De la muralla abulense a Alba de Tormes

Muralla de Ávila, zona del Carmen, a preferir una hora tranquila, con poco tráfico. Instrucciones: Mirar al horizonte , ladera abajo localizar el Monasterio de la Encarnación y aislarlo en el paisaje de las huellas del siglo XX. Sólo hace falta un poquito de imaginación para poder evadirse y sólo observando adentrarse en los primeros pasos de Teresa de Jesús. Es aquí donde permaneció casi ininterrumpidamente durante cerca de cuarenta años, donde Juan de la Cruz y Pedro de Alcántara le dieron los primeros consejos. Aún se aprecia el aura intrigante y espiritual del lugar en el que la Santa vivió un periodo crucial de su vida y en el que se gestó la reforma del Carmelo. Sus pasos le llevarían después a muchos lugares hasta que falleciera en Alba de Tormes (Salamanca).

Entre su cuna y sepulcro, apenas distan cien kilómetros, un mundo en el siglo XV para la mística andariega , pero un paseo hoy para quienes quieran asomarse a su vida y, de un vistazo, comprender las claves de su aventura. A pie, a caballo, en bici o en carro, este recorrido cuenta con credencial de peregrino.

Más allá de un muro de defensa, de una seña de identidad, de una obra de arte que se extiende a lo largo de 2,5 kilómetros, la muralla de Ávila es un contador de historias. Silenciosa, inamovible y bella se ha mantenido durante siglos como testigo del tiempo y cada una de sus piedras se ha impregnado de su esencia. Nada mejor que seguirlas para entender una de las principales huellas que han quedado impregnadas en la ciudad: la de Santa Teresa. Partiendo de la Puerta de la Santa empieza un recorrido que combina interior y exterior del recinto. A ambos lados: su casa natal, la iglesia de San Juan Bautista donde recibió el bautismo, los Cuatro Postes donde soñaba con su hermano, el Centro de Interpretación de la Mística y su primera fundación: el Monasterio de San José o de las Madres.

Desde allí, la ruta se despliega a través de la provincia abulense impregnada de sus vivencias. Narrillos de San Leonardo , Cardeñosa y Gotarrendura son las siguientes paradas. Destaca éste último, donde la Santa pasó temporadas de su infancia y juventud. Allí se casaron su padres y de las propiedades que tenía su familia sobrevive hoy en pie el Palomar de Santa Teresa. Años después, ella llamaría a sus fundaciones «palomarcicos».

El recorrido continúa por La Moraña. El Oso, Papatrigo, Narros de Saldueña, son algunas de las pequeñas localidades tocadas por la Santa que se encuentran en el camino antes de llegar a Fontiveros, cuna de San Juan de la Cruz. Allí, de niño se cuenta que se cayó a una laguna y la Virgen María le salvó de morir ahogado. Años más tarde, entraría en la Orden de los Hermanos de la Virgen María del Monte Carmelo (Carmelitas) y conocería a la Santa, que en esta localidad tiene enterrados a su padre y hermano.

Los pasos continúan hacia Rivilla de Barajas y pasan junto al castillo de Castronuevo de la Casa de Alba y sigue hasta Narros del Castillo. Por aquí, pasó Santa Teresa en su viaje a la fundación de Salamanca y aprovechó la ocasión para confesarse, oír Misa y recibir la comunión «con grandísima devoción y santidad». En la puerta de la iglesia una placa recuerda este momento.

Siguiente parada: Convento de Duruelo, donde comenzó la reforma masculina del Carmelo con san Juan de la Cruz y fray Antonio de Jesús, primera fundación de frailes que trasladaría después a Mancera de Abajo, ya en Salamanca. En esta provincia destacan además puntos como Macotera o Tordillos antes de llegar a Alba de Tormes, donde falleció la Santa el 4 de octubre de 1582 y fue enterrada, al día siguiente, 15 de octubre. Y es que la entrada en vigor del calendario gregoriano hizo que se saltara la fecha.