RUTA QUETZAL

Un 'máster' en el infierno verde de Tabasco

Una durísima caminata por el bosque tropical y la llegada de la tormenta ‘Álex’ ponen a prueba la resistencia rutera

TAPIJULAPA Actualizado: Guardar
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La caminatas son el alma del Ruta Quetzal. Pero nadie entre los más veteranos ruteros recordaba una tan intensa, dura y exigente como la que se realizó el domingo en la jungla lluviosa tabasqeña. Bajo un diluvio contumaz que no envidiaba al universal, y el corazón de un infierno verde, el Parque estatal del Sierra en la región de Tacotalpa, en corazón de Tabasco, los ruteros se lanzaron a conquistar el recóndito centro del parque, Agua escondida, una zona protegida de una apabullante biodiversidad. Una hazaña sin cuento.

Lo que debía ser un marcha 'dura' de ocho horas para cubrir veinte kilómetros se convirtió en una caminata infernal y épica de más de doce en la que quetzales, jaguares y águilas -los tres grupos de expedicionarios- hicieron un expeditivo 'máster' en supervivencia y superación en un tiempo récord y que no olvidarán jamás. Para complicarlo todo, a la salida de la imponente foresta lluviosa aguardaba la tormenta tropical 'Álex' que barre el Golfo de México.

Monos aulladores

En el Campamento de Kolem Jaa', a orillas del crecido y amenazante río Oxolotlán, antes la salida del sol, toca diana un atronador concierto de monos aulladores. Los gritos de los guacamayos y unos truenos telúricos advierten a la muchachada de la que se les viene encima. 'Kolen Jaa' quiere decir 'la grandeza de agua' y hace honor a su nombre. El campamento se había rendido al poder del líquido elemento y era directamente un pantanal. Hacía horas que la humedad había calado más allá de los tuétanos.

Llovía sin descanso como sólo lo hace en bosque húmedo tropical en esta zona de Tabasco, con uno de los índices pluviométricos más altos de mesoamérica y con puntos en los que diluvia todos y cada uno de los días del año. La logística se complica y la puesta en marcha se retrasa mas de un hora, un lastre que pesará como un losa sobre una larguísima jornada en la que algunos expedicionarios rotos por el esfuerzo tardarían hasta 16 horas en recuperar la posición horizontal.

Desde el inicio de la marcha los senderos eran 'meros' barrizales. En los compases iniciales de la marcha se suceden los resbalones en cadena. Una mezcla de agua y sudor empapa de las coronilla a la punta de los dedos a toda la comitiva atacada sin piedad por mosquitos talla XXL. No dejó de diluviar un sólo segundo, de modo que se recordaban con alivio los días de Veracruz y sus 45º a la sombra.

Enseguida llegan las crisis de 'junglofobia', las de impotencia, temor a los ofidios o a las amenazantes umbrías y las de nervios. Hubo alguna renuncia, y las crisis se atajaron con tanto cariño como acierto por unos monitores que se ganaron el sueldo con pundonor, muchas ganas y responsabilidad.

Pero todo se haría más y más complicado. Los responsables sobre el terreno de esta Ruta Quetzal BBVA 2010 -Andrés Ciudad y Jesús Luna- habían realizado una aproximación en febrero para comprobar que la senda era practicable y que el nivel de dificultad era el adecuado. Cuatro meses después la exuberancia de la naturaleza había borrado y obstaculizado senderos y el agua había inundado los que no estaban dominado por la vegetación. Hay que abrirse paso a golpe de machete y contra el tiempo.

El momento de mayor tensión llegó al cruzar un río que sólo uno días antes era un sendero encharcado. El agua supera el metro y medio. El temor se apoderó de los ruteros menos animosos y de menos envergadura, pero no había más remedio que cruzar. Cuatro horas después del inicio, era un punto de no retorno. Brazos al cielo con la mochilas en alto y una hilera humana cruza las aguas heladas. Macutos que escapan y navegan. Cámaras de foto y vídeo inservibles. Llantos, gritos y una tensión que se muda en júbilo solidario cuando la serpiete rutera alcanza el 'confortable' al otro lado.

Toboganes de lodo

La lluvia se intensifica. La tormenta tropical 'Álex' que coleó por todo el Golfo de Yucatán regala más y más agua. Antes de llegar, ha causado nueve muertos en países vecinos, bajo la amenaza cierta de convertirse en huracán de nivel 1 y ganarse el título de primero de la temporada. Las piernas se hunden hasta las rodillas en el fango en algunos tramos y cada paso es un esfuerzo titánico. El ascenso es penoso y el descenso peligrosísimo por los constantes resbalones al borde de altísimas y frondosas cortadas. La mejor solución para bajar es echar el culo a tierra y rebozarse en los toboganes de lodo para evitar una culetada fatal con fractura de coxis. Todo empeora cuando los toboganes son torrenteras.

Jesús Luna, director de campamento, se afana en coordinar la marcha y que el ánimo no decaiga. Tarea difícil, cuando los problemas aumentan. Se acumula el retraso y la noche puede convertir la jungla en una trampa. Las culetadas, resbalones y golpes se contaron por centenares. Por fortuna el 'parte de guerra' no registrará mas que algunas un torcedoras, unas cuantos esguinces, decenas de rozaduras con lianas zarzas de todos las especies y moratones por todas partes. Una evacuación con un herido grave hubiera sido dificultosísima.

Libres de la jungla, en el poblado de San Manuel, una marea de jóvenes enlodados chapotea en un poza para sacudirse el lodo. Aún quedan otros cinco kilómetros para llegar a los buses y más de un hora para el campamento. Muy pasada la medianoche, el agua hace imposible dormir en las tiendas. Hay que buscar refugio en la hacienda donde los últimos grupos se instalan pasadas las dos de la mañana.

Pronto aúllan de nuevo los monos. A las seis tocan diana. La ruta continúa con mucho sueño y agotamiento camino de Campeche, pero ese es ya otro diluvio.