La interpretación coral ha sido excelente con un José Luis Patiño, en el papel de Tomás Moro, sencillamente genial
La interpretación coral ha sido excelente con un José Luis Patiño, en el papel de Tomás Moro, sencillamente genial - luna revenga
crítica de teatro

Tomás Moro, una utopía en el teatro de Rojas

La conciencia ética frente al poder

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Título: Tomás Moro, una utopía. Autor: Willian Shakespeare y Anthony Munday, Herny Chettle, Thomas Dekker y Tomas Heywood. Versión: Ignacio García May. Traducción: Aurora Rice y Enrique García-Máiquez. Intérpretes: José Luis Patiño, Paco Déniz, Lola Velacoracho, Silvia de Pé, Sandra Arpa, Manu Hernández, César Sánchez, Daniel Ortiz, Chema Rodríguez-Calderón, Jordi Aguilar y Ricardo Cristóbal. Dirección: Tamzim Townsed. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación: Felipe Ramos. Sonido: Sandra Vicente. Audiovisuales: Joan Rodón.

Cuatrocientos años después, el texto teatral sobre Tomás Moro sigue teniendo actualidad. Pueden cambiar las circunstancias, pero las ideas permanecen. Frente al poder que juega con sus intereses de casta, la conciencia ética del individuo debe prevalecer, aunque, como en el caso de Tomás Moro, suponga la tragedia de la muerte injusta para el individuo.

La historia de esta pieza teatral es azarosa. Se localizó en 1884 en Inglaterra y, en 2004, terminó por considerarse de Shakespeare (con intervención en la escritura de otros autores de la época, como Anthony Munday, Herny Chettle, Thomas Dekker y Tomas Heywood).

Tomás Moro es el símbolo del político incorrupto. Por eso, cinco siglos después de su muerte, la ejemplaridad de su conducta y la fuerza de su mensaje están absolutamente vigentes y sirven para martillear las conciencias en esta sociedad de la basura en la que vivimos.

Lo hermoso de la obra que hemos visto en el Rojas es que tanto la versión (con un sentido del humor y una utilización excelente de la lengua de Ignacio García May), como la dirección de Tamzim Townsed y la interpretación de José Luis Patiño y todo el elenco, no han pretendido realizar la representación de un personaje histórico, sino una actualización verídica del mismo, de tal manera que este Tomás Moro aportaría muchas cosas en la sociedad actual y tanto su ejemplo de vida, su libertad de conciencia, como la profundidad de su pensamiento pueden y deben ser un referente para quienes dirigen los destinos del estado, y no solo para estos, sino también para profesores, padres de familia, abogados y personajes públicos de la sociedad del siglo XXI.

Tomás Moro, abogado, poeta, teólogo, traductor, humanista, alguacil de Londres y luego Lord Canciller de Inglaterra y, tras su martirio, santo, no fue un «superhombre» sino un político insobornable que antepuso el dictado de su conciencia a su propia vida.

En esta obra teatral se enaltece a este héroe de la libertad que murió en el patíbulo por orden de Enrique VIII después de haber sido depuesto en su cargo de canciller de Inglaterra por oponerse al divorcio del rey. Y no se nos presenta a esta persona como un sabio o un político serio y estirado, sino con un sentido del humor encomiable y una relación con el pueblo muy cercana a lo que hoy algunos privilegiados poderosos denominan despectivamente «populismo».

¡Qué gran ejemplo para el mundo de hoy el de este hombre consecuente con su forma de pensar, que antepuso su conciencia a los honores y a su propia vida! Y que supo unir a su brillante religiosidad el sentido del humor -con el que se enfrenta incluso a las situaciones más dramáticas- y el amor por su familia y amigos y su gusto por la vida.

La dramaturgia que nos ofrece la extraordinaria directora Tamzim Townsed es la historia de una tragedia, pero sobre las tablas del teatro aparece la vida en toda su extensión de un Tomás Moro inmensamente humano, con un punto de consideración a la utilidad del recurso del teatro dentro del teatro.

Teatro total, teatro exquisito, teatro superprofesional. Hay que destacar el dinamismo del montaje con una sucesión vertiginosa de escenas en las que se mide la alternancia de la reflexión (la actitud personal de Moro o su relación con la familia, donde tan bien se modulan las expresiones de su esposa e hija) y la acción (escenas con ciudadanos o cortesanos muy movidas, con algaradas y grandes voces populares).

Muy acertada la figura del historiador/narrador que contrasta con su vestuario a la moderna con el vestuario de época de los personajes (¡excelentes los figurines!, por cierto). Y muy interesante, desde el punto de vista dramatúrgico, la asunción de múltiples papeles sobrevenidos que le toca representar a Paco Déniz según convenga y que introducen al espectador en ese vaivén de pasar del presente al pasado y viceversa con mucha gracia y naturalidad.

Un elemento clave en esta función de pensamiento tan lógico y tan profundo es el sentido del humor (ya he citado la influencia de García May en la versión), que supone la asunción de un rasgo del carácter del protagonista, como he señalado antes, y que en la puesta en escena se ha mantenido y potenciado.

La interpretación coral ha sido excelente con un José Luis Patiño, en el papel de Tomás Moro, sencillamente genial.

Es de justicia sumar adjetivos superlativos a todos los elementos que conforman esta producción, pero no se me debe olvidar la sencilla y funcional escenografía, donde lo audiovisual aporta gran belleza con un gama cromática muy armónica, la elegancia y belleza de los figurines, la iluminación precisa o los guiños efectistas, como el retrato de Tomás Moro y la muy acertada escena del museo.

Y un reconocimiento también sea para Ignacio Amestoy, director de UNIR (Universidad Internacional de la Rioja), que son un ejemplo para que otras instituciones como esta patrocinen proyectos tan enriquecedores para la cultura, para el teatro y para la sociedad.

Ni que decir tiene que el público hizo salir a saludar con sus continuados aplausos a la compañía por su extraordinario trabajo.

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