TRIBUNA

Vísperas

Se ha reunido el Patronato de la Fundación Casas Viejas. Lo ha hecho cuando lleva casi un año de funcionamiento y en vísperas de cumplirse los 75 años de la matanza que conmocionó a la España de los años treinta y la de después. Un buen momento para recapitular. Recordemos que su presidente en declaraciones a la prensa, en aquellos días de gran repercusión mediática, afirmaba que la nueva institución venía a superar los «hechos puntuales» que hasta entonces se habían realizado para recuperar y dignificar la memoria de las víctimas. Se abría una etapa en la que la conciencia colectiva iba a ser reforzada con actividades académicas, de investigación e institucionales. Once meses más tarde veamos en qué estado están tales intenciones.

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Hay un hecho que destaca en sobremanera: la reciente adquisición por el ayuntamiento de Casas Viejas del solar que se supone albergó la choza incendiada de Seisdedos. Sin entrar en la cuestión del coste que ha supuesto, y si podían haberse utilizado otros mecanismos más adecuados, el caso es que se ha dado un paso irreversible para evitar cualquier intento de mercantilización de la matanza. Aunque ahora queda por ver la separación efectiva del complejo hotelero y su utilización como espacio público. Esperemos que no aparezcan sorpresas de última hora y que una y otra cosa satisfagan las expectativas levantadas.

También están los actos preparados para el próximo enero como, entre otros, la celebración de un congreso, la elaboración de una exposición permanente y ubicación física de la Fundación y, aún más allá en el tiempo, la edición de un libro para el 2009. De ellos destaca, y quizás sea el más importante, la representación de la obra teatral elaborada por Manuel Mateos Morillo y Manuel Ruiz Mateos, a partir del libro de Jerome Mintz, a cargo de la Asociación Cultural El Hijo de la Luna y dirigida por María Orellana. No sólo por el esfuerzo que representa y la inversión económica que supone sino por ser llevada a cabo por un grupo de personas del propio Casas Viejas. Un hecho que supone la verdadera implicación del pueblo con todo lo que ello significa. Una actividad que sigue la estela de las llevadas a cabo por el IES Casas Viejas como la edición del libro La Tierra, el homenaje al antropólogo norteamericano y las que tiene previstas para el año entrante.

Pero no hay día sin noche, ni luces sin sombras. Veamos dos: la ubicación del monolito, coronado con una escultura de Carlos Fraga y la implicación en la búsqueda de los restos de la desaparecida María Silva Cruz, Libertaria.

Las vicisitudes del recordatorio realizado por la CNT en 1983 se pueden seguir en el blog Desde la historia de Casas Viejas (http://historiacasasviejas.blogspot.com) que lleva adelante Salustiano Gutiérrez (ninguna relación familiar). En él, recientemente, se ha dedicado una encuesta entre sus visitantes sobre el lugar en el que debe estar: en el originario de la Alameda o en el actual de la plaza de los Jornaleros. El resultado ha sido abrumador sobre la restitución a su emplazamiento original. Tal como hace un año pedíamos por escrito a la fundación los historiadores que participamos en una mesa redonda organizada por la Asociación Ben Alud. Escrito que sabemos llegó a su destino aunque todavía las múltiples ocupaciones de sus miembros y lógicas carencias de infraestructura de la Fundación no le han permitido acusar recibo. Parece lógico que una de las actuaciones pioneras en el rescate de la memoria de la matanza reciba el tratamiento adecuado más allá de la adscripción de quienes la realizaran. Sería una buena señal de que el sectarismo no guía las actuaciones de una entidad como la Fundación creada con eso que llaman fuerte vocación pública.

Libertaria fue una de las miles de víctimas del terror implantado por los golpistas del verano de 1936 y todavía, como otras tantas, tiene la condición de desaparecida. Su muerte nunca ha sido inscrita y sus restos permanecen en un lugar desconocido. Por estos días se acaba de aprobar la llamada Ley de Memoria Histórica que, a pesar de sus enormes limitaciones -para ese viaje no haría falta tales alforjas- contempla, en diversos artículos, medidas e instrumentos para que las Administraciones públicas faciliten, a los interesados que lo soliciten, las tareas de localización, y, en su caso, identificación de los desaparecidos, como una última prueba de respeto hacia ellos. Que la Fundación, que cuenta entre los miembros de su Patronato al hijo de María Silva, encabezara las gestiones para que algo así se llevara a cabo sería una muestra de que no es una institución meramente formal y académica en el sentido más estrecho, sino viva y comprometida. Pienso que el compromiso de las administraciones gaditanas parece que permite abrigar esperanzas de que así sea como lo indica la reciente aprobación por la Diputación Provincial de una oficina encargada de la cooperación con los ayuntamientos para elaborar la relación de calles y plazas con denominaciones franquistas para su sustitución y proporcionar asistencia jurídica para la anulación de los acuerdos plenarios municipales que otorgaron distinciones a personas relevantes del franquismo.

El conocimiento es fuente de libertad. Para ejercerla hay que tener capacidad de elección y para ello hay que tener información. Despejar las sombras de la historia de los pueblos no reabre heridas, todo lo contrario. Ayuda a cicatrizarlas definitivamente y, sobre todo, a que sean más ricos y libres. El patrimonio de una sociedad no son sólo los números de las cuentas corrientes y del Producto Interior Bruto.