LEYENDA VIVA. El ex futbolista del Cádiz, Adolfo Bolea (en el centro), conversa animadamente con Juan Carlos Curado (izquierda) y Eduardo Lumpié en plena plaza Viudas.
CÁDIZ

Muchas cigüeñas visitaron la plaza Viudas

La clínica del doctor Muñoz trajo al mundo a la mitad de los gaditanos en el siglo XX; en la vía también nació Salvochea

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Si en algo se caracteriza la plaza Viudas es por ser el lugar donde más gaditanos han venido al mundo. Entre tantos nacimientos destaca el del ilustre Fermín Salvochea y Álvarez el 1 de marzo de 1842, defensor incansable de los intereses populares y derechos humanos, como recuerda la placa colocada en la fachada de la vivienda que le vio nacer. El común de los mortales nació en la Clínica particular del doctor Fernando Muñoz Ferrer que estaba ubicada en el número 18 de plaza Viudas y que fue fundada en el año 1924. Así lo confiesa Antonio San Sabas, el propietario del Bar Carru, el establecimiento más antiguo de plaza Viudas -lleva 39 años abierto-, quien al ritmo de las marchas procesionales de Semana Santa, advierte que su clientela es bastante antigua y generalmente pertenece al mundo cofrade. «Aquí muchas hermandades celebran sus reuniones, como la gente del Prendimiento, al igual que la gente del Carnaval. En este local se fundó el coro de La Ensaladilla Rusa que me dedicó un pasodoble», dice al tiempo que enseña la letra de la canción que cuelga enmarcada en la pared en un amarillento papel de periódico.

El reservado es poco menos que una capilla, un espacio cuyas paredes están empapeladas con estampillas de diferentes Vírgenes y capirotes en el que se respira catolicismo por los cuatro costados gracias a la música de fondo. «Yo atendí en este bar al que fue presidente del Gobierno, Carrero Blanco. Él tenía un hijo marino destinado en Chipiona y en aquella ocasión vino porque en la clínica del doctor Muñoz había nacido su nieto. Calculo que sería a principios de los años 70», dice con orgullo. «Me impresionó porque no llevaba escolta y porque todos los días pedía lo mismo, un té con una torta de aceite. Se notaba que era un hombre disciplinado y estricto», detalla.

Antonio recuerda que en aquellos años en la Clínica del doctor Fernando Muñoz Ferrer nacieron la mitad de los gaditanos. «Era el mejor paritorio privado al que venían las familias pudientes y ministros, pues entonces las mujeres daban a luz en las mismas casas», cuenta.

Actualmente en las dependencias de lo que fue la clínica -la fachada sigue intacta con el rótulo en la planta alta- reside la familia del difunto doctor Muñoz, como confirma su viuda. «Aquí vivimos mis hijos y yo. Uno de ellos (Fernando Muñoz de la Pascua) tiene una consulta de cirugía plástica en la primera planta. Tengo siete hijos y la mayoría de ellos siguieron la carrera de Medicina. Otro es el jefe de Ginecología del Hospital Puerta del Mar», comenta Ana María de la Pascua que llega de hacer unas compras.

En el inmueble ubicado en el número 9 de la plaza, en los años 40, estaba la sede del periódico La Voz del Sur, un rotativo de la Falange que debido a unos altercados con los estudiantes tuvo que trasladarse a Jerez, según cuenta Eduardo Lumpié, otro gaditano que vivió aquella coyuntura y que confirma que al final de la plaza se encontraba el cabaret La Inglesita y el ultramarinos de Manuel Diego. «La calle Soledad estaba llena de burdeles y las trabajadoras venían a la plaza para pasar revisión una vez a la semana», dice al tiempo que José Lucero, otro vecino, confiesa que «detrás del Falla había una sala de fiestas».

Balones y carteles

Otra particularidad de la plaza Viudas son sus populares residentes, entre los que destaca Adolfo Bolea Sanz, una leyenda viva del cadismo que reside en el número 42, y Juan Carlos Curado, un artista que ha publicado 140 carteles de carnavales y Semana Santa y que curiosamente también jugó al fútbol en su juventud como portero en la Unión Deportiva Gaditana y los juveniles del Cádiz. A ambos se les suele ver diariamente por la calle comprando tabaco en el estanco de la esquina, el periódico o demás tareas domésticas. Cada vez que coinciden la broma siempre es la misma: «Venga chuta que yo la paro», dice Curado.

Adolfo Bolea confiesa que lleva viviendo en Cádiz desde el año 1960. «Aquí nacieron mis tres hijos y mis nietos, son tantos años que ya me considero gaditano», explica con un inconfundible acento catalán mientras apura su cigarrillo.

Bolea llegó al equipo amarillo procedente del Español de Tánger, un equipo que estaba conformado por españoles republicanos y que desapareció cuando le concedieron la independencia a Marruecos en 1956. «Ya no pudimos seguir jugando y tuvimos que emigrar. », recuerda. Y bromea: «Aquí me atrapó mi mujer. Lo que más me gusta de Cádiz es la forma de vivir de la gente».

Otros equipos de renombre en los que jugó este interior fueron el Español y Tenerife, quizás por ello se sienta «periquito». Cuando colgó las botas Bolea ejerció de técnico del Cádiz C.F.

Hoy, a sus 74 años de edad, desde la tranquilidad de su hogar, mira de reojo al Barcelona, - «el equipo que mejor fútbol practica en la actualidad», dice-, y desea que el equipo gaditano supere esta mala época.

Isabel Sánchez, la quiosquera, manifiesta que lo peor de la plaza son las diversas obras para rehabilitar viviendas. «Llevamos meses soportando polvo y ruido, pero espero que sea para mejor porque eso supondrá la llegada de nuevos vecinos y por ende nuevos clientes», dice sonriendo.

jmvillasante@lavozdigital.es