Los precios especiales con motivo del cierre provocan aglomeraciones en el acceso al establecimiento. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Últimas colas en el túnel del tiempo

Soriano, único superviviente de los viejos grandes almacenes del Cádiz predemocrático, anuncia su cierre a partir del primero de enero Los descuentos por liquidación abarrotan de público el veterano local de la plaza de Las Flores

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Además de besos torpes, libros por devolver, golazos de recreo, canciones con coros de huevo frito y pitillos que mareaban, la memoria juvenil de todos tiene un apartado comercial. Está lleno de pequeñas compras, consumiciones rituales y establecimientos que fueron escala regular hasta que echaron por última vez la baraja.

En ese mosaico melancólico del primer consumismo de varias generaciones de gaditanos hay piononos y tortitas de La Camelia; un Madelman de Coimbra; dos polos Fred Perry de Galerías Preciados y un donut que vivía libre, junto a sus hermanos, en una caja de cartón, ajeno a la cárcel de plástico que le esperaba. También tiene varias cintas de cassette robadas en la planta baja de Simago y un televisor a colores, Phillips o Vanguard, descubierto en el escaparate de Gayro cuando la mano era la única gorra de visera.

Imágenes, personales e intrasferibles, del gran comercio tradicional, el del Cádiz predemocrático y de la Transición, que llegó hasta los 80 pero ahora ve morir a su último representante. Ya cayeron todos los mencionados y los olvidados. El último que aguantaba tiene fecha fija de cierre. Soriano, en la plaza de Las Flores, ya no abrirá el 1 de enero. «Si nos parece conveniente acercarnos al periodo de Reyes Magos y rebajas, igual abrimos los primeros días de enero. Pero nunca más allá», anuncia José Ángel Soriano, fundador del negocio en 1972 y único responsable hasta hoy, al borde de la jubilación, con 67 años.

Mientras llega ese momento, las colas son enormes. Van de la caja registradora a la calle. Los grandes descuentos previos al cierre (del 20% al 70%) impiden moverse con algo de normalidad en el establecimiento.

Tres décadas de maniquíes

Los dos pasillos de escaparates, que parecían largos hasta hace poco, marcan la personalidad de un local mucho mayor de lo que anuncia su fachada. Siempre estuvo «especializado en moda, en todo tipo de producto textil», relata el propietario.

También fueron célebres sus secciones de juguetería -aún activa- o la de música, con una entreplanta en la que podían escucharse, con enormes auriculares, canciones de singles que giraban como ruedas en las paredes, antes de que el vinilo muriera atropellado por un MP3.

El éxito de Soriano fue inmediato. Un año después de abrir, ya en 1973, amplió instalaciones gracias a un local anexo. Ganó 200 metros cuadrados y esa segunda puerta, que sirve para darle la característica forma de 'u' a la planta, quedó abierta hasta ahora. En la actualidad, al borde del cierre, tiene diez empleados. «Llegamos a tener 45 en el momento de máxima actividad», que el dueño fija entre «los últimos años 70 y los primeros 80». El fundador de los grandes almacenes (entonces, por comparación, lo eran) venía de tener un negocio en Chiclana y, también en la capital gaditana, fundó Hiper Cádiz, que luego vendió al presidente del equipo de fútbol de la ciudad, Antonio Muñoz.

La apuesta por esta tienda diversa, salió bien. Casi cuatro décadas de ventas ininterrumpidas. Ahora, espera el futuro con discreción: «Sólo me jubilo. No sé que pasará con el local. Han sido 37 años al frente y los hijos ya tienen su propio camino profesional. No hay relevo».

Es el final de un ciclo, lo anuncia desde la oficina, en un piso superior, que conserva ese aire de austeridad decente que también parece en extinción. Si no fuera por varias impresoras, un ordenador, un móvil y los recibos de las compras con tarjeta, podría servir de escenario a una de esas series que explotan la melancolía cuarentona. Se va el último exponente de un comercio viejo en el que «gallego» era sinónimo de freidor, y no un multimillonario que llena el centro de ropa clónica.

Cierra Soriano. Dentro se quedan trozos de vida de un empresario y un centenar de trabajadores, junto a los recuerdos apilados de varias generaciones. Descanse en paz la mentirosa memoria. Cada quinta tiene la suya. Dentro de muchos años, alguien suspirará al ver un escaparate inerte en la calle Ancha y dirá: «¿Te acuerdas cuando compramos aquí la vieja PlayStation 9? ¡qué tiempos! ¡qué felices éramos!».