COLAPSO. El acceso a la ciudad fue caótico durante todo el día. / ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

La afluencia de visitantes colapsa la ciudad y el centro se convierte en un macrobotellón

Miles de personas llenaron la plaza de España, San Juan de Dios y la Catedral En Ramón y Cajal arrojaron cubos de agua a quienes querían orinar en la fachada

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El Carnaval se trasladó ayer por fin a la calle y lo hizo desde bien temprano. Cádiz ya se ha metido de lleno en su fiesta grande y en estos días multiplica hasta por seis su población habitual. Desde primeras horas de la mañana fueron entrando en la ciudad miles de vehículos, aunque este primer desembarco se produjo sin grandes aglomeraciones. El goteo de personas que comenzaba a llegar a la ciudad para vivir una de las jornadas más intensas de la fiesta, pronto dejó a las calles sin huecos para encontrar aparcamientos. La situación se agravó conforme avanzó la tarde y a las 22 horas la situación del tráfico en la capital ya podía definirse como caótica.

La mañana transcurrió sin dificultades para transitar por las calles ni para hacer uso del transporte público. En pequeños grupos, los ciudadanos comenzaban a organizarse para la noche y los supermercados presentaban colas de personas que hacían acopio de bebidas. Muchos iban cargados de bolsas llenas con telas y gomaespuma para dar los últimos retoques a los disfraces. Las caravanas se acumulaban a la entrada de la ciudad. Cortadura se convirtió en un punto de encuentro para aquellas personas que venían de fuera dispuestas a pasar varios días disfrutando del Carnaval.

Durante la tarde, la plaza de España fue acogiendo al público con más ganas de juerga, que llenó totalmente este lugar por la noche. Alguna intoxicación etílica y pequeños incidentes fueron marcando la noche más poblada del año en al capital.

12.00 HORAS

El carrusel de segunda Aguada, protagonista

Al mediodía, la actividad cogía mayor inercia en las calles. Los autobuses interurbanos comenzaban a llegar repletos dando un pequeño avance de lo que sería la tarde. Algo similar se podía observar en los trenes e incluso en las carreteras con pequeñas retenciones en diferentes puntos de la ciudad. A estas horas, las mayores aglomeraciones de personas daban en el entorno de la Segunda Aguada, con motivo del carrusel de coros de Puerta Tierra.

Nuevamente el aparcamiento se convertía en el mayor quebradero de cabeza. Al mediodía eran pocos los parkings de la ciudad en los que quedaran plazas. Prácticamente el del pabellón Ciudad de Cádiz y el del edificio Glorieta, a la entrada de la ciudad, además de el de El Corte Inglés, cedido por la empresa para hacer uso en estos días, tenían plazas libres.

Por la tarde la estampa de la ciudad ya era típica de carnavales. El buen tiempo sacó a los ciudadanos de sus casas para llenar las mesas de los bares y restaurantes. Los más pequeños se adelantaban a jóvenes y mayores y ya iban disfrazados de la mano de sus padres. Los que se habían desplazado desde fuera de la provincia, se adaptaban a las circunstancias como podían.

17.30 HORAS

El fútbol acapara la atención

A las cuatro y media de la tarde se daba una vuelta de tuerca a la situación, ya que el Cádiz jugaba en el Carranza a las seis. De forma que el colorido de los que se atrevían a salir disfrazados era apagado por el amarillo de las camisetas y bufandas de los aficionados. Todo ello dificultaba el acceso en especial al transporte público con algún que otro autobús que pasaba de largo al estar repleto. Era un caso que se daba en localidades como San Fernando. Unas horas en las que la carretera industrial dejaba de ser tal para convertirse en una incontrolada zona de aparcamiento. Los automóviles se montaban incluso en las aceras en busca de un espacio donde estacionar, de esta manera las paradas de los autobuses dejaban de cumplir su función al imposibilitarla los propios vehículos. La grúa municipal comenzó a hacer sus labor, pero en esta ocasión no pudo abarcar tanto trabajo.

20.30 HORAS

Un caos llamado Plaza de Sevilla

Cuando apenas se alcanzaba las 20.30 horas, la plaza de Sevilla y sus aledaños se convirtieron en un caos ante la masiva llegada de visitantes. Los problemas se iniciaron en la carretera industrial que, desde San Severiano, estaba llena de vehículos buscando un sitio para aparcar el coche. A éstos se les unió la gran cantidad de autobuses llegados a la ciudad, cuyos pasajeros fueron bajándose y llegando en tropel a la plaza de Sevilla. Y fue precisamente en el paso de peatones que comunica la estación de Renfe y el Palacio de Congresos donde empezaron a producirse problemas, dado que los visitantes cruzaban constantemente la acera ante la impotencia de los policías locales, que no podían hacer nada por contenerlos.

22.00 HORAS

El botellón toma el monumento a Las Cortes

Antes de las 23 horas comienzan a producirse los primeros incidentes. En la plaza de España, la concentración de personas no es tan numerosa como en años anteriores e incluso dos puestos ambulantes se instalan en este punto. Los primeros problemas se originan cuando los jóvenes que están haciendo botellón saltan la valla que acota el monumento de Las Cortes y, junto al fuego -que permanecía encendido- y empiezan a beber. Se producen las primeras trifulcas y un grupo de jóvenes intenta agredir a un ciudadano que iba en bicicleta, que denunció los hechos a la Policía. En la plaza de Mina hay más tranquilidad e, incluso, en la parte más cercana a la calle Zorrilla, algunos padres comen en los bares acompañados de sus hijos. Sin embargo, en la zona de la plaza más cercana al Callejón del Tinte, se concentran grupos para hacer botellón, que también saltan las vallas e invaden el césped. En esos momentos, la plaza de la Catedral comienza a llenarse. El goteo de autobuses que continúan llegando a la ciudad es constante.

23.00 HORAS

La ciudad ya está completamente sucia

Las calles que comunican las principales plazas del centro (San Francisco, corneta Soto Guerrero o Antonio López), literalmente, apestan. Empiezan a verse cubos de basura por el suelo. En la plaza de España, convertida en un macroconcierto improvisado, los disfraces invaden la carretera, por la que ya no pueden pasar los coches. En la misma zona, comienzan a tirarse artefactos pirotécnicos. Hasta la Cuesta de las Calesas, todo es gentío. En la plaza de San Juan de Dios, no cabía un alfiler.

0.00 HORAS

Intoxicaciones etílicas y cubos de agua

San Antonio es una de las pocas plazas del centro, con San Agustín, por las que aún se puede transcurrir. A una plaza de España completamente inaccesible sigue llegando gente, que empieza a desviarse hacia la calle Ancha. El botellón invade tanto la Alameda como el Campo del Sur. La catedral es totalmente inaccesible y de ella los servicios de emergencia tiene que evacuar a tres jóvenes con una fuerte intoxicación etílica. En la calle Antonio López, un local cobra un euro por entrar al cuarto de baño, mientras que los bares ponen una barra e impiden el acceso al inodoro a los clientes. Por la calle, vendedores ambulantes con parrillas caseras ofrecen hamburguesas y perritos calientes e, incluso, los hay que preparan mojitos. Por la Cuesta de Las Calesas siguen llegando visitantes. Aún no hay incidentes de gravedad. En la calle Ramón y Cajal los vecinos tiran cubos de agua a los jóvenes que intentaban orinar en la fachada. Éstos respondieron con gritos, pero se lo tomaron a risa.Y la melodía más repetida fue la conga de Los Trasnochadores, organizada por los más jaraneros en cada una de las plazas.

1.00 HORAS

La Viña aguarda su turno

Conforme se avanzaba en la madrugada, el mismo espectáculo se repetía en todas las calles y plazas del centro, en donde se echó en falta más presencia de la Policía Local. Sin embargo, paradójicamente, el rincón carnavalero por antonomasia de la ciudad, el barrio de La Viña, permanecía tranquilo. Con la excepción del Corralón de los Carros, convertido -como la plaza de España- en un macrobotellón con coches discoteca, las principales zonas de este barrio (como la plaza Pinto o la propia calle La Palma) permanecían desiertas. En la plaza de España se produjeron una serie de trifulcas fruto del alcohol que fueron sofocadas, en la mayor parte de los casos, por los propios amigos de los implicados. Un año más se repitió el lamentable espectáculo del arrojo de botellas de cristal.

Al cierre de esta edición, no se habían producido incidentes de gravedad, aparte de las inevitables borracheras y las pequeñas trifulcas.