McCain y Palin se dan la mano en un acto de la pasada campaña electoral celebrado en Phoenix, en noviembre de 2008. / REUTERS
MUNDO

Cien días sin poder

El Partido Republicano vive sus peores momentos, en caída libre en las encuestas y relegado a los estados más conservadores del centro y sur de EE UU

| CORRESPONSAL. NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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El miércoles, mientras Barack Obama celebraba sus primeros cien días en la Casa Blanca, los líderes del Partido Republicano se reunían para conjurar el ocaso. Tres meses fuera del poder cayendo en las encuestas, sin un líder que abandere el renacer. Sólo la voz del Federico Jiménez Losantos de Estados Unidos, Rush Limbaugh, reconforta a los conservadores a través de las ondas. George W. Bush ha preferido recluirse en su rancho de Crawford y concentrarse en preparar su oficina de Dallas. Su primera conferencia pagada fue en el enclave petrolero de Calgary, en Canadá. Y aún así los manifestantes le esperaban con carteles de 'Asesino'. Su promesa ese día a su sucesor fue que mantendría la boca cerrada. «Se merece mi silencio, ya tiene bastantes críticos en la arena», dijo a la audiencia de empresarios.

Quien no pretende quedarse callado es su segundo, Dick Cheney, que aún intenta manipular al país con la política del miedo que caracterizó su mandato. El vicepresidente más poderoso y siniestro que haya tenido el país no ha querido dejar Washington, desde donde ha abrazado la luz de los focos. Según Cheney, decisiones como la de cerrar Guantánamo, anular las cárceles secretas de la CIA y prohibir la tortura han puesto a la nación en peligro. A cuenta de ellas hay «altas posibilidades» de que los terroristas vuelvan a atacar el territorio americano en los próximos años.

Catástrofe

Y si eso no es suficientemente tremendista, Cheney advierte sin esgrimir mayores pruebas de que esta vez puede ser un «catastrófico ataque con armas nucleares o biológicas». Su Gobierno fue tan impopular que John McCain no invitó ni a Bush ni a Cheney a un solo acto de campaña, consciente de que esa asociación le haría más daño que beneficio de cara a los votantes. De hecho, el arma electoral más eficaz de Obama fue encasillarlo como una continuación de las políticas del dúo republicano.

Pese a ello, al cumplirse los cien primeros días de su destierro, el partido del elefante no ha podido resistir la tentación de sucumbir a la política del miedo que tan bien les funcionó tras los ataques del 11-S. «¿Qué están haciendo los demócratas para mantener a salvo el país?», pregunta un vídeo que lanzó el jueves el líder republicano en la Cámara Baja, John Boehner. Música melodramática acompaña las noticias del cierre de Guantánamo. «¿Dónde meter a esos prisioneros?», se oye decir a un analista.

En las imágenes de archivo, Obama estrecha la mano de Hugo Chávez en la Cumbre de las Américas y parece besar la del rey saudí en la del G-20. Hasta Zapatero aparece de fondo, mientras se informa sobre los memorándums que han dado a conocer las técnicas de tortura, «descubriendo nuestras cartas a los enemigos», objeta otro comentarista. De fondo, extremistas islámicos en pleno entrenamiento, edificios en llamas, dramáticas explosiones, manifestantes quemando la bandera estadounidense, Obama y su vicepresidente, Joe Biden, riéndose a carcajadas. «¿Te sientes más seguro?», pregunta el vídeo en su última imagen.

No es la única estrategia nacida esta semana en el seno de una formación dividida que ve con temor su retroceso político. Sólo un 22% del electorado se identifica ahora con el Partido Republicano, según una encuesta del PEW Research Center. La deserción del senador de Pensilvania Arlen Specter, que puede dar a los demócratas la mayoría absoluta en esta cámara, convierte a los republicanos del noroeste en una especie en extinción. El partido de Lincoln se ve relegado a los estados más conservadores del centro y sur de Estados Unidos.

De esa necesidad de resurrección fuera de la base más recalcitrante surge la iniciativa que mascaban el miércoles el ex candidato John McCain y el joven diputado Eric Cantor en un restaurante de Washington. Ambos lanzaron el jueves el llamado Consejo Nacional por una Nueva América, que despachará a las principales figuras del partido por los bastiones perdidos, como si estuvieran en campaña electoral, «para traer de vuelta las voces del pueblo». El ex aspirante presidencial mormón Mitt Romney, el hermano menor de Bush, Jeb, y el gobernador de Louisiana, Bobby Jindal, acompañaron ayer a McCain en el primero de esos encuentros populares, celebrado en un restaurante de Virginia.

Hasta Sarah Palin ha sido invitada a participar en próximos mítines, porque el objetivo es sumar nuevos votos, no excluir a los ya consolidados. La gobernadora de Alaska parece decidida a presentarse por su cuenta a las próximas elecciones de 2012 tras haber descubierto su tirón con la ultraderecha.

Separación

En el último mes y medio, la noticia de la separación de su hija Bristol, a la que quiso casar durante la campaña tras quedarse embarazada con 17 años, la ha apartado un poco de la vida pública. Cuestión de esperar a que su yerno Levi Johnston desaparezca de las pantallas, donde lleva un mes contando los detalles morbosos de su relación. Hasta Bristol ha admitido en que la abstención que pregona su madre para los adolescentes en sustitución de los anticonceptivos «no es para nada realista».

Y para colmo de males, el nuevo líder electo del partido, Michael Steel, se ha enfrentado con el estamento «porque todavía no ha aprendido el arte de masajear el ego», evaluó el líder congresista Newt Ginrich

Día 101. Ha empezado la reconstrucción del partido de Reagan. Unos creen que es hora de volver a las raíces más conservadoras. Otros, que hay que abrir el abanico del partido para captar nuevos votos.