El condenado, Juan Márquez Fabero, durante el juicio
El condenado, Juan Márquez Fabero, durante el juicio - A. VÁZQUEZ
TRIBUNALES

El parricida de Ubrique insiste en su inocencia

Juan Márquez, condenado a 45 años de cárcel por asesinar a sus dos hijos de 19 y 17 años, recurrirá la sentencia al TSJA

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Juan Márquez, el condenado por la Sala Octava de la Audiencia Provincial de Cádiz a 45 años por asesinar con alevosía a sus dos hijos en Ubrique, insiste en su inocencia. El considerado autor de uno de los mayores crímenes que se han producido en la provincia de Cádiz en la última década se aferra a la versión que mantuvo durante el juicio que lo condenó. Según aseguró, Juan Pablo, de 17 años y Laura, de 19, se mataron entre ellos en una pelea.

El procesado, que continúa en la prisión de Puerto II desde aquella madrugada fatífica del 6 de octubre de 2014, ha solicitado ahora los servicios de otra abogada quien actualmente está preparando el recurso de apelación a la sentencia condenatoria de la Audiencia para presentarlo ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA).

Ella es su quinta representante legal en dos años que ha durado el proceso judicial contra él. La letrada ha pedido la venia al cuarto abogado que ha tenido Márquez Fabero y que ejerció de oficio su defensa durante el juicio celebrado en octubre.

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Durante la vista, el comportamiento de Juan Márquez ya dio pistas de cuál podrían ser sus pasos futuros si era condenado. El procesado, que nunca tuvo intención de conformar con el Ministerio Público para rebajar su pena, siempre negó los hechos y exclamó ante el jurado por dos ocasiones y entre sollozos su inocencia. «¡No los apuñalé, se mataron entre ellos!».

Durante su declaración, Márquez Fabero insistió en una nueva versión que no había dado ni ante la Guardia Civil ni en la instrucción. Según repitió en varias ocasiones los jóvenes se asesinaron entre ellos pero, ante la ilógica de que ambos utilizaran un mismo arma y después ésta apareciera fuera de la casa, añadió un nuevo elemento: otro cuchillo, que se sumaba al de matanza que sí se encontró. Esta nuevo arma era un cuchillo de cocina «normal, más pequeño» que supuestamente habría utilizado Juan Pablo para defenderse de su hermana. Según explicó no había hablado de él antes porque no quería que su hijo quedara «como un asesino». «Pero ya no puedo más... Lo siento, hijo, pero tengo que contarlo. No voy a comerme ya este marrón...», llegó a decir ante el jurado.

De lo que ocurrió aquella madrugada poco se había conocido hasta el momento. Tras escuchar todos los testimonios ofrecidos, casi coincidentes, y las pruebas aportadas, sí se concluyó en la sentencia que el asesinato de los niños fue «cruel y atroz».

«Fue a matarla»

Las pruebas periciales ayudaron a poder montar paso a paso la escena. Según éstas que quedaron recogidas en la sentencia, en torno a las cinco de la madrugada, Juan Márquez se despertó, se vistió, dejó el pijama en el bidé, cogió un cuchillo de matanza que tenía en el armario de su cuarto y se dirigió a la habitación de la chica. «Fue a matarla», sostuvieron los forenses. Y con ese ánimo, «y en la oscuridad de la noche», se acercó a su cama. Pero falló. La puñalada que le asestó en el cuello no fue definitiva. La joven se resistió y comenzó a gritar. Se defendió «como pudo» con las manos y con todo. De ahí que de las 26 heridas que tenía en su cuerpo, once de ellas fueron defensivas. La sentencia consideró que en el asesinato de la niña hubo alevosía y ensañamiento.

Sus gritos los escuchó su hermano. Juan Pablo se despertó y fue en su auxilio. Intentó frenar a su propio padre pero terminó encontrando la muerte. Según las pruebas forenses, falleció en el pasillo, donde el presunto asesino le dio hasta 18 puñaladas. De ellas, dos fueron las más graves, una mortal, de degüello causada desde arriba hasta abajo y por la espalda tras oprimirle la cabeza contra el suelo (reflejado en las lesiones abrasivas en su cara) y otra en el tórax que «le atravesó totalmente el pulmón». Todas ellas también producidas por el mismo cuchillo, además de numerosas lesiones defensivas. «Su fallecimiento fue mucho más rápido porque su sangrado fue mayor».

Mientras, la joven logró escapar por unos instantes aunque finalmente también cayó. Llegó hasta el rellano, allí fue donde la encontraron los vecinos «casi irreconocible» y con rastros de haber estado luchando hasta el final. Según la autopsia, la joven sí sufrió una larga agonía. Además de las graves heridas que le hicieron sangrar y hasta vomitar, «tuvo que ver como moría su hermano».

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Sin embargo, Juan Márquez aseguró que fue él mismo quien al ver que estaban peleándose les quitó los cuchillos y, al comprobar que se habían matado, sintió «vergüenza» y salió corriendo. «No lo aguanté, sólo quería morirme y fui a ahorcarme en el campo», afirmó. Ya en el camino, sangrando abundantemente por una pierna, tiró los dos cuchillos al campo y unos guantes de látex que, como aseguró, había usado su hija pero que nunca se encontraron. «Laura lo que quería era matarme a mí», llegó a decir. «Mi hija nunca quiso que yo tuviera novia. Quería que me muriera solo», declaró al respecto de su nueva relación sentimental.

Sin embargo, otros testigos aseguraron que Juan Márquez actuó en venganza después de que Juan Pablo y Laura le recriminaron que los tenía abandonados y desasistidos, mientras que pagaba «gastos y caprichos» a su novia.

Por su parte, la familia de los jóvenes asesinados y el letrado que representa al Ayuntamiento del municipio también han presentado sendos recursos de apelación ante el TSJA. En él, no piden ningún cambio en la resolución judicial respecto a los años de prisión impuestos al filicida, sino que solicitan que Juan Márquez no pueda regresar a Ubrique cuando cumpla la pena o en el caso que en el transcurso de su ingreso penitenciario obtenga algún permiso carcelario, por un período de diez años (el máximo que permite la Ley).

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