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El 'busquimano': el rastreador de alijos perdidos

Así se denomina a los jóvenes que buscan en la playa o se adentran en el mar para buscar fardos o paquetes de hachís

s. tubio
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Es una definición 100% gaditana. No hay otro lugar del mundo en el que se le haya dado categoría de sustantivo al oficio a tiempo parcial de rastrear en la playa y adentrarse en el mar en busca de los fardos de hachís perdidos en un naufragio o aquellos que han sido lanzados al agua por los traficantes en mitad de una persecución. El busquimano es el que busca (de ahí viene la palabra) y rebusca un tesoro de color marrón.

Este personaje ligado a la costa de Cádiz, a la puerta de entrada del hachís que se vende en Europa, responde al perfil de un joven que actúa por su cuenta. Al enterarse de que un alijo se ha perdido en la playa, acude a la arena para rebañar la droga que se ha quedado en tierra de nadie.

Sabe que tiene que actuar rápido para ganarle la partida a otros buscavidas.

En algunos puntos no es difícil verlos desplazarse en una motocicleta. Conoce a la perfección el perfil costero del municipio donde se ha criado y tiene la pericia suficiente para transportar en un moto de pequeña cilindrada un fardo de hasta 30 kilos.

La droga la recupera después de haber peinado la playa donde se frustró la descarga o de haber buceado a pulmón o como mucho, con un modesto equipo de snorkel para aficionados.

30.000 euros por un fardo de hachís

El siguiente paso será vender el hachís rápido. Esa mercancía tiene compradores, siempre que esté en buen estado. En función de la capacidad de negociación, por un fardo puede llegar a sacar hasta 30.000 euros o lo que es lo mismo, un sueldo anual medio-alto en la provincia por unas cuantas horas de trabajo. Una operación arriesgada, pero excesivamente atractiva para quien no tiene ni oficio ni beneficio.

Muchos de los detenidos en las últimas horas por intentar llevarse droga del alijo naufragado la semana pasada responden a ese perfil. Son jóvenes de San Fernando, Chiclana, Conil y Barbate que acudieron a Sancti Petri tras enterarse que tres embarcaciones habían volcado con el temporal y la Guardia Civil había logrado recuperar dos toneladas de hachís.

Ahora se enfrentan a una pena que va desde los tres a los cuatro años y medio de cárcel si han sido detenidos con más de 2,5 kilos. Porque la graduación de las condenas por tráfico de hachís no tiene apenas escalones. Esa horquilla de años es la que se impone tanto para el que es arrestado con un fardo como el que es sorprendido con 2.500 kilos de hachís. Solo a partir de esa cantidad, se contempla la circunstancia de extrema gravedad que elevaría las condenas hasta los seis años y nueve meses.

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