A HOMBROS. El triunfo le llegó a Morilla en su alternativa. / MATITO
FERIA DE LA MANZANILLA

El portuense Alejandro Morilla redondea un oportuno triunfo en la tarde de su alternativa

Enrique Ponce y Morante de la Puebla se quedan sin trofeos tras tropezar de nuevo con un ganado imposible

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Vestido de verde y oro y acompañado de su cuadrilla, descendió Alejandro de una calesa enjaezada, en viva estampa de usanzas pretéritas. Atravesó el pórtico de sus sueños para doctorarse en este duro oficio de leyendas y grandezas. Una vida iluminada por la ilusión de la torería y una juventud entregada a su afán de ser torero, ven por fin tanto esfuerzo recompensado con esta tarde luminosa y emotiva de su alternativa.

Tarifeño, colorado, ojo de perdíz y marcado con el número 33 fue el toro de su debut como matador y el que le posibilitó su primer gran triunfo como tal. Lo recibió con ajustados lances, cargando la suerte y moviendo con soltura y donaire los brazos. Tras un quite de ceñidas chicuelinas y representado el solemne ritual de entrega detrastos, procedió a un emotivo brindis a su madre, señora que tanto habrá sufrido y que tanto habrá esperado este momento.

Inició el trasteo con pases cambiados por la espalda, de escalofriante ceñimiento. Dando distancias al animal, adelanta la franel, en pulcro cite ,y consigue una tanda limpia y templada de derechazos que hacen vibrar al repetable. Cuando el clamor era un estruendo de deleite ante su sentido toreo al natural, se cortó por un momento el aire de la plaza, al ser arrollado por el burel y quedarse a merced de sus astas.

Ileso del trance ,volvió a la cara de su enemigo para completar una faena valiente, artística y entregada. Postreras manoletinas dieron paso a una gran estocada y a sus dos primeras orejas como torero. Que no serían las únicas, pues en día tan señalado, hasta los hados le fueron favorables a la hora del sorteo y su segundo enemigo también le embistió. Fue éste un toro que apretó en varas y que iba largo y humillado en sus embestidas, al que Morilla, tras un arrebatador saludo capotero, citó de hinojos desde los medios para ejecutar cuatro emotivos pases por alto. Dibujó después series ligadas por ambos pitones que el del Cuvillo toma con entrega y nobleza.

Pero pronto se apagó su codicia y la faena hubo de entrar en su último apartado del adorno pinturero. Rubricó su actuación con una estocada desprendida que le sirvió para obtener otro doble trofeo y convertirse en triunfador absoluto de la tarde, su tarde.

Lidió Ponce, en primer lugar, a un sobrero de embestida noble pero tremendamente sosa. Lo pasó de muleta con su habitual temple y suavidad y, aunque alcanzó enjundiosos pasajes, plenos de exposición y belleza, el conjunto artístico del trasteo se rompió ante un prolongado gazapeo de la res, que no se dejaba cuadrar para su muerte. El cuarto fue un inválido de escaso recorrido,cuyas pérdidas continuas de manos imposibilitaron cualquier atisbo de lucimiento. Si bien, el valenciano no dejó de intentarlo en faena dilatada y tediosa. Esta tarde, los duendes de la magia torera de Morante no encontraron inspiración ante el imposible lote que le correspondió. A su primero, sin fuerza alguna, el de La Puebla no lo toreó sino que lo acarició cuidadosamente con la pañosa para que no se desplomase. Labor que careció, por tanto, de la más mínima vibración e interés. Pero menos fortaleza demostró aún el quinto, con el que ni siquiera lo intentó.

Arrastrado el último toro, el joven portuense que con tanta ilusión cruzara el pórtico de sus sueños, lo hace ahora izado a hombros y ebrio de gloria, oteando un horizonte que se presume esperanzador.