PROVOCADOR. Antonio Hens se considera sucesor de Eloy de la Iglesia, con quien escribió 'Los novios búlgaros'. / JOSÉ RAMÓN LADRA
ANTONIO HENS DIRECTOR DE CINE

«El mundo abertzale no tiene ni pizca de sentido del humor»

Debuta con una transgresora cinta que mezcla terrorismo y homosexualidad

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Un chaval andaluz que se hace pasar por vasco se escapa de un centro de menores y, con la ayuda de un mexicano y un marroquí, prepara un atentado para ganarse el amor de un etarra. Clandestinos -en las salas desde este viernes- se atreve a mostrar a guardias civiles encaprichados de chaperos de la kale borroka. Un filme provocador con profusión de desnudos masculinos, que supone el debú de Antonio Hens (Córdoba, 1969). El recuerdo del cine transgresor y tremendista de Eloy de la Iglesia no es gratuito. Hens escribió con el director guipuzcoano su último largo, Los novios búlgaros. «Eloy me vio como su sucesor. Y yo recogí el testigo».

-¿Hay que ser vasco para abordar la realidad de Euskadi?

-No. Hay un problema en tu pregunta. No es la realidad de Euskadi, es la realidad de España. En mi carnaval particular de la realidad de este país están el obispo, la fallera, el guardia civil y el terrorista de ETA. Lo he utilizado como arquetipo.

-Terrorismo, homosexualidad No se corta.

-Clandestinos es una película sobre el fanatismo. Sabía que no iba a estar respaldado por una productora potente, así que tenía que hacer algo original. Y se me ocurrió una sátira política que tratara desde la comedia aspectos vedados al humor. Y el conflicto vasco nunca se ha tratado con humor. Una astracanada.

-Mostró la película en el festival de cine gay de Bilbao. ¿Qué pasó?

-Iba asustado. Pero era necesario que diera la cara y viera la reacción. Y me sorprendió que fuera tan favorable. La sala se llenó y hubo risas. Pocas, porque el vasco es reservado a la hora de exteriorizar su humor. Alguno me dijo que le había echado muchos cojones, y que era la primera vez que veían el conflicto vasco abordado desde el humor. También me dijeron que el mundo abertzale no tenía ni pizca de sentido del humor.

-No la rodó en Euskadi por una cuestión de presupuesto.

-Sí. Y además gran parte de la historia no sucede allí. Además, no tengo pretensiones sociológicas ni documentales. Clandestinos es una ficción. La acción transcurre en Madrid, y ni siquiera se rodó allí. Hacíamos pasar barrios de Málaga por Alcorcón.

-El germen es una historia real.

-Sí. Eloy de la Iglesia y yo escribimos juntos el guión de su última película, Los novios búlgaros. En 2002 desarrollamos guiones para unas tv-movies de TVE sobre criminales adolescentes que no se llegaron a rodar. Y una de ellas se basaba en una historia verídica: un chico vasco menor de edad que, ciego de amor por un joven de la kale borroka a punto de entrar en ETA, hizo una machada por amor: arrojar un cóctel molotov a un ertzaina en una manifestación en Bilbao. Al chico le detuvieron y le metieron en un centro de menores. Y después descubrieron que no tenía nada que ver con la kale borroka, que concebía su acción como un acto de amor. Otro de los guiones hablaba del hincha de la Real Sociedad asesinado por ultras del Atlético.

Herencia

-¿Le hubiera gustado Clandestinos a Eloy de la Iglesia?

-No sé qué hubiera dicho, porque se ponía muy trascendente con el tema vasco. Fue pionero en desacralizarlo con El pico. Tenía un proyecto, Galopa y corta el viento, la historia de amor entre un miembro de ETA y un guardia civil en Bilbao. Pero cuando la quiere hacer, en 1989, nadie puso un duro.

-¿Qué aprendió de él?

-Que las películas deben ser comerciales, que nos debemos al público. Y que hay que ser un poco punki, hay que tocar la llaga. A los dos nos gustaban los personajes marginales, el submundo pasoliniano: prostitutos, delincuentes

-¿Le resulta más fácil provocar hoy? Antes había más sexo...

-Más sexo femenino. El objeto de la provocación varía con el tiempo. Ya no hay represión, cualquiera puede acceder a imágenes de sexo en Internet. Ahora cabe la provocación ideológica, crispación que vivimos, o tocando temas tabú: la soledad, la muerte Pero de eso sabe mucho más Jaime Rosales.

-Asegura que ha rodado al margen de la industria.

-Sí. Soy un director que se ha tenido que convertir en productor. Ninguna televisión la ha comprado. He tenido que coger a la gente del cuello para pedirles dinero. La industria, o mejor dicho, artesanía española no arriesga con determinados temas. Me hubiera resultado más fácil hacer El orfanato.