COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

EL CHINO DE SAN JUAN DE DIOS

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No se trata de nostalgia, porque no está en la melancolía la palanca que acciona el futuro. No se trata de ataduras con el pasado, porque no es ese el mecanismo que empuja el eje de este mundo. Por eso mismo, ni el reloj de la plaza de España, ni el templete que hay en la plaza Mina tuvieron nunca el privilegio del que gozan las olas blancas y negras de San Juan de Dios, configuradas por chinos que llevan ahí desde finales de los años veinte del pasado siglo como testigo de un pasado modernista perdido. No. No es el argumento de que cualquier tiempo pasado fue mejor el que mueve a los más de 1.200 firmantes en la campaña que han iniciado Cádiz Ilustrada y el Ateneo Virtual, sino el deseo de respetar y conservar lo que nos ha dejado la historia como un legado intangible pero material -no es paradoja- de nuestro ayer. Y porque en muchas ocasiones es la conservación o no del pasado la que nos va dando las claves del futuro, es por lo que desapareció el terrazo espantoso de la plaza de las Flores o el enlosado kitsch de Columela. Nadie los echó de menos cuando el granito alfombró nuestros pasos hacia adelante. La reforma de la plaza de San Juan de Dios debería contemplar un indulto para los chinos. Debería contemplarse la restauración completa del pavimento como una de nuestras señas futuras de identidad, las olas que llegan desde el puerto y se adentran en la ciudad. Aunque sea a un alto precio, deberíamos protegerlos. Porque todos sabemos de dónde vienen, y eso es una garantía de adónde nos van a llevar.