OPINIÓN

Los rostros de la misericordia

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La Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, está en el imaginario colectivo. ¿Quién no recuerda los carteles de las misiones?, ¿quién no posee un recuerdo cercano con las huchas del Domund? Esta semana, en Toledo, hemos visto muchas huchas del Domund en las calles, con la seguridad de que un gesto de misericordia, por pequeño que sea, puede curar el mundo.

Por eso es significativa la elección del lema de la Jornada de este año, que toma como fuente de inspiración la bula Misericordiae vultus del Papa Francisco, quien nos recuerda que «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre». Pero, en este siglo XXI, ¿quiénes son los rostros de la misericordia? Este Domund lo deja claro, son los misioneros.

Son ellos los que posicionan su mirada ante el sufrimiento y nunca la apartan, como sí lo hace en general la sociedad. Son ellos los que reflejan a Jesucristo como rostro de la misericordia. Son los misioneros los que llevan la misericordia de Dios al mundo. Son los misioneros los que sienten dolor por el sufrimiento ajeno y quieren ofrecer su vida para aliviarlo.

Piensen en cualquier lugar del mundo, añadan una catástrofe o emergencia humanitaria y social, sitúen una imagen donde la pobreza desborda y las calamidades cruzan barreras. ¿Quiénes permanecen? Los misioneros. ¿Quiénes son los que se quedan? Los misioneros. Es más, cuando todos se van los únicos que permanecen son los misioneros. Es raro, ciertamente para la mayoría de la sociedad. Con los parámetros sociales que nos rodean, nos sorprendemos. Nos cuesta comprender y entender. Pero ahí están, hasta cuando los focos de los medios de comunicación se apagan, ahí permanecen junto a su pueblo.

Nos demuestran, los misioneros, que la realidad es superior a la idea, como también señala el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, aseverando que «esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría».

Son los misioneros los que necesitan ver, y así lo comparten desde la fe y el Evangelio, ver a ese Jesús que se ha hecho pequeño para alcanzar nuestra debilidad, que viene a nuestro encuentro, que camina con nosotros, que nos tiende su mano amiga en los problemas, en las dificultades.

En esta Jornada Mundial de las Misiones «dejémonos mirar por Jesús» pero sobre todo aprendamos también a mirar como Jesús. Nos lo indicaba recientemente el Papa Francisco, «una mirada de ternura, de comprensión y de misericordia que nos lleve a tocar las llagas del Señor en la carne de nuestros hermanos necesitados». ¿En quiénes piensan? Sí, evidentemente, en los misioneros.

Desde una Iglesia en salida, y con los 142 misioneros de la Diócesis de Toledo, asumimos el servicio como uno de los grandes gestos y retos de la misericordia.

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