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Consuelo para idealistas

LA GLORIETA El ser humano es impertinentemente contradictorio. A una le frustra que no la lean, pero le inquieta lo contrario. La mañana del domingo un amigo descolgaba el teléfono para reprocharme: «¿Tú qué? Llamando a la abstención desde tu columna...» El pírrico fragmento de galleta de jengibre se levantó en armas en mi barriga. «Nooo, yo, sólo decía...» Balbuceé con un desagradable retortijón culpable. Una cuenta con demasiadas bofetadas de humildad como para creerse gurú opinativa pero la sola idea de que algún friki me recordara quedándose en casa el domingo electoral, me puso los pelillos de punta.

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Dentro de la ruidosa tropa del Criticón Medio existen dos tipos de individuos: los mudables y prácticos y los soñadores sin remedio. Yo, para desgracia de mis procesos estomacales, no pertenezco a la primera. Más que predicar con el ejemplo, mi vida se reduce a idas y venidas de sinsentidos y argumentos. Odiar a las esclavas de la imagen y estar suscrita a su biblia de dictámenes, detestar a los listillos y ser carne fácil del pedante, dejar de creer en el periodismo y prorrogar ad finitum esa oposición idílica con la que todos fantasean...

Desde mi amargo observatorio de injusticias, practico innumerables maneras de lamentarme mientras sigo atada a la esperanza de que un día el Bueno, el Justo y el Bello vengan en pandilla a partirle los dientes a todos los malos de la película.

El servicio de correos garantizará mi voto aunque me muera un día antes del esperado domingo. Mientras tanto, seguiré despotricando del sistema a ver si Dios me ofrece mil euros y, apurando el contrato por obras, arreglo el mundo. A estas alturas, una se queja pero no se rinde. Para pasar el trago siempre queda el consuelo típico: el de intuir que los crueles, mediocres, injustos y lametrompetas tienen la pilila pequeña. fvila@lavozdigital.es