‘show’ y un imperio canino alrededor de su marca. En 105 países del mundo ya saben de su manera de chistar a los perros, de cómo tocarles en el cuello para distraerles y cómo subordinar a una fiera de cuatro patas. En España le espera semejante club de fans que ha conseguido llenar en dos ocasiones el Palacio de Congresos de Madrid con su espectáculo la semana pasada. Ahora, prepara un nuevo programa con la productora madrileña Vértice360 (‘El Hormiguero’) que se llamará ‘El líder de la manada’.

En su manera decidida, directa y al tiempo humilde que tiene de moverse, de sonreír y de mirar a los ojos, es un líder nato. Lo saben los humanos, pero antes lo sabían ya los perros. Sua, la labradora del reportero no reconoce a los famosos por la calle pero, durante la entrevista, lucha tumbada por debajo de la mesa para arrastrarse centímetro a centímetro hasta colocar su cara sobre el zapato del maestro. Hay algo en él que cautiva y convence a perros y humanos con tanta fuerza que hoy, en cualquier parque de barrio, todos saben el evangelio de la educación del perro: «Ejercicio, disciplina y cariño», siempre en ese orden para sanar «cuerpo, mente y corazón». Hasta el último recién llegado conoce su misión de erigirse en el líder indiscutible de su manada, aunque esté compuesta por él mismo y un yorkshire de kilo y medio. Entre los arbustos, se escuchan los característicos ‘¡Sh!’ de Millán, que todo ‘quisque’ usa para domar a sus fieras.

En los últimos años, le han visto lidiar en las casas de los americanos con un ramillete simpático de problemas: chihuahuas venidos del infierno convertidos en armas de destrucción masiva, rotweillers con mucha mala baba, labradores que destrozan casas de millones de dólares y perros callejeros con el único objetivo vital de perseguirse la cola.

–¿Qué ha aprendido de ellos?

–Sinceridad, autenticidad, claridad, honestidad, dulzura, lealtad, respeto, esperanza y autoconocimiento. El perro te conoce mejor que cualquiera, mejor que tú mismo. Hay mucha gente que camina por la vida sin saber qué energía proyecta al mundo. El perro la percibe perfectamente. También me han enseñado a olvidar.

–¿Olvidan más que los humanos?

–El perro siempre olvida si lo trataste mal. Todos los días te da una oportunidad, no como el humano, que está en guerra porque no olvida, no sabe... Tampoco sabe lo que es el amor incondicional, y el perro sí. Ese amor a toda costa es la demostración de la existencia de Dios para los que no creen en él. El perro es un embajador de Dios.

El dueño del sofá

Millán no enseña a comportarse a los perros. Los rehabilita, y a quien entrena es a los humanos. Se le ocurrió una tarde cuando paseaba varios animales en California y entró por primera vez en una de las casas de los dueños «para ver cómo vivían en Estados Unidos. Llamé a la puerta y abrieron una rendija, supongo que porque pensaban ‘este mexicano viene a robar’». Dentro, escuchó un taconeo de pies y ladridos y al mirar por la ventana, se dio cuenta de que tres humanos entablaban una lucha a brazo partido contra un perro pequeño. Lo redujeron y por fin logró entrar en la casa. «Suéltenlo», gritó. La orden atravesó las paredes y llegó al interior de la casa. El bicho se le vino «volando bajo» y cuando todos se sentaron alrededor de la mesita del té, el animal estaba tirado boca arriba en el sofá. «En ese momento me di cuenta de que no tenía que entrenar a perros, sino a las personas». Cuando llegó a EEUU se encontró un mundo que no conocía. Los dueños se ataban las correas a la cintura y se agarraban a los troncos para evitar que les arrastrase un pomerania del tamaño de un zapato. «Yo paseaba con mi manada detrás, sin atar y no sabía que aquello era ilegal». Así lo hacía en el ranchito de Sinaloa, en su anterior vida. Acompañaba a su padre a por leña, a por agua y a cuidar del ganado y en las horas de soledad, César se puso a susurrar a los perros del rancho, después a los del rancho de al lado y al final a todos los del pueblo, que le acabaron siguiendo por el polvo de los caminos como a un flautista de Hamelin, versión mexicana. Los dones de algunos son defectos para los demás: en aquella aldea mexicana nunca entendieron esa relación casi mágica y les resultaba anti higiénico: ‘el perrero’, le decían.

Apestado en su pueblo, a los 21 decidió volar. «Me voy al norte». Y se ‘brincó’ la frontera con los cien dólares que juntó su padre. Perseguido por la Policía, en Estados Unidos vivió el infierno de los espaldas mojadas: poco dinero y mucho racismo.

Después de vagar por las calles comiendo ‘hot dogs’ a 60 centavos, consiguió un trabajo peinando perros. Por el primero, le dieron 60 dólares, con los que se compró unos vaqueros y una camisa nueva, y le dejaron ducharse donde bañaban a los canes. Más tarde viajó a Los Ángeles, la meca del éxito y allí consiguió un ‘curro’ limpiando perreras. Quería aprender a entrenar animales; aún no sabía que sería él el profesor. Un empresario le contrató para sacar brillo a limusinas y le presentó a sus amigos ricos con mascotas. Comenzó a trabajar con ellas. Su don innato apareció en un reportaje, y de ahí a la fama y a la tele. Consiguió calmar los alaridos del cocker de Oprah Winfrey, tranquilizar a las mascotas de Nicholas Cage y Ridley Scott y a ‘Rocco’ el perro de Jada Pinkell, mujer de Will_Smith, que le pagó un año de clases de inglés. También trató a ‘Beast’, el perro del fundador de Facebook, Mark Zuckenberg, con el que prepara su ‘Dogbook’. Les ayudó a ellos y a centenares de personas anónimas mientras millones de espectadores, acostumbrados a darse de cabezazos contra la pared cada vez que su cachorro se desayuna los mejores zapatos del armario, se preguntaban cuál es el truco detrás de las cámaras. Lo que no se ve. Y lo hay: durante la entrevista, entre toma y toma, Millán se pasa por la ropa un cepillo anti-pelo. No más.

–¿Cuál es el mayor error en la manera de tratar a los perros?

–Humanizarlos, hacerlos humanos para nuestro gozo emocional. Hoy mucha gente no tiene hijos, sobre todo en las familias en las que todos enfocan su vida al trabajo. En ese caso, el animal pasa a ser el sustituto del hijo y sufre las consecuencias de encarnar al bebé de alguien, pese a que él esté contento con lo que es. Queremos a los caballos, pero no los hacemos humanos, y a los delfines... Jane Goodall adora a los chimpancés y lucha por ellos, pero no los hace humanos. Querer a alguien es respetar su identidad. El perro te acepta como eres, no te quiere cambiar, él sólo quiere que seas tú mismo.

De canes y personas

En lugar de convertir al perro en persona, es el propio Millán el que se hace perro, se comporta como el jefe y los animales le siguen. Se convierte en el líder de una inmensa manada que vive en su centro de Psicología Canina de Los Ángeles, con capilla budista y hasta centro de relajación. Allí recupera a perros agresivos, ansiosos, temerosos y mascotas con problemas varios. Con su imagen vende casi de todo: tres millones de libros (‘Cómo criar al perro perfecto’ es la ‘biblia’ de los que adoptan un cachorro), además de deuvedés, piensos y hasta collares diseñados por él mismo.

No sólo sabe de canes, también de personas. «Lo curioso es que, cuando estoy delante de la tele, siento que no solo calma a los perros, sino también a mí», reconoce María Elena, espectadora fiel del programa. La prueba de su capacidad para influir en el estado de ánimo es que Millán ha participado como conferenciante en la prestigiosa Universidad de Yale y ha preparado junto a la institución un programa en un millar de colegios para trabajar junto a los perros con estudiantes con problemas. En España, tratará de hacer algo parecido. A partir del otoño, en un nuevo programa Millán trabajará recogiendo animales para personas que necesitan terapia. Se llamará ‘El líder de la manada’ y aportará soluciones para evitar los sacrificios en las perreras. Millán quiere que el programa sirva para demostrar su propósito en la vida. Hasta ahora, el perro ha sido el mejor amigo del hombre; él busca que el hombre sea, por fin, el mejor amigo del perro.

'Daddy', el pitbull tranquilo que cuidó de sus dos hijos

César Millán se encontró en Estados Unidos a ‘Daddy’, un pitbull canela del rapero Redmen que padecía cáncer. Millán decidió pagarle el tratamiento y lo adoptó. El animal se convirtió en su perro preferido y le ayudaba a calmar a los canes más agresivos. ‘Daddy’, la estrella peluda de ‘El encantador de perros’, poseía autoridad y una energía tranquila. Juntos no necesitaban palabras ni órdenes. «Él era un pitbull y yo un mexicano en un país en donde no se habla bien de los pitbull ni de los mexicanos. Los dos juntos abrimos muchas puertas», cuenta César Millán, que recuerda cómo también ‘Daddy’ crió a sus dos hijos. «Fue una superniñera». Hace un año, la edad y las enfermedades se llevaron a ‘Daddy’ después de 16 años de vida. Admiradores de todo el mundo le rindieron un homenaje.