opinión

Humo de barbacoas

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Cada año por estas fechas surge el mismo debate en Cádiz. Los efectos de las barbacoas del Trofeo Carranza en la playa de La Victoria se extienden a mediados de agosto como un culebrón veraniego. Todos quieren llevar la razón, pero ninguno se atreve a dar el paso definitivo. Una semana después de la celebración de esta fiesta popular sigue el rescoldo escupiendo brasas calientes. La edición de este año ha sido la menos numerosa de todas las que se conocen. Unas 34.000 personas se dieron cita en la playa para festejar la noche de la final del Trofeo entre chuletas, pinchitos y hamburguesas. Nada que ver con los registros de 2006 y 2007, por ejemplo, con una afluencia que superaba los 200.000 participantes. Las hemerotecas son un testigo mudo de lo que acontece. No son palabras que se las lleva el viento y en esas páginas que se guardan en los archivos de los periódicos aún resuena con fuerza como esta celebración popular fue impulsada por el Ayuntamiento de Cádiz a finales de los noventa para entrar en el libro Guinnes de los récords. «Ningún gaditano sin barbacoa. Cuantos más mejor».

Lo que empezó como una llamada a la participación popular en una fiesta que había brotado de una tradición familiar se convirtió en un quebradero de cabeza. La mal llamada fiesta de las barbacoas se había desmadrado. Sin embargo, la misma administración que alentó a su difusión sin límites ha sido la misma que ido abortando su expansión hasta dejarla morir por inanición. El Ayuntamiento ha acotado su espacio, ha instaurado un estricto control de retirada de los participantes y ha impuesto una férrea vigilancia para evitar desmanes. Pero la esencia de las barbacoas no es más que un macrobotellón de jóvenes totalmente consentido durante unas horas. Esta semana ha resucitado el viejo debate público sobre la posibilidad de prohibir esta fiesta nocturna. El primero en abrir el fuego ha sido el concejal de Relaciones Institucionales, Juan José Ortiz, que ha advertido que el Ayuntamiento no es quién para prohibir nada y que son otras administraciones, en clara referencia a la Demarcación de Costas, la que tiene esa potestad. Ortiz ha puesto el dedo en la llaga; pero si hay una persona que ha arrojado gasolina al asunto ha sido la concejal de Medio Ambiente, Paloma Bordons, que ha aludido a las carreras de caballos de Sanlúcar, donde también se concentran miles de personas durante varios días seguidos en Las Piletas y no pasa nada. Desde luego es un golpe bajo. Queda por oír la opinión de la responsable de Playas del Ayuntamiento de Cádiz, María Dolores Palomino, que no ha abierto la boca.

Una de las personas que ha terciado en la polémica ha sido el nuevo delegado provincial de Medio Ambiente, Federico Fernández, antiguo jefe de la Demarcación de Costas, quien se ha puesto de lado de la diplomacia para seguir con la celebración de la fiesta pero de una forma controlada y sin que sea un riesgo para la playa. Federico Fernández sabe muy bien de lo que habla porque si Costas tuviera que aplicar a rajatabla su reglamento sobre sostenibilidad y medio ambiente, muchas de las concentraciones populares que se celebran en las playas gaditanas durante el verano serían rechazadas de plano. El último ejemplo, el concierto de Carlos Jean en La Victoria, que juntó a 90.000 personas.