OPINIÓN

TRISTEZA POR EL TALLER DEL MORO

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Hace tiempo que se realizan obras interminables que generan muchos interrogantes que merecerían alguna respuesta

El Taller del Moro era un antiguo palacio mudéjar de la primera mitad del siglo XIV del que sólo se conserva un salón y dos salas en los laterales (se piensa que ocuparía también el jardín del Palacio de Fuensalida). Es un ejemplo de arquitectura civil con una decoración árabe riquísima. Además de palacio de algún noble, fue muchas cosas más, como almacén de la catedral, cochera, convento y salón de baile.

Pasó a formar parte del Patrimonio del Estado y se abrió al público como museo en 1963, de modo que se podía apreciar no sólo la belleza del edificio (que recuerda al Salón de Mesa y a algunas salas de la Alhambra) sino también una colección de piezas de cerámica y restos decorativos del arte mudéjar toledano de los siglos XIV, XV y XVI.

Cuando lo visitaba me llamaban la atención sus yeserías, su colección de azulejos, los brocales de pozo, algunas tinajas y la pila bautismal de la cercana iglesia de El Salvador (en la que supongo que bautizarían al dramaturgo toledano Francisco Rojas Zorrilla.)

Sin embargo, para desgracia de los toledanos, lleva muchísimos años cerrado. Hace tiempo que se realizan obras interminables que generan muchos interrogantes que merecerían alguna respuesta. Lo primero, se talaron sin más los árboles de la entrada. También se ha eliminado la escalera de piedra de toda la vida y se ve una rampa de cemento; veremos cómo se remodela esa parte. Me han comentado que se han encontrado algunos restos de una antigua fragua allí.

Esto sería importante para explicar la denominación de Taller del Moro. En efecto, la expresión «taller del moro» no sería tanto por su espléndida decoración árabe, sino porque quizá allí tenía su taller un árabe que se dedicaba al arte de la espadería, de ahí esa posible fragua. Esta es una hipótesis que sostiene el académico Félix del Valle. Parece que al final de la entrada hay una especie de caseta, algo que afearía mucho esa zona, pero la prudencia exige esperar a que acaben las obras. Pero aparte de esto, subsisten dos cuestiones muy importantes en el aire. La primera: ¿por qué lleva tanto tiempo cerrado este museo? Parece ser que las obras iban dirigidas a acondicionar lo que queda del palacio y la entrada a algo tan pomposo y tan particular como sala de recepción de autoridades. O sea, de museo a zaguán para impresionar a las visitas. ¡Pobre destino el de este semipalacio! De museo visitable por todos, a recepción de gerifaltes.

La segunda: ¿están a buen recaudo todas las piezas, muchísimas, de las que ya se hizo un inventario en un librito de 1979? Esta última pregunta es la que me preocupa más, porque muchas veces se tiende al amontonamiento (me imagino que en el Museo de Santa Cruz o en otros lugares) y a la dispersión de los restos y al final se pierden de vista (de vista en todos los sentidos.) Todo esto me lo pregunto cuando paseo cerca del Taller del Moro; un museo que, desgraciadamente, lleva tantos años en tierra de nadie.

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