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Cádiz, con ojos de guiri

La mañana de una pareja alemana tras desembarcar de un crucero en el puerto gaditano

maría román
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Son las 10.30 horas de la mañana. Y la estampa en San Juan de Dios de Cádiz se vuelve a repetir. Tiendas de artesanía rodean la plaza, un ir y venir de turistas extranjeros buscan el mejor enfoque de la ciudad. Una pareja alemana, Hilda y Albert, acaba de bajar del crucero 'AidaStella' después de disfrutar de la extraordinaria panorámica de la ciudad desde lo más alto del buque tras el lujoso desayuno. En este caso, han preferido recorrer la ciudad sin guía. Con mapa y cámara en mano toman la calle Pelota. Una parada en el Arco del Pópulo, a la sombra, ofrece a la pareja un momento de confidencia.

El entramado de callejuelas empedradas que acoge originales locales fascina a estos dos turistas.

A escasos metros, por el callejón de los Piratas, llegan a la Plaza de la Catedral. Este edificio medio blanco y de acentuado aire colonial, sorprende a Hilda por su enorme cúpula redonda de ladrillo amarillo, más propia de templos musulmanes que cristianos, flanquedada por dos bellas torres gemelas.

La plaza de la Catedral ha sido el lugar elegido para tomar la primera caña y disfrutar aún más de la particular estampa religiosa, amenizada por la brisa fresca que proviene del Campo del Sur. Por la calle Compañía, Hilda y Albert, se adentran en el laberinto de rincones, plazas, comercios y casas centenarias con terrazas encaladas donde el Cádiz añejo tiende su ropa a secar. Hilda decide hacer una parada frente al escaparate de la tienda Tinoco, emblema de comercio de la capital gaditana –atraída por las ofertas en vestidos y trajes de chaqueta–. Finalmente, tras unos minutos en el interior del establecimiento, continúan su ruta turística, esta vez, con bolsas de compra.

Llegan a la pintoresca Plaza de las Flores. Buscan sombra para disfrutar de la zona donde se mezcla el olor a pescado frito con el aroma de las flores naturales de los puestos. Una de las paradas obligatorias de los cruceristas que vienen a Cádiz es el Mercado Central. Es Albert el que pide a Hilda una foto en su interior. Parece que les fascina. En el lado contrario, los vendedores, molestos ante el asedio de tanto curioso que sólo compra una manzana o tres fresas después de tocar la mercancía. Han decidido poner algún que otro cartel que reza 'don’t touch' o 'no photo'.

Los puestos de pescados son auténticos escaparates de las joyas más preciadas que el mar de la Bahía, el Estrecho y la almadraba de Barbate regalan a esta tierra: los langostinos de Sanlúcar, cañaíllas, las navajas, las coquinas, lenguados, rapes, atún rojo y doradas fascinan a esta pareja alemana que no tardan en capturar imágenes de cada puesto. Del edificio de Correos, punto gaditano de refencia, la pareja continúa su ruta por la calle Columela.

Ruta de retorno

Por la calle de las compras, dejando a la izquierda la Plaza del Palillero, la pareja sigue la calle atraída en cada escaparate, aunque son pocos los comercios donde decide entrar. Las zapaterías parecen tener un imán mejor que las demás. Prefieren continuar y buscar un lugar para tomar la segunda caña con pescaíto frito. Es un restaurante de Canalejas el elegido por la pareja alemana para saborear la gastronomía gaditana. Ya ven el barco, su alojamiento, y el paseo toca a su fin que se acerca el almuerzo a bordo. Han pasado dos horas.

Nada más llegar la tarde toca zarpar, llega la salida donde se despiden de la ciudad antes de partir, claro está, hacia un siguiente destino.

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