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Una oportunidad para España

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Un nuevo amanecer de liderazgo americano está a nuestro alcance». Estas palabras de Barack Obama, pronunciadas en Chicago delante de una multitud enfervorizada, reflejan bien la esperanza que su elección ha suscitado a ambos lados del Atlántico. Su impresionante victoria convierte el sueño de Martin Luther King en realidad, además de ofrecernos una lección ejemplar de dinamismo social y democracia. Es necesario ahora reflexionar en profundidad sobre las relaciones internacionales bajo la próxima Administración demócrata y, en concreto, sobre su papel con respecto a nuestro país, tras varios años de desencuentros a raíz de la salida de las tropas españolas de Irak.

Sobra decir que este futuro es muy complejo y requerirá esfuerzos de todos y cada uno de los sujetos internacionales con responsabilidades. El legado de Bush es nefasto por errores estratégicos de calado, fruto no sólo de una ideología simplista, sino también de una desconcertante incompetencia. Los retos son graves, desde un desafiante Irán, dos guerras o la crisis financiera; una agenda desalentadora, en palabras del diplomático americano Richard Holbrooke. Lord Palmerston afirmó una vez que las naciones no tienen amigos ni aliados permanentes, sólo intereses permanentes. Algunos avances desde 1945 (un orden internacional liberal fundado en Naciones Unidas, derechos humanos universales, etc.) cuestionan la plena validez de este principio. Pero lo cierto es que a veces hay intereses coincidentes y otras no. Y el verdadero test entre EE UU-Europa y EE UU-España comienza ahora.

Una Administración Obama-Biden representa, sin duda, una gran oportunidad de reforzar sólidamente el vínculo transatlántico en estos momentos decisivos. Resulta atractivo a oídos europeos el énfasis de Obama -que recoge su plan 'Un partenariado más fuerte con Europa para una América más segura'- en una diplomacia «directa», sin absurdas exclusiones apriorísticas, y por medio de la concertación en las organizaciones internacionales. Esta estrategia va a obligar a los gobernantes europeos a tomar decisiones difíciles de explicar a la ciudadanía, como el refuerzo de la misión de la OTAN en Afganistán, una de las cuestiones que potenciará el nuevo Gobierno. Y lo va a hacer hábilmente, de forma 'multilateral', eliminando así parte de los recelos de otros Estados en la era Bush.

En concreto, pedirá más recursos y más tropas para frenar el avance de los talibanes y afrontar también uno de los problemas de fondo: las redes de opio que financian los ataques contra soldados europeos y americanos. Un refuerzo que el ministro Moratinos ya parece descartar, en contra de las posiciones de otros socios cercanos de la UE. Quizá habrá que replantearse esta postura de cara a la cumbre de la OTAN en diciembre, en un contexto en el cual la ministra de Defensa, Carme Chacón, está hablando de aumentar las tropas españolas para misiones en el exterior. El hecho de que la Administración Obama vaya a ser más comprensiva con la voluntad de algunos Estados europeos -España entre ellos- de avanzar hacia la Europa de la Defensa apunta en la misma dirección. Europa, no sólo América, va a tener que comprometerse más. Es el precio por un mayor protagonismo en la paz y seguridad internacionales, como subrayaron en junio los ministros de Exteriores de España, Portugal y Francia.

Por ello, la victoria de Obama constituye tanto una oportunidad como un desafío. Habrá puntos en común y, con suerte, una mejor sintonía bilateral con nuestro país. Pero también persistirán divergencias (en lo que concierne a la ampliación de la OTAN, el escudo antimisiles...). Este nuevo período supone un reto para la propia política exterior española, que no siempre ha aportado los resultados esperados. En ocasiones, ha habido mensajes equívocos (con respecto a Venezuela o Cuba, por ejemplo) y a menudo abruptos virajes guiados por razones ideológicas. Una política, que pese a un positivo compromiso con la cooperación al desarrollo, no dedica tantos recursos a la acción exterior española en su conjunto, como muestran los Presupuestos de 2009.

No sólo tiene que cambiar EE UU y no bastan unas mejores relaciones personales. España, a poco más de un año para que asuma la presidencia europea, tiene ante sí una gran posibilidad de potenciar acuerdos con Estados Unidos, siendo interlocutor privilegiado con Latinoamérica, así como con algunos países mediterráneos y musulmanes. Puede, además, redefinir su papel en el nuevo entorno internacional. Como ha subrayado Zapatero, Europa y EE UU tienen una enorme responsabilidad en el siglo XXI. Un siglo muy real pero apasionante y donde a veces el idealismo, como nos ha enseñado el pueblo norteamericano, puede triunfar.