Tribuna

¿Dónde estuvo la ciudad de Tarteso?

CATEDRÁTICO DE PREHISTORIA Actualizado: Guardar
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Es ésta la pregunta que durante siglos numerosos estudiosos han pretendido responder y aún sigue debatiéndose. Tal es la importancia de este mítico o histórico topónimo, sobre el que desde hace más de dos mil años han surgido decenas de hipótesis acerca de la situación geográfica de la capital de este antiguo reino hispano, que aún yace dormida en algún lugar ignoto y que la arqueología va despertando con su perseverante metodología de investigación, menos romántica pero más práctica y acertada. Durante mucho tiempo el interés sobre Tarteso se centró en la búsqueda de una ciudad, o región, mencionada en textos griegos y romanos, faltándonos alusiones en la lengua fenicia, como hubiésemos deseado.

Pero el interés en la búsqueda de Tarteso se asocia también a un enigmático topónimo bíblico, Tarsis, y a la ecuación Tarsis-Tarteso, es decir, la Tarsis bíblica es la Tarteso occidental. Si esto es así, la ciudad o país formaría parte de la geografía e historia bíblica, su referencia más occidental en el confín del mundo conocido. Y concretamente en el suroeste de la Península Ibérica. En el Génesis -10, 4/5-, Tarsis es un antropónimo y aparece como uno de los hijos de Yaván, mientras que en Ezequiel -1,16- es una piedra preciosa, y en el Libro de los Reyes I -10,22- se refiere a la flota de Tarsis, o sea, a unas embarcaciones que navegaban a larga distancia. En ocasiones, en Crónicas II -20/36- Isaías -66,19- Ezequiel -27,12- y Jonás -1,3-, el término alude a un país o ciudad concreta. E incluso en el Salmo 72,100, una colección de poesías de carácter lírico, se alude al régimen monárquico de la ciudad en los siguientes términos: «Los monarcas de Tarsis y las Islas / ofrecerán tributos». Todas estas menciones a Tarsis se datan entre el año 1000 y el 500 a.C. Es lógico que muchos investigadores de prestigio hayan asimilado la Tarsis bíblica con la Tartessos occidental. Ecuación no resuelta por ahora.

Existe una amplia literatura -menos de la deseada- en las fuentes grecorromanas referentes a Tarteso. Extraña, no obstante, que el término no aparezca ni en Homero ni en Hesíodo, del siglo VIII a.C., momento en que debió tener su mayor auge. El poeta de la Odisea, se refiere sólo a los mercaderes fenicios que navegaban hasta Occidente, y Hesíodo, en la Teogonía, menciona la existencia de Eritía, una isla en el extremo del Mediterráneo -posiblemente Cádiz. ¿Por qué no mencionan Tarteso?. Quizás porque se trataba de ocultar esta región tan rica en la producción de plata, por razones de competencia comercial, o no tenían noticias de ella -cuestión improbable- o el topónimo no existía aún. Sin embargo, Estesícoro de Himera, que vivió entre los siglos VII y VI a.C., escribe que Gerión, un rey tartésico, nació frente a Eritía, junto a Tarteso, rica en plata. Y el poeta Anacreonte, hacia el 530 a.C., menciona explícitamente a Tarteso. Otros autores, de fines del siglo VI a.C., sitúan a Hércules y a Gerión en la región tartésica. Poco después, a mediados del siglo V a.C., el historiador Herodoto relata los viajes griegos, samios y focenses, a la ciudad de Tartesos y da a conocer a su rey longevo Argantonio. A partir de aquí las noticias son muy escasas y no las voy a mencionar.

Sin embargo, las referencias más utilizadas, y que más acogida han tenido para la localización de Tarteso, proceden del poema 'Ora Maritima', escrito por R.F. Avieno en el siglo IV d.C. que se sirvió de escritos muy antiguos y de un libro de viajes griego, perdido, del siglo VI a.C. Su interés reside en que someramente, y por primera vez, describe el paisaje donde se ubicaba Tarteso. El autor menciona al rio Tartessos, que fluye del Lago Ligustino y ciñe a la isla donde se alzaría la ciudad; pero este río no discurre por un solo cauce, pues en su margen oriental posee tres bocas mientras que «con dos veces dos bocas baña» la parte meridional de la ciudad. Por encima de la marisma -que es lo que se describe- se levanta el monte Argentario, o de la plata, desde el que el río arrastra el rico metal a las murallas de Tartessos. Todo este paraje lo flanquean, como guardianes, la fortaleza de Gerión y el cabo del templo. Así queda descrito el paisaje tartésico que ha constituido el fundamento de la búsqueda de la ciudad. Y de aquí, las diversas opiniones sobre su ubicación. Es decir, un rio sinuoso entre marjales, un lago, una montaña, rica en plata, una isla -asiento de la ciudad- y dos cabos -fortaleza y santuario- que la protegen.

Y una incesante búsqueda, con estos parcos y confusos datos paisajísticos, surgió desde los siglos XV-XVI hasta la actualidad, por diversos motivos. Me voy a referir solo a las hipótesis más actuales del siglo XX, que tuvieron como objeto la identificación de la ciudad y las características geográficas descritas por Avieno. Para resumir diré que A. Schulten la investigó con denuedo y sin éxito en el Coto de Doñana, en el Cerro del Trigo, Chocomeli, Pemán y Esteve Guerrero la situaron en Jerez, en las Mesas de Asta, Arenas. García y Bellido y Luzón Nogué en la isla de Saltés o en la propia Huelva, Carriazo Arroquia en El Carambolo o en algún lugar del Aljarafe sevillano, y otros en la Algaida, en la desembocadura del Guadalquivir. Una bibliografía amplia la identificó con Cádiz. Sobre ello hablaré en el próximo artículo. Y la duda continúa, mas la arqueología va cercando el enigma de este importantísimo topónimo occidental, en su realidad textual, material e histórica.