MEDIO AMBIENTE

La plaga de la procesionaria inunda los pinares de la provincia

Expertos señalan que el cálido invierno ha provocado que las orugas aparezcan con meses de antelación en los espacios forestales y en parques

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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«Son numerosos los avisos de vecinos que han detectado ya estos ‘bolsones’ de oruga procesionaria tanto en parques públicos como en propiedades privadas. Y es que, las temperaturas tan suaves que estamos teniendo este año ha hecho que este proceso se adelante», comenta Daniel Gómez García, biólogo y responsable técnico de la empresa de exterminio gaditana Coplagas.

Los pinares de la provincia luchan estos días contra una pesadilla en fila india. La procesionaria -se llama así porque sus protagonistas se desplazan formando perfectas hileras- ha atacado este año más fuerte que nunca. Un paseo basta para detectar sus nidos de ‘seda’ blanca por la zona. Las elevadas temperaturas del mes de enero han propiciado la temprana aparición de la procesionaria, una plaga silenciosa que lleva años perjudicando los pinares.

La oruga se ha adelantado algunas semanas. De hecho, hace días que están bajando en procesión por los árboles, un ciclo biológico de esta oruga que suele suceder durante los meses de febrero y marzo.

Tener la presencia de las procesionarias cerca no produce graves daños físicos a las personas, «es más la molestia que causa que los daños que puedan llegar a producir a la salud. La larva sufre cinco pasos de perdidas sucesivas de su envoltorio que van dejando un rastro urticarizante, a modo de pelillo aterciopelado, que es la misma que la que utiliza una medusa en el mar», comenta el doctor Francisco Moreno, alergólogo de la Clínica Dr. Lobatón de Cádiz. Reconoce que cualquier individuo tiene una respuesta alérgica al contacto con la oruga, «que son muy urticantes». Sin embargo, en los alérgicos, que suman las fechas primaverales, con que el mínimo contacto de esta oruga hace que el grado de su enfermedad se haga más grave, «debido a su efecto meramente urticante, por lo que aumenta la irritación de la piel». El doctor indica que el tratamiento es muy similar al que se suministra a los pacientes de al alergia común.

«Es más la molestia que causa que los daños que puedan llegar a producir a la salud»

La realidad es que en los pinares de Chiclana o El Puerto no es una situación nueva. Los ciudadanos muestran su malestar desde hace ya días por la invasión de estos insectos que sufren en espacios públicos y parques de la ciudad. Como este año hay más, desde los Ayuntamiento de Chiclana y El Puerto, consultados por este medio, aseguran que han aumentado también los tratamientos. «Se han fumigado todas las zonas de pinos municipales de El Puerto y se ha reiterado la fumigación en zonas donde la reproducción no ha cesado», comenta Antonio Chacón, teniente de alcalde de Medio Ambiente de El Puerto. Explica que a pesar de estas acciones, desde el área se continúa vigilante en las múltiples zonas de pinares que tiene el término municipal para que no causen problemas a los ciudadanos, en especial a los niños y a los animales.

Según la empresa municipal Chiclana Natural, «el daño más importante lo hacen desde el final del invierno hasta mitad de primavera, cuando las orugas son más grandes y voraces. La defoliación rara vez produce la muerte de los pinos pero los debilita en gran medida, facilitando el ataque posterior de otras plagas. Los pinos pequeños sí se pueden llegar a secar. Los ejemplares existentes del casco urbano también se someterán a la desinfectación».

«Son muy urticantes»

Por su parte, Daniel Gómez indica que este año se ha notado un aumento de la demanda de los tratamientos por parte de administraciones públicas, ayuntamientos y Junta de Andalucía, «que nos requieren para tratar en pinares públicos y zonas urbanas con pinos, como son los colegios, comunidades de vecinos, o particulares». Reconoce que es muy difícil, o casi imposible, erradicar esta plaga debido a la gran cantidad de pinos que existen en la zona.

Utilizan «la aplicación de productos plaguicidas a los árboles, si se realiza en los meses de septiembre-octubre de la aparición de las orugas. Pero si queremos eliminarla ahora en febrero se utilizan productos más ecológicos».

«Este año se ha notado un aumento de la demanda de los tratamientos por parte de administraciones»

Esta plaga es la más importante del pino mediterráneo, que defolia sus hojas y que puede acabar devorando toda la masa arbórea. En las zonas de pinares, como el extrarradio costero, este tipo de incidencias se prodigan en mayor número.

Como dato, cada mariposa hembra puede depositar 200 huevos en la copa de un árbol, y cada una de las orugas que nazca lo hará con mil pelos, por lo que, cuando eclosionan, puede generar hasta nubes de pelillos urticantes. Si estos se introducen en en aparato respiratorio, el individuo puede sufrir afección bronquial. En todos los casos, y bajo la supervisión médica, estos síntomas se tratan con corticoides y antihistáminos, como puntualiza Francisco Moreno.

La oruga procesionaria, mortal para los perros

Esas orugas, que caminan una detrás de otra, como en procesión despiertan una gran curiosidad en las mascotas -y a veces de los niños- que se acercan a ellos con menos cautelas de las que debieran. «Los perros se las comen y se tragan todo el tóxico que contiene el insecto, con lo que llegan a sufrir una necrosis en la garganta y en la lengua», explica Federico Vilaplana, presidente del Colegio de Veterinario de Cádiz.

Lamenta que «en muchos casos los animales pueden fallecer por el contacto con estas orugas», por lo que hay que «intentar darse cuenta a tiempo» para evitar el roce de las mascotas con estos insectos. Reconoce que si los pelillos de las orugas entran en contacto con las mucosas o con los ojos de los animales, los síntomas suelen ser picores, urticarias y sensación de quemazón» y si la tocan «suelen comenzar a babear y a rascarse la zona de la boca». Además, «en algunas ocasiones la piel se daña y produce ampollas».

Ante este riesgo, Federico Vilaplana recomienda acudir cuanto antes a la clínica veterinaria y, si no es posible, «lavar la zona afectada con agua para diluir el tóxico».

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