TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Cádiz y el disputado voto del señor Rajoy

Yo he estado más veces en Cádiz que él», aseguraba Mariano Rajoy respecto al candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba el pasado jueves en el Pabellón Fernando Portillo de Cádiz. Cualquiera que escuchase al presidente del Partido Popular, durante el mitin que sirvió como inicio a su campaña en la capital gaditana, podía imaginárselo perfectamente saltando en plancha por el Puente Canal, con los gargajillos puestos.

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Se nos habrá escapado, seguro, su presencia en el Batallón Infantil con Augusto Delkáder y con Fermín del Moral. Y sus habituales paseos hasta el Puente Carranza cuando todavía se permitía pescar desde sus barandales. Vamos que Mariano Rajoy es más de Cádiz que La Pepa, de la que se ignora a ciencia cierta si los neocons de hoy la habrían votado o habrían llamado en su contra a los Cien Mil Hijos de San Luis y de Nicolas Sarkozy.

Con independencia de la rara unanimidad que despierta ahora el Bicentenario de La Pepa -los andalucistas de San Fernando están ya preparando la batería isleña de actos conmemorativos del inicio de sus sesiones en 1810-, lo que está claro es que lo que atrae tanta atención sobre la circunscripción gaditana es el disputado escaño que pretenden repartirse los dos grandes partidos, en un duelo gaditano en el que resultaría un error mayúsculo desentenderse de las expectativas de votos que incumben a Izquierda Unida y a Coalición Andalucista. Quizá sea a los votantes de esta última formación a los que se dirigía Rajoy cuando invitó a electores que no habían votado anteriormente al PP a que lo hicieran el mes que viene. O lo mismo quería referirse a los descontentos socialistas que ahora pretende concentrar el partido de Rosa Díez. En cualquier caso, lo que no quieren los conservadores es perder en Cádiz por la mínima, como cuando les bailó un diputado por 1.019 votos.

Si Pérez Rubalcaba se presenta por Cádiz, según su ecuación, es porque en Cantabria le conocen. Ergo, ¿conocerán a Teófila Martínez en Cantabria y por eso se presenta por Cádiz? Juan Costa, el candidato del PP por Castellón, ignoraba hasta el día de ayer que había tres mil gaditanos emigrados a su provincia: «Le diré a Teófila Martínez que venga a hacer campaña», repuso al periodista que le informó sobre tal contingencia.

Las elecciones del 9 de marzo van a ganarse o a perderse puerta a puerta, mitin a mitin, blog a blog: Bibiana Aido, la segunda candidata al Parlamento de Andalucía por el PSOE, ha estrenado el suyo y sólo en cuatro días cosechó dos mil visitas. Las elecciones incluso pueden ganarse y perderse al mismo tiempo: si los socialistas venciesen por el 1 por ciento, verbi gratia, probablemente perderían en número de escaños. El PSOE, en su inicio gaditano de campaña en la trimilenaria, estuvo menos faltón que el PP, lo que no se sabe si es bueno para sus expectativas de voto en el país de la telebasura. Hay quien piensa que los socialistas tendrían que haber fichado a Karmele Marchante en vez de a Isabel Coixet para dirigirles los vídeos de campaña. Los clips de los conservadores parece, en cambio, que los hubiera dirigido Wes Craven: en Cádiz, sin embargo, no vendrían los empleados de una empresa de desahucio a llevarse el butacón con la abuela incluida y el bonsái de Felipe González, sino un comando de asustaviejas de esos que ahora empiezan a preocupar a la Unión Europea y a Naciones Unidas.

Qué bueno que Rajoy y que Rubalcaba sean tan de Cádiz. Como Javier Arenas, que es de Olvera, pero se presenta legítimamente por Almería aunque antes se presentaba por Sevilla. Lo que hace falta es que no sean gaditanos de estación, como los gitanos de temporada a los que cantaba hace años Raimundo Amador. Qué tiempos aquellos en que las tardes de Cádiz se llenaban de ministras de compras: aquellas Isabel Tocino y la malograda Loyola de Palacio, paseando del brazo de la alcaldesa Teófila quizá para subsanar la temida competencia de El Corte Inglés al Cádiz Centro. Pero, eso sí, mucho veraneo de Alfonso Guerra y de Jaime Mayor Oreja, muchas excursiones desde Doñana a Sanlúcar de José María Aznar y de José Luis Rodríguez Zapatero, y la provincia de Cádiz sigue estando de farolillo rojo de un tren de lejanías que mucho me temo que no es al que aludía José Loaiza, presidente de los populares gaditanos cuando aseguraba, en el chupinazo de salida de la campaña, que ZP «se va a montar en el tren que vino y se lo va a llevar». ¿No se referiría, acaso, a los terribles trenes de Atocha del 11 de marzo de 2004? No quiero ni pensar que el bueno de Loaiza esté jugando nuevamente con la memoria de doscientos muertos y de numerosísimos heridos, entre ellos la joven tarifeña Zahira, que todavía se repone de sus lesiones físicas y morales, no sólo por la tragedia sino por la pésima gestión de aquella crisis que llevó a efecto Angel Acebes desde el Ministerio del Interior de aquellos días.

Estaba el mitin del PP igual que una feria, aunque se echaba en falta mayor notoriedad de los conservadores linenses. De hecho, el alcalde más votado de la provincia, el exgilista Juan Carlos Juárez, hizo lo imposible y fracasó en aras de que un escaño en el Senado le blindase frente al caso Roseworld, cuyas actuaciones judiciales se multiplican y que lleva más de cuatro meses con su pasaporte retenido por decisión de la Justicia.

Sea como sea, en el pabellón Portillo, el jueves, hubo más papelillos con los colores del PP que serpentinas en los carnavales. Lo que no cuadraba demasiado era el lema de su campaña: Con cabeza y corazón. En Cádiz, no sabemos a ciencia cierta quién tiene más corazón, pero sabemos perfectamente quien tiene más cabeza.

Y, valga la redundancia, no encabeza sus listas, precisamente.