el perfil

Bibiana, con polémica de fondo

Se le recordará por ser la ministra de los «miembros y miembras», pero también por los notables avances en la lucha contra la violencia machista. Bibiana Aído, 34 años, bloguera, devota de Camarón y lectora voraz, da el salto a la política internacional con su fichaje por ONU Mujeres

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Durante los dos años largos que Bibiana Aído fue ministra de Igualdad tomó por norma no dedicar «demasiado tiempo» a discutir con su entorno la batería diaria de insultos, burlas y tergiversaciones que sobre ella y su ministerio publicaba la prensa. Cuando algún compañero le señalaba el titular alevoso de la jornada, o le hacía notar que tal o cual columnista la ponía como los trapos, con más o menos gracia (o con más o menos base), Bibiana, a sus treinta y pocos, pasaba página de un tajo: «Que ladren». El «que ladren» se convirtió en una coletilla habitual en las reuniones de trabajo, en una especie de mantra con el que exorcizar la peligrosa dinámica por la que se despeñaba su imagen. No siempre fue así.

Al principio, a Bibiana Aído, considerada una política prometedora y solvente en el ámbito andaluz, le preocupaba esa tendencia oscura a descontextualizar sus declaraciones, poner la lupa en la anécdota o darle la vuelta a sus palabras de manera que cualquier cosa que dijera acababa transformada en material cáustico para los viñetistas. A veces (admitió públicamente) fue ella la que pecó al no medir el alcance de sus opiniones, no explicar con solidez sus argumentos o, simplemente, ‘resbalarse’, pero otras muchas, dijo, el escarnio estaba decidido de antemano, ya fuera por lo que tenía de apetecible ‘la pieza’ para determinados sectores (mujer, joven, con polémicas responsabilidades) o porque ‘darle’ a Aído estaba de moda, quedaba rumboso y salía gratis. La ministra ejerció de blanco perfecto, de flanco débil de un gobierno que, poco antes de que empezara la crisis, presentaba escasas fisuras. Así que, dispuesta a no regalar más horas a las matizaciones y a los desmentidos impuso una orden a su equipo: «Cuantos más insultos y demagogia, más compromiso, más esfuerzo y más empeño en continuar la senda de nuestros principios».

El reciente nombramiento de Bibiana Aído como asesora de la Agencia para la Igualdad entre los Géneros de la ONU que dirige Michelle Bachelet ha pillado a medio mundo por sorpresa, aunque la polvareda entre sus detractores no ha llegado a las cotas que alcanzó su integración en el gobierno de Zapatero. Por entonces, a nivel nacional era prácticamente una desconocida, incluso entre los altos cenáculos del partido, que tuvieron que encajar que, con 31 años, la directora del Centro Andaluz del Flamenco se convirtiera en la ministra más joven de la historia de España, además de la primera nacida en democracia. «¿Pero de dónde ha salido esta chica?», llegó a preguntarse, sin aparente mala uva, un conocido parlamentario de la oposición. La respuesta que recibió fue ésta: «De Alcalá».

Alcalá de los Gazules es un pueblecito de la provincia de Cádiz que, con solo 6.000 habitantes, jugó un papel fundamental en la ‘reorganización’ del PSOE andaluz durante la Transición. De allí surgieron dirigentes como Alfonso Perales o Luiz Pizarro, avalistas políticos de un jovencísimo abogado ceutí llamado Manuel Chaves Nogales, a la postre diputado al Congreso por Cádiz, presidente de la Junta de Andalucía durante dos décadas y todavía pilar indiscutible del partido. En ese grupo ‘original’ militaba Francisco Aído, padre de Bibiana y primer alcalde democrático de la localidad. El peso específico del ‘clan gaditano’ dentro de las decisiones orgánicas del PSOE puede resumirse en una frase, pronunciada por el propio Chaves, durante un homenaje póstumo a Alfonso Perales: «La gente de Alcalá es la que manda».

Chaves apadrinó a Bibiana Aído desde que ‘la niña’ (apelativo cariñoso de los tiempos en que no todo sonaba tan políticamente incorrecto) se afilió a las Juventudes Socialistas, con apenas 16 años. En cuanto terminó Administración y Dirección de Empresa, tras unos meses de trabajo en Unicaja, Iturri y Caja San Fernando, se incorporó al Observatorio de Emprendedores de la Universidad de Cádiz, desde donde dio el salto, en febrero de 2003, al puesto de delegada de Cultura de la Junta. De ahí, en 2006, a la Agencia Andaluza del Flamenco. Después, Rodríguez Zapatero se la llevó a Madrid.

Meterse en berenjenales

Aún no había cumplido los cien días en el cargo (periodo en que se dedicó a lidiar con los que cuestionaban abiertamente la utilidad o la conveniencia de su ministerio), cuando se metió en su primer gran berenjenal, en este caso filológico. Durante un discurso en el Congreso de los Diputados se refirió a sus señorías como «miembros y miembras». Además de provocar una riada de críticas en las filas del PP, dos académicos de la Lengua, Salvador Gutiérrez y Gregorio Salvador, se apresuraron a ‘corregir’ el ‘neologismo’ acuñado sobre la marcha por la ministra. «Si no es un error, es una estupidez», dijo Gregorio Salvador, quien acusó a Aído de usar un término incorrecto «conscientemente, porque es defensora de todas esas mandangas, de esa confusión de sexo y género». Aído replicó que quizá el problema de la RAE era que «entre las 43 personas que componen la Academia», solo había tres mujeres, y volvió a pisar en falso cuando apuntó que «determinados anglicismos o palabras como ‘fistro’» no se habían encontrado con tantos impedimentos para ser aceptadas. La cuestión es que ‘fistro’ nunca ha estado incluida en el diccionario.

Al poco, durante una entrevista en la Cadena Ser, en pleno debate sobre la reforma de la Ley del Aborto, Bibiana regresó a los titulares tras meterse en su segundo gran berenjenal, esta vez de tipo biológico. Un oyente le preguntó si un feto de trece semanas era un ser vivo, a lo que ella respondió: «Es un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de un ser humano, porque eso no tiene ninguna base científica». Algunos columnistas, ya puestos en guardia por el traspiés anterior, no tardaron en afilarse el colmillo ante la ‘peculiar’ definición de la ministra. Los hubo que abogaron por darle el Nobel, y quienes le agradecieron «el cursillo acelerado de bioética», no sin antes rogarle que no gestionara (ni se pronunciara) sobre aspectos de los que no tenía «ni zorra idea».

A pesar de que se le reconoció a su ministerio notables avances en la lucha contra la violencia machista, Bibiana Aído siguió adquiriendo notoriedad por cuestiones anecdóticas, como cuando se posicionó a favor de la retirada de una campaña de Letras del Tesoro por «sexista». El PP acusó a Pedro Solbes de presentar un anuncio «discriminatorio» y Aído, a su manera, les dio la razón. Economía liquidó el spot en el que un señor le explicaba a su psicóloga: «¿Dejar a mi Puri? Tú estás loca. ¡Cómo se nota que no has probado sus croquetas!».

Recibió otra andanada cuando parte de la prensa la acusó de invertir fondos públicos en tareas tan extrañas como «elaborar un mapa del clítoris». Lo cierto es que el Gobierno había subvencionado una investigación de la Complutense para ayudar a reconstruir los órganos sexuales de las mujeres afectadas por la mutilación genital. Antes de que Zapatero reformara el Ejecutivo en octubre de 2010 y decretara ‘la extinción’ del Ministerio de Igualdad, (integrado desde entonces en Sanidad como Secretaría de Estado), Aído aún tuvo tiempo entre polémica y polémica (el burka, los anuncios de prostitución, la cofia de las camareras), de caracterizarse como la Dorothy de ‘El Mago de Oz’ para la portada de la revista ‘Zero’. El reportaje, en el que aparecía con otras tres personas (un gay, una lesbiana y un transexual) llevaba por cabecera el siguiente título: ‘Miembras somos todos’.