El joven escultor Cecilio Béjar
El joven escultor Cecilio Béjar - archivo municipal

Cecilio Béjar. Recuerdos de un escultor en su centenario (1915-2015)

Este domingo se cumplen 100 años del nacimiento en Toledo del escultor

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El 1 de febrero de 2015 se cumplen 100 años del nacimiento en Toledo del escultor Cecilio Béjar Durante, cuya vida se truncó, de modo inesperado, el 23 de diciembre de 1971 al regresar de Escalona con varios miembros de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas que habían analizado el estado del histórico castillo asomado al Alberche. Es decir, falleció tras concluir un trabajo más en favor del patrimonio artístico, algo que había hecho incansablemente a lo largo de su vida.

Cecilio Béjar nació en Alamillos del Tránsito 6, bajo la plaza del Conde, en el seno de una familia ya ligada a la cantería. Creció en una popular barriada pisada también por touristas endomingados que buscaban grecos, sinagogas y gárgolas góticas con la Baedeker en la mano, además jóvenes semibohemios de la Residencia de Estudiantes que libaban vino de Noblejas en las tabernas y ventas toledanas.

Su habilidad artística la desarrolló en la cercana Escuela de Artes, aprendiendo modelado y escultura de profesores como Aurelio Cabrera, Roberto Rubio o Tomás Gimena. Con diecisiete años obtuvo una primera mención en la Exposición Nacional de 1932. Cuatro años después, en el bélico verano de 1936, participó en el Comité de Defensa del Patrimonio impulsado por el alcalde Guillermo Perezagua, en el que concurrieron técnicos, artistas y profesores como Tomás Malonyay, Emilio García, Aureliano Cabrera, Enrique Vera, Julio Pascual, Joaquín Potenciano y los estudiantes Juan López Ayllón y Cecilio Guerrero Malagón que lograron salvaguardar no pocas obras artísticas. Después sería requerida la experiencia de Béjar para restaurar piezas singulares del XVI como el busto de Juanelo Turriano (L. Leoni) y del sepulcro del cardenal Tavera (A. Berruguete), igualmente heridas por bárbaras manos y armas.

En la posguerra, el taller de los Béjar (identificado con los hermanos Tomás, Cecilio y Federico) intervino en la rehabilitación de la cantería y la ornamentación escultórica de varios enclaves del Patrimonio Nacional como los palacios de Oriente, de la Zarzuela, Aranjuez y Riofrío. En Toledo atendieron la reparación del Alcázar, Tavera y, de modo especial, en San Juan de los Reyes. En 1941 se devolvía este templo a los franciscanos al tiempo que lo reconstruía la Dirección General de Regiones Devastadas. En un patio posterior, se habilitó un taller donde las manos de Cecilio Béjar y otros jóvenes canteros y tallistas recomponían la sinfonía gótica de Juan Guas y Egas Cueman descalabrada por el tiempo, los saqueos y la incuria. Concluidas las obras, el culto retornó en 1967, descubriéndose en la fachada principal una Inmaculada esculpida por Béjar, pieza que ponía de hecho el punto final a la rehabilitación contemporánea del monasterio de San Juan de los Reyes.

Además de esta huella, existen obras suyas repartidas por Toledo. Así, fruto de su relación con la Fábrica de Armas es la hornacina y la imagen de Santa Bárbara en la calle de la Trinidad (edificio que ha acogido instituciones juveniles y autonómicas) y la imagen de la Virgen del Amparo que, siguiendo el modelo sevillano de paso con varales, preparó para esta cofradía. El busto de Jacinto Guerrero (Teatro de Rojas), el Buen Pastor existente en la residencia sacerdotal (antigua Casa de Ejercicios) o los símbolos comerciales de la Caja Rural (av. Coronel Baeza) son otros ejemplos.

Intervino en algunas iniciativas culturales de Toledo además de su quehacer en el taller familiar, asentado en la ermita de San Eugenio, donde era posible ver obras más íntimas, estilísticamente muy depuradas y entroncadas con lenguajes alejados de los encargos institucionales. En aquel obrador de piedra trabajó como aventajado discípulo de Cecilio otro malogrado maestro, Francisco García López Kalato (1933-2004), unido a la docencia de la talla en piedra en la Escuela de Artes y a muchos afanes en Toledo reconocidos en un público homenaje posterior (Véase ABC edición de Toledo, 16 de febrero de 2008).

Tras el fallecimiento de Béjar, para su sepultura en el cementerio toledano, la familia propuso un concurso de ideas en el que participaron varios artistas toledanos, siendo elegida una escultura de Francisco Rojas. Un reciente e íntimo homenaje más se fecha en 2011 a través de las páginas de la novela escrita por su sobrino, Luis Alfredo Béjar (1942--2011), bajo el título La razón de las piedras, protagonizada por el escultor en medio de su esfera creativa y emocional, recuperando claves y vivencias encajadas en el escenario de una pequeña ciudad en unos difíciles años.

La lejana niñez de Cecilio Béjar coincidió con la salida de la ciudad y el reconocimiento de su paisano, el panadero-escultor Alberto Sánchez (1895-1962), que, en 1926, tras ser becado por la Diputación de Toledo, se unía a la vanguardia con Benjamín Palencia en la llamada Escuela de Vallecas (1927-1936). La guerra y el exilio alejaron a Alberto hasta Moscú donde falleció. En Toledo, alguien ideó un homenaje a este escultor, preparándose un pedestal en la plaza de San Juan de los Reyes; la observación de su ideología política por parte de un gobernador civil dejó vacía la base hasta 1972 en que fue ocupada por una estatua de Isabel la Católica que allí continua. La figura inicialmente prevista era la Mujer toledana del gran Alberto, replicada en granito por Béjar y que, en 1982, por fin se llevó el paseo de Merchán, donde allí conviven los ecos de estos dos escultores toledanos del siglo XX.

[FOTOGALERÍA: Una vida en imágenes]

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