GADITANOS EN LA TRAGEDIA DE ECUADOR

«No sé cuánto tiempo duró el temblor, estábamos en pánico»

Paco Sánchez Barcia, gaditano de 33 años, cuenta cómo vivió el terremoto de Ecuador que ha acabado con la vida de casi 500 personas

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Paco Sánchez vive desde el pasado sábado pendiente del suelo. Este puertorrealeño, de 33 años, vio cómo las paredes se movían y el edificio completo temblaba en su piso de Guayaquil, la ciudad más poblada de Ecuador. El terremoto que ha acabado con la vida de casi 500 personas ha sido, con diferencia, su peor experiencia, «un momento absoluto de pánico». Así lo define. Sin adornos. Durante estos días escuelas y centros públicos están cerrados. La actividad se ha detenido en todo el país, que encaja como puede el duro golpe. Explica Paco que «la gente está aún en shock, nadie quiere salir de sus casas y las calles se han quedado desiertas». El terremoto lo sorprendió cuando esperaba a su pareja para salir a cenar.

Cuenta que ella se estaba arreglando mientras la esperaba en el salón y cuando todo empezó corrió hacia el cuarto. Allí se agazaparon buscando los marcos de las puertas y permanecieron quietos hasta que terminó. Admite que no sabe cuánto tiempo llegó a durar, pero «fue un momento absoluto de pánico».

«Todavía se buscan cuerpos entre los escombros y no tenemos noticias de lo que ha pasado en las zonas rurales, que son las más afectadas», dice. La información les llega a cuentagotas, más por lo que informan los medios extranjeros que por los propios. La tragedia le toca de cerca a este gaditano, pues hace dos años y medio que reside en este país del que es natural su pareja. Ella fue el motivo por el que abandonó sus aspiraciones como actor y guionista en España. «Mi novia y la falta de trabajo y de expectativas que teníamos allí», corrige. Entre lo menos malo y lo peor, se quedaron con lo primero.

«Todavía se buscan cuerpos entre los escombros y no tenemos noticias de lo que ha pasado en otras zonas»

Durante estos días está colaborando en la recogida de alimentos para los que han perdido sus casas. «De eso se están encargando colegios como el mío», asegura. Paco es profesor de teatro y periodismo, asignaturas que imparte en uno de los centros de Guayaquil desde que llegó. Por suerte, la zona en la que vive es segura y no ha sufrido demasiados daños. Le cambia el tono cuando se refiere a lo que están pasando los residentes en Pedernales, donde se localizó el epicentro. Cuenta que «en la provincia de Manabí se han caído ocho hoteles y la situación pinta muy fea». No sólo por la tragedia que queda detrás, sino por lo que se avecina. La falta de agua potable traerá consigo enfermedades y una enorme inseguridad.

Explica Paco que «al poco de que terminara el temblor se fue la luz y comenzaron los saqueos». Ellos optaron por quedarse en casa y evitar el riesgo en los primeros momentos. Desde entonces han pasado varios días, pero «nadie está tranquilo, seguimos en alerta roja y puede haber más réplicas». La comunidad española en Ecuador es amplia y se mantiene unida. Este gaditano tiene relación con media docena de compatriotas que trabajan también en la docencia. «Todos estamos ayudando en lo que podemos hasta que volvamos poco a poco a la normalidad», dice.

Y a 5.000 kilómetros de distancia, la familia sigue muy preocupada. Su primer impulso fue llamar a Puerto Real para que estuvieran tranquilos, pero cuando ocurrió el terremoto, en España eran las dos de la mañana. «Le mandé un mensaje por Whatsapp a mi hermana pidiéndole que le explicara lo ocurrido a mi madre antes de que encendiera la tele», pero no le dio tiempo a avisar y el susto fue tremendo. «Por suerte las líneas de internet han funcionado muy bien en la zona en la que estamos y no he tenido problemas para comunicarme», explica. Peor les ha ido a las provincias más afectadas, donde ya se están desplegando los dispositivos de las organizaciones de ayuda humanitaria. «Ecuador tardará años en recuperarse de esto, no sólo por la reconstrucción del país, que va a ser larga, sino para asimilar el recuerdo».

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